
De un crítico taurino muy sucio se decía que una vez se puso un clavel en la solapa y prendió. Y de un célebre escritor del siglo pasado se contaba que cuando leía un libro se ponía como punto una anchoa. -Y lo que es peor- decía uno- es que lleva el desayuno en el bolsillo. -Hombre, eso es corriente. -Sí, pero él desayuna un huevo frito.
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