Reinando de hecho desde hacía 20 años, Almanzor (Al-Mansur) quería también reinar de derecho. Todos le veían marchar hasta este fin sin prisa, pero sin pausa. Era el hombre fuerte de Al-Andalus.
Renunció a su título de Primer Ministro en favor de su hijo Abd-el-Malik , de 18 años, y Almanzor ordenó que se pusiera su sello propio en todos los documentos de la Cancillería. También impuso que a él se le llamase "Said" o "Sidi", que significa señor. (992)
Ya entonces era rey, pero no califa. De los príncipes de sangre había ordenado matar a los más peligrosos, a los que lo eran menos los había desterrado y a los demás les había arruinado.
El califa era entonces Hixem II, un pobre de espíritu, quien llevaba el yugo que le había impuesto Almanzor sin quejarse.
Este último era muy listo, pues no se atrevió a mandar matar al califa, al que sus súbditos veían poco, porque el pueblo tenía muy arraigado el tema de la legitimidad de sus superiores y no hubiera tolerado que asesinasen a Hixem . Almanzor lo sabía, pensando que con el tiempo se acabarían olvidando del joven y aclamando a él.Entonces el cambio de dinastía podría hacerse son problemas.
Pero una mujer estuvo a punto de derribarle, y era la sultana Aurora, que era navarra. Tiempo atrás habían sido amantes, y como sucede muchas veces, después del desamor viene la enemistad y también el odio.
Y Aurora en esto, como muchas mujeres, era implacable. Fue al harén y empezó a soliviantar a las mujeres, diciendo que el rey era una mala persona, y le dieron la razón hasta los eunucos. También se dirigió al joven califa, increpándolo y diciéndole que no se portaba como un hombre, siempre a las órdenes de Almanzor. Hixem II reaccionó e increpó a Almanzor por todas las ilegalidades que había cometido. Y que el califa por derecho era él. Almanzor hizo salir del serrallo a todas las personas que consideraba peligrosas, pero no podía sacar a Aurora, que era la que había armado todo aquel follón.
Esta mandó a emisarios suyos que decían que el califa ya estaba harto de estar en la sombra mientras era el verdadero mandatario, y que esperaba que sus fieles súbditos le ayudaran a conseguir su fin.
Los emisarios de la sultana hasta cruzaron el estrecho y allí también ganaron para su causa a Ziri-ben-Atia, virrey de Mauritania, quien enarboló estandarte de rebelión.
Si a alguien temía Almanzor, era a este Ziri, porque era muy valiente y en vez de temer a sus enemigos los despreciaba. Era un fiero señor del desierto, orgulloso de su raza y fuerza. Ya le conocía desde muy joven, y en cierto modo admiraba su espíritu indomable e impetuoso de aquel hombre.
Años antes le había visitado, y Almanzor le había prodigado toda clase de atenciones, oro, mucho dinero y el título de visir. No porque lo temiera, sino porque lo admiraba. Pero nada de esto había ablandado a Ziri, quien cuando pisó tierra africana, se tocó la cabeza con las manos y dijo: "Sólo ahora sé que tú me perteneces todavía" . Cuando los suyos le llamaban "Señor Visir" se enfadaba, diciendo que este título, conferido por Almanzor, le degradaba." Yo soy emir, hijo de emir ", este es mi título. "Si los andalusíes tuvieran todavía rastro de dignidad , si en Al-Andalus no hubiera más que idiotas, este hombre hoy no existiría""
Pero Almanzor tenía muchos partidarios en el sur de la Península, porque era valiente y generoso, inteligente y justo, y además, gustaba mucho a las mujeres.
Cuando le reportaron las palabras de Ziri no mandó cortarle la cabeza, como hubiera sido lo normal, sino que no reaccionó, y más adelante hasta nombró a Ziri virrey de Mauritania. Le temía, y quizá también le odiaba, pero le admiraba y le creía sincero y leal. Pero los acontecimientos no le dieron la razón. Bajo una rudeza un poco bestia, Ziri ocultaba mucha astucia y ambición.
Se dejó tentar por el dinero que le ofrecía Aurora para liberar al califa de su yugo, tal vez pensando en ocupar su lugar.
(continuará)
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