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martes, 2 de enero de 2018

Los papas se hacen de la picha un lío

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EL PAPA SE ENREDA CON EL PURGATORIO

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La teología llevaba tiempo reduciendo a mero cotilleo morboso la idea clásica del infierno, antes de que Juan Pablo II liquidase el asunto, en agosto de 1999, con la proclamación de que el infierno y el cielo católicos no son lugares físicos, sino meros estados de ánimo. Revisó a la baja las promesas celestiales y, también, los posibles sufrimientos de ultratumba.
El cielo, dijo el Pontífice, no es "un lugar físico entre las nubes". El infierno tampoco es "un lugar", sino "la situación de quien se aparta de Dios". El purgatorio es un estado provisional de "purificación" que nada tiene que ver con ubicaciones terrenales. Y Satanás "está vencido definitivamente; Jesús nos ha liberado de su temor".
Aquella corrección del más allá, sin embargo, no gustó a todos los jerarcas del catolicismo. Contra lo dicho por su predecesor, Benedicto XVI volvió sobre el asunto hace tres años para afirmar que "el infierno existe y es eterno". Además, creó una comisión para dictaminar sobre el purgatorio y otra para cambiar la doctrina sobre el limbo. Ayer, ha adelantado su criterio.
Benedicto XVI sostiene ahora que el purgatorio no es un lugar del espacio, pero sí "un fuego interior que purifica el alma del pecado". Hizo esta proclamación ante 9.000 personas que acudieron a la audiencia de los miércoles, cuya catequesis dedicó esta vez a la figura de santa Catalina de Génova (1447-1510), conocida por su visión sobre el purgatorio.
"El purgatorio no es un elemento de las entrañas de la Tierra, no es un fuego exterior, sino interno. Es el fuego que purifica las almas en el camino de la plena unión con Dios."
Añadió que santa Catalina no parte del más allá para contar los tormentos del purgatorio e indicar después el camino de la purificación o la conversión, sino que parte de la "experiencia interior del hombre en su camino hacia la eternidad".
Con esta proclamación, el Papa no descubre nada nuevo, pero denota su preocupación por la falta de instrumentos ideológicos con que combatir el pluralismo moral. Si el infierno, con mayúsculas, no existe, ni cualquier otro lugar de castigo, ¿qué queda a los predicadores del más allá como el lugar donde son premiados eternamente los justos y castigados los pecadores?
"Nuestro verdadero enemigo es unirse al pecado que puede llevarnos a la quiebra de nuestra existencia. El infierno, del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno".
Es declaración de Benedicto XVI en abril de 2007, en una audiencia en la que dibujó la figura de un Dios "de justicia" y castigador.
Y es parte de su llamada a la intolerancia con el relativismo y la laicidad, y de su decisión de reponer las armas del catolicismo clásico: el mundo como un valle de lágrimas; el cielo como premio a quien haga caso al Vaticano, el infierno como lugar de castigos terribles.
La nueva escatología papal poniendo patas arriba la interpretación clásica de los textos sagrados -apocalípticos, tenebrosos y vengadores-, dejó fríos a los teólogos, pero causó gran revuelo entre quienes seguían enseñando a los niños los catecismos clásicos y, sobre todo, la proclamación del imponente Tomás de Aquino, que entre los placeres esenciales de los que van al cielo colocaba en lugar preferente, además de la visión de Dios, el poco cristiano de la contemplación de los sufrimientos a que están sometidos los arrojados al infierno.
 
Juan G. Bedoya
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