UN MES EN LA RUSIA SOVIETICA
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(Esto no es más que la primera parte, va a ser largo)
(quien avisa no es traidor)(Pero es un documento para la Historia. Ahora Rusia ya no es lo que era. Es el país del capitalismo más salvaje)(La mayoría de los que estaban conmigo están muertos)
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Después de la separación con Paco pasé un año tristona, hasta que por fin hicimos las paces. Entonces todo me iba de perlas. Incluso mi profe de ruso me ofreció acompañarla en un viaje de un mes a Moscú y Leningrado (ahora se llama San Petersburgo, como “prima della revoluzione”), haciéndome pasar por una sobrina. La verdad es que me quería como a tal y viceversa. Era un viaje nostálgico, pues iba a ir gente del Partido Comunista,sobre todo de Euskadi, de los que habian sido “los niños de la guerra”, llamados así los críos vascos que habían embarcado en barcos rusos con rumbo a la Unión Soviética, entonces triunfante de la II Guerra Mundial, y para que no tuviesen que sufrir los horrores de la guerra de España. Mi profe fue en uno de ellos, por el Mar del Norte, hasta Stalingrado. Desde allí fueron en trenes hasta Moscú, donde los metieron en una “dacha”,(casa de campo señorial) que había sido expropiada y que usaron como colonia de vacaciones o algo así. Las criaturitas ibéricas se la cargaron concienzudamente, pues estaban llenas de energía. Pero esto no es más que una anécdota.El viaje era para que gente ya madura, de la edad de mi profe, que de”niños” ya no tenían nada, volvieran a Rusia a visitar los lugares donde habían pasado su infancia y casi toda su vida adulta y trabajado como un ruso más.Y ver a los parientes que no habían querido volver a la España de Franco.Yo era de las más jóvenes, juntamente con un par de chicas y un chico, hijos y nietos de los “niños”.Yo me hice muy amiga de una chica, hija de rusa y español, que se llamaba Nadia Novikova, y estuvimos juntas compartiendo habitación. Cuando llegamos a Moscú, en un avión de la Aeroflot que salió de Madrid, y que el Gobierno ruso nos puso ex profeso para nosotros, que lo llenábamos, nos encontramos con que los organizadores del viaje habían hecho algo mal. El caso es que al llegar al Hotel de Moscú nos dijeron que ellos solo tenían reservada para nosotros la estancia y desayuno, y no la pensión completa. Se armó la de Dios es Cristo (bueno, no, pero ya se me entiende. Todos eran materialistas y ateos. Aún a nadie, como ahora, se le había ocurrido que se podía canonizar al zar…)Digo que se armó una de buena, porque los pobres rusos, los directores del Komsomol (Area de la Juventud) que eran quienes tenían que hacerse cargo de nosotros por aquello que los maduritos de ahora fueron niños antes, no sabían que hacer. Los nuestros estaban furiosos, porque decían que habían pagado por todas las comidas y no pensaban pagar ni un kopek más. Por fin, les dimos pena a los komsomolos y nos alojaron en el hotel, dándonos de comer de caridad. Esto significaba que el desayuno era esplendoroso, pero las comidas y cenas raquíticas, pues no las habíamos pagado. La gente compraba en las panaderías unos panes muy bonitos y se las apañaban con eso y algo de la cena o que habían guardado del desayuno. El hotel no era un establecimiento para turistas, era un hotel para las juventudes de toda la Unión Soviética, que entonces era enorme. Por ejemplo, se alojaban en este tremendo hotel (tenía 3 torres y no sé cuántas miles de habitaciones) una partida de cosacos y cosacas vistiendo sus trajes regionales, que entonces aún los llevaban. También había chinos de la China de Mao y otros grupos variopintos. Las habitaciones no se cerraban, era de mal gusto pensar que un comunista pudiera robar a otro. La verdad es que ni a Nadia ni a mí nos robaron nada, y yo compré muchas cosas bonitas. Lo malo de este hotel es que solo tenía un WC comunitario para toda la planta, y había que hacer cola. Tener un retrete por habitación hubiese sido considerado un lujo burgués e innecesario. Pero ya iba yo dispuesta a todo. Lo que más nos fastidiaba a Nadia y a mí eran los putos chinches. Yo no sé si los trajeros los cosacos del Kazajstán, o ya estaban en el hotel desde siempre. Pero cada día amanecíamos con nuevas picaduras.
Nadia y yo compramos una enorme bolsa de unos caramelos estupendos en la calle Arbat, que entonces era la mejor y más elegante de Moscú, y en la habitación comíamos caramelos, que se llamaban de marca “Ládoshka”, que significa golondrina, y pan. Pasábamos sin embargo un poco de hambre, pero era soportable. Por la mañana sí que nos daban unos desayunos fastuosos. Té ruso, negro y fuerte, a discreción, unas quiches cuatro veces más gordas que las francesas,variedad de bollos, mantequilla estupenda y un montón de cosas más. La gente del grupo se ponía morada y guardaba cosas para después. En la cena nos solían dar pescados ahumados, que a nadie gustaban excepto a mí, que los ahumados siempre me han chalado, sobre todo el salmón. Tenía unos gustos muy burgueses. Pero para los rusos no eran ningún lujo, pues en sus ríos los había a montones. Mis compañeros de viaje no estaban acostumbrados a lo que en España es una exquisitez burguesa, y me daban sus lonchas de pescado. Nunca he tomado tantos ahumados como entonces. ¡Qué ricos!. Me iba a la cama con la tripa llena.
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