-¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tu naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calmar,
la Luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
-No te la diré, señor,
aunque me cueste la vida.
-Yo te agradezco, Abenámar,
aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquellos?
¡Alto son y relucían!
-El Alhambra era,señor,
y la otra, la mezquita;
los otros, los Alixares
labrados a maravilla.
El moro que los labraba,
cien doblas ganaba al día
y el día que los labra
otras tantas se perdía;
desque los tuvo labrados,
el rey le quitó la vida
porque no labre otros tales
al rey del Andalucía.
El otro es Torres Bermejas,
castillo de gran valía;
el otro, Generalife,
huerta que par no tenía.
Allí hablara el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
-Si tu quisieras, Granada,
contigo me casaría;
darete en arras y dote
a Córdova y a Sevilla.
-Casada soy, rey don Juan,
casada soy que no viuda;
el moro que a mi me tiene
muy grande bien me quería.
Hablara allí el rey don Juan,
estas palabras decía:
-Échenme acá mis lombardas
doña Sancha y doña Elvira;
tiraremos a lo alto, 
lo bajo ello se daría.
El combate era tan fuerte
que grande temor ponía.

Abenámar, o Abu -bakr Muhamed- ben Umar era un personaje de leyenda, pero completamente real.(1031- 1086)
Era un poeta, quien se amistó primero y luego se convirtieron en amantes con el rey de la taifa de Sevilla. Al-Mutamid.


Al Mutamid de Sevilla

Fué visir de Silves  y un poeta andalusí.
Cuando Al-Mutamid fué rey le nombró visir de Sevilla.
Era de origen humilde y poco conocido, y sus poemas llamaron la atención del joven monarca, que era de la misma edad.
Abenámar tenía fama de ser imbatible en el ajedrez, y una vez jugando con Alfonso VI de Castilla, se jugaron Sevilla, y como éste perdió, se tuvo que retirar de la ciudad, y así se salvó de ser saqueada.
Mutamid y Abenamar jugaban a componer versos, y lo hacían juntos. Una vez estaban junto al río Guadalquivir (Oued.el.Kabir, El rio grande(), y el rey empezó un poema

"El viento convierte al río
en una cota de malla.."

Una lavandera que estaba cerca de ellos respondió:

"mejor cota no se halla
como la congele el frío..."

Mutamid, asombrado de que una chica compusiese a mayor velocidad que su amigo, se la llevó a su palacio, y como la muchacha era guapa se enamoró de ella y se casó, convirtiéndola en reina.Se llamaba Itimad Rumaiquiya.
Le daba todos los caprichos, y porque ella quería ver la nieve, hizo plantar en la ladera del palacio almendros ,para que cuando floreciesen pareciesen nieve. Esto sí que debe de ser leyenda, porque desde que se planta un almendro y empieza a tener flores, pasan algunos años...
La cuestión fué que se casaron felices y comieron perdices, como dice el refrán.


Alfonso VI de Castilla

Ajedrez medieval

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Mutamid estaba muy contento porque su amigo, en el ajedrez, había salvado a Sevilla, y le dió  el mando de su ejército, con el cual conquisto Murcia.
Pero el poeta se ensoberbeció, y hasta llegó a firmar documentos y sentencias como si él fuera el rey.  Éste conocía a su amigo, y no le dió mayor importancia, pero los cortesanos, envidiosos de Abenámar, estaban todo el día metiendo cizaña. Sobre todo Abu-Bekr-ben Zaidun, el cual un día, estando el rey recibiendo una audiencia y llevando  un gorro alto  protocolario -lo equivalente a cuando los reyes cristianos llevaban la corona- dijo en voz alta y con mala intención, "que era una lástima que en Sevilla hiciera tanto calor y estuviera sudando por causa de su gorro," y que Abenamar, que gobernaba en Murcia, donde hacía un clima más suave, no lo hiciera cuando llevaba ese signo de la realeza.
Esto equivalía a una denuncia.
Mutamid, bastante cabreado, escribió una carta a su amigo, diciéndole que no usara prendas de la realeza, pues solo era un gobernador dependiente de él.
Todavía se empeoraron las cosas cuando Abenamar, ante la sublevación en Valencia contra el rey de allí, amigo y aliado de Mutamid, Abenámar, en vez de luchar contra los revoltosos por su rey, se puso de parte de los sublevados.
Y además escribió unos versos insultantes al rey que circularon por todas partes y claro, llegaron a manos de Mutamid, que también le escribió otros versos ridiculizándole, y empezaron una especie de torneo literario, cada vez más agrio.
El colmo llegó cuando Abenamar escribió otros versos insultando y calumniando a Itimad, y como el rey seguía muy enamorado de ella, esta vez se enfadó de verdad y juró darle muerte.
Desde Sevilla envió un ejército a Murcia para llevar apresado a su antiguo amigo, y cuando éste vió que le iba a vencer, salió de Murcia a escondidas , refugiándose en una casa del campo. Mandó emisarios al rey de Zaragoza, Aben Raksid, y a Alfonso VI de Castilla,pidiéndoles tropas para derrotar a Mutamid y ambos no le hicieron ningún caso.  
La Historia en este período está muy confusa, pero se sabe que Abenamar apareció con un pequeño ejército en la sierra de Segura, ocupando su castillo. Cuando Mutamid se enteró, fué allí a buscarle y asaltando la plaza, se llevó preso a Abenámar y lo mató de un lanzazo, con mucha pena por aquel buen amigo que se había convertido en un traidor.

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Al recordar el tiempo de mi juventud, es como si se encendiese
el fuego del amor en el pecho.
Aquellas noches en que no hacía caso de la sensatez del consejo
y seguía los errores de los alocados;
condené al insomnio los párpados somnolientos
y recogí el tormento de las tiernas ramas.
¡Cuántas noches pasamos en el Azud,
entre los meandros del río,
que se deslizaba con la sinuosidad de una serpiente!
Escogimos el jardín como vecino y nos visitaba con sus regalos
que traían las manos de las suaves brisas;
nos enviaba su aliento y se lo devolvíamos aún más perfumado,
y con más suave brisa;
la brisa, en su ir y venir, parecía una chismosa,
que llevase y trajese maledicencia;
el sol nos daba de beber.
¿Quién ha visto el sol en mitad de la negra noche, sino nosotros?
Poema de Mutamid a Abenamar
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¿Recuerdas los días de nuestra juventud
cuando brillabas como luna creciente?
Te abrazaba la cintura tierna,
bebía de tu boca agua clara.
Yo me contentaba con lo permitido
pero tú querías aquello que no lo es.



Poema de Abenamar a Mutamid



Al-Mutamid, por su  parte, describía así a su amante:
Nuestro compañero amado combatió con ojos, espada y lanza
A veces caza mujeres, bellas gacelas; a veces hombres, valientes leones.


Mapa de la taifa de Sevilla