lunes, 18 de septiembre de 2017

Dos poemas míos



Oh Dios mío, Señor Nuestro,
Señor Dios de los desiertos.
De las vaguadas y ríos,
de los bosques y los hielos.
Señor de hombres y animales,
de los paisajes perfectos,
de las nubes y la luna
y de los soles de invierno.
¿Cuándo podré ver tu cara,
cuándo ya sentir tu aliento,
porque tu amor, oh Dios mío,
es lo único que siento?
Lo siento cerca de mí,
lo siento en las malas horas,
pero eso no me basta,
yo lo quiero en todo tiempo.
Por la mañana temprano,
en madrugada terrible,
ven, consuélame y dime
que eres tú quien está dentro,
dentro de mi pesadilla,
dentro de mi sufrimiento.
Que Tu lo quieres así,
porque tienes plan dispuesto,
porque todo padecer
tendrá luego su consuelo.
Hombres, bestias, y las flores
que viven solo un momento.
¿Dónde va tanta belleza,
dónde tan amargo aliento?
Yo no te entiendo, Dios mío
pero espere llegue el tiempo
que vea por fin tu cara
y que pueda comprenderte,
Dios del Viento
del desierto.

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No quiero tener patria ni bandera,
ni hablar una sola lengua,
ni sentir siempre de la misma forma.
Quiero ser un árabe en un zoco,
en un fiordo un vikingo,
y en el mar de Ulises
oir las gaviotas y los cormoranes
como los piratas los oían.
Todas las tierras pueden ser la mía.
Ningún mar ha sido nunca extranjero
 para mí.
Los ríos que he visto son viejos conocidos
y los soles de cualquier parte
ya me habían calentado antes.



 

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