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Pieles NO

martes, 18 de febrero de 2020

Una Historia de España -XXXIV- Muerte de Almanzor.

Cristianos batiéndose el cobre con los sarracenos

La carrera de Almanzor tocaba a su fin. Siempre había querido morir en batalla, para lo que llevaba cuando iba en plan bélico una mortaja, cosida por sus hijas.
Esta mortaja había sido pagada con un dinero que le proporcionaba la posesión de unas tierras de su castillo de Torrox , porque él pensaba que era el único dinero limpio que había ganado en su vida...
En la primavera del año 1002 emprendió su última campaña, contra Castilla, y tuvo éxito, como en las anteriores.Destruyó el convento de San Millan, que era el patrón de Castilla, como había destruido cinco años antes el templo del patrón de Galicia.


A medida que envejecía se volvía más beato, cosa que ha ocurrido siempre. Tenía una enfermedad, de la cual las crónicas no cuentan nada, y es que Almanzor no quería ver a un médico ni en pintura. Desconfiaba de ellos y sufría mucho. Sabía que iba a morir pronto. Cuando terminó su última campaña ya no podía mantenerse a caballo y tenían que llevarlo en litera. Decía: "20.000 hombres están bajo mis banderas, pero ninguno tan miserable como yo".
Llevado así llegaron a Medinaceli.
 Además del terrible dolor físico, tampoco podía parar de pensar que después de muerto podían hacerle algo a su familia. El sabía que había llegado al poder por métodos poco convencionales, y aunque había sido un caudillo victorioso,  temía que aún al fin de sus días pudieran  derrocarle o negar su autoridad y ser una catástrofe para su casa y su familia.
Monasterio de San Millan, patrón de Castilla
Hizo venir a su lecho a su hijo mayor, Abd-el Malik (que en árabe quiere decir "servidor del rey"), y le dió varias instrucciones, entre ellas que confiara el mando del ejército a su hermano Abd-er-Rahman,(servidor del Misericordioso"y uno de los 100 nombres de Dios) y que volviera enseguida a Córdoba para aplastar cualquier intento de revuelta al saber que estaba agonizando.Abdel Malik lloraba, y su padre, que estaba casi irreconocible por la enfermedad que le estaba matando, y que casi no podía hablar, le reñía por blandengue.
Quiso despedirse de sus oficiales, y éstos quedaron impresionados al ver en aquel despojo irreconocible al jefe que los había llevado a tantas batallas victoriosas.


Con palabras y gestos, se despidió de ellos, y poco después, en la noche del 10 de agosto (vaya calorazo que debía hacer en Córdoba esa noche), murió.
Fué enterrado en Medinaceli, y sobre su tumba se grabaron estos dos versos:
"Las huellas que ha dejado sobre la tierra te enseñarán su historia como si la vieras con tus propios ojos.
Por Dios, que jamás los tiempos traerán a otro semejante a él, y que como él defienda nuestras fronteras"
El "epitafio cristiano" se lo escribió un monje:
"En el año 1002  murió Almanzor. Fué sepultado en el infierno".
Y es que había sido tremendo. Hizo más de 50 campañas contra los cristianos, dos al año: Una en primavera y otra en otoño.Había saqueado conventos, iglesias y también bastantes capitales, como Barcelona, León y Pamplona, saliendo siempre victorioso.
Era muy atrevido, pero tenía a su favor el terror que inspiraba a los cristianos, que cuando oían hablar de él perdían el oremus.
Por ejemplo, una vez que estaban metidos en batalla en un desfiladero peligroso por estar entre dos montañas y con pocas salidas, Almanzor vio que los cristianos eran los más numerosos y podían con ellos. Entonces el general , mientras sus tropas saqueaban a diestro y siniestro,  se dió cuenta de que los cristianos habían entrado en el desfiladero. y ordenó a sus soldados que construyesen rápidamente barracas y chozas, mientras también mandaba cortar la cabeza de los prisioneros. Pero lo que más asustó a los cristianos, es que estos movimientos de los árabes mandados por su caudillo, los de construír chozas y buscar aperos de labranza, parecían indicar que pensaban quedarse allí, en sus tierras. Entonces les ofrecieron la paz, a condición de que les devolviesen el botín. Almanzor rechazó esta oferta. Les dijo que si construían chozas eran que pensaban quedarse allí, porque-les dijeron- la próxima campaña contra ellos empezaba dentro de poco. Los cristianos, cada vez más asustados, les pidieron que se marcharan y que sí que les entregarian el botín, pero por Dios que se largasen.  Llegaron hasta a prestarle sus mulas para que llevasen el botín. El colmo.
Pero Almanzor tenía baraka , que Dios le miraba con cariño, y así siempre salía con bien.
En otra campaña, un abanderado se olvidó de la bandera en el mismo lugar en que estuvieron  sitiando una ciudad cristiana. Aunque hubieran pasado bastantes días, la bandera seguía allí porque los cristianos no se atrevieron a quitarla.
Y hay otras muchas anécdotas de Almanzor , casi siempre curiosas e interesantes.
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Por hoy, basta.
Las campanas de ida y vuelta

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