Fuí sola, porque mi madre había muerto y Paco y yo cuidábamos de mi padre, y no podíamos dejarlo solo. Luego él se fué por su cuenta a Marruecos, a ver a unos amigos.
Cuando llegué a Lima ya me esperaba el representante de mi agencia de viajes, quien me llevó al hotel cerca del Macchu Picchu, y había unas vistas estupendas.
Como viajaba sola me tenían que buscar un autobús para que pudiera hacer mis excursiones en el que fuera gente que hablara español y fuera de mi agrado, y -aquí viene lo gracioso- como que consideraron que no encajaba bien en los otros grupos que hablaban mi idioma, me pusieron en un bus lleno de
brujos-as de todas las nacionalidades sudamericanas.
¡Pues no pudieron hacerlo mejor!. A mí estos temas me encantan y además los brujos-as resultaron ser encantadores.
Yo estaba, si puede decirse, en la gloria, hablando con aquella gente tan simpática de "sus cosas", y yo también participé activamente en las conversaciones.
Comimos en un restaurante al aire libre entre aquellas preciosas y verdes montañas, sin parar esa charla y me dijeron que si no tuviera que volver a España me pondrían al corriente de sus cosas, porque yo "tenía madera" (cosa que yo siempre he sospechado)
Me despedí con pena de ellos, pero contenta por haber pasado uno de los días mejores de mi vida.
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