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Pieles NO

miércoles, 17 de julio de 2013

Bares, qué lugares...

Archivo de la categoría ‘El profesor Leandro Gao’


Hasta 1988 voló en España la aerolínea con peor nombre de todos los tiempos: Spantax, apócope de “spanish air taxi”. No me hago una idea de los nombres que se descartaron en la tormenta de ideas para bautizar la aerolínea. Efectivamente, volar con Spantax era expantoso (lo cercioro: el joven Leandrito Gao debutó en los aires con esta aerolínea), no en vano la compañía fue varios años plusmarquista en el ranking mundial de muertos por milla.

Pero hay veces que no hay elección. Supongamos que usted tiene un local en la bella localidad pirenaica de Berga. Supongamos que abre una cafetería y quiere realzar la experiencia olfativa del usuario, que diría un publicista. Pues no le queda otra que llamar al negocio Aroma de Berga, mucho más fino que Olor a Cipote aunque venga a ser lo mismo.

¿Y qué me dice de llamar a una empresa de Seguros Ocaso? No resulta demasiado estimulante unirse a la Mutua Decadente, la verdad.
La última incorporación a los nombres empresariales desafortunados es un banco de allende los mares que acaba de abrir su primera oficina madrileña. Su nombre, Banco Pichincha. ¿Confiaría sus ahorros a un banco con semejante nombre?

Casi mejor, dejar nuestro dinero a esa empresa de transportes blindados que se hace llamar Loomis y que uno imagina repleta de Dionis dispuestos a pulirse la pastaca de las sacas en eso mismo: en lumis y trabelos.




Mi primer profesor de árabe era un sirio cristiano al que mi padre profesaba un profundo desprecio. No por ser árabe ni cristiano ni sirio, sino que para él un árabe sólo podía ser musulmán -cosa en la que concuerdo con él-, y eso que mi padre era católico. Pero a mi progenitor el que un árabe fuera cristiano le parecía aberrante. Y es que mi papi era así.
Para no ponerme a mear fuera del tiesto, cosa que siempre estoy al borde de hacer, este preámbulo sobre las ideas étnico-religiosas paternas, que no deja de ser original, lo dejo atrás, y voy al grano. Al árabe renegado le escandalizaba una barbaridad la cantidad de bares que había en España. ¡Y eso que él, como cristiano, podía beber todo el alcohol que quisiera!. Decía que cada 100 metros había un bar.
De esto hace ya tiempo, pero me vino a la cabeza que hacer un par de días leí en un periódico que en Mallorca había un bar cada 200 habitantes, lo cual es un porcentaje bastante alto.
Pero, digo lo mismo que le decía yo a mi sirio renegado:
 -Los baros son unos lugares muy útiles. Antes, que no existían los telefonos móviles, si necesitabas telefonear, allí había un bar. Si alguien te seguía y te inquietaba,te metías en un bar y allí estabas segura. Si te sentías indispuesto enmedio de la calle, un bar te acogía, llamaba a una ambulancia, te daban cosas para beber y hasta te hacían mimitos mientras llegaba un médico.Y si la espichabas, no lo hacías solo. Y no digamos ya si tenías un apretón de tripas y necesitabas urgentemente un WC. En ningún bar te negaban ir al servicio, y no había obligación de dejar propina, como ocurre en Francia, por ejemplo. Todo esto menos lo del telefonear (aunque a veces también) sigue vigente. Además, si querías encontrarte con alguien y hablar de modo confidencial el bar era el sitio ideal. Hay tanto ruido que nadie puede oír lo que dices. Y además, no te ponen mala cara si pides un cafelito y luego te pones a leer una novela durante dos horas.
O sea, que benditos sean los bares y nunca se cierren.
AMEN.









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