domingo, 12 de diciembre de 2010









Era la hora de baño de los sábados del Padre Juan. La joven hermana Magdalena había preparado las toallas y el agua para el baño, tal como la vieja Sor Ete le había indicado. La hermana Magdalena había sido instruida de no mirar la desnudez del Padre Juan y ayudar en todo lo que fuere pedido y orado.
A la mañana siguiente la vieja Sor Ete , le preguntó a la hermana Magdalena cómo había sido el baño del sábado.
- Oh, hermana, -le dijo la joven monja en forma entusiasta-¡he sido salvada!
- ¿Salvada? ¿Y como sucedió tan magno evento? -pregunto la vieja hermana.
- Bien, cuando el padre Juan estaba metido en la bañera, me pidió que lo lavase y mientras lo estaba lavando guió mi mano hacia abajo entre sus piernas, mientras que me decía que ahí el Señor guardaba la Llave del Cielo.
- ¡Lo sabia! -dijo la vieja sor ácidamente.
La hermana Magdalena continúa con el relato...
- El padre Juan dijo que si la Llave del Cielo coincidía con mi cerradura, los portales del Cielo se abrirían para mí y tendría asegurada la salvación y la paz eterna. Y el padre Juan guió su Llave del Cielo a mi Cerradura... Al principio dolía terriblemente, pero el padre Juan dijo que el camino a la salvación es a menudo doloroso y que la gloria de Dios pronto llenaría mi corazón con éxtasis. Y así fue. Me sentía tan bien siendo salvada.
- Ese viejo diablo -dijo la vieja monja- ¡Y a mí que me decía que era la Trompeta del Arcángel San Gabriel y la he estado soplando durante cuarenta años!

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