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Breve historia del español o castellano
Artículo contribuido por Elena Pingarrón.
La lengua que conocemos como español o también castellano (denominación
empleada dentro de España, siga este enlace para más información: castellano),
es una lengua romance o latina que se gestó y se formó paulatinamente
en una región de la península Ibérica entre el siglo VI d.C. y el siglo IX-X
d. C., aproximadamente entre el año 500 y el año 800 ó 900 d. C., como todas
las lenguas romances, sin que existiera antes, apareciendo sus primeros
testimonios escritos en glosas junto a escritos en puro latín, hacia finales
del siglo X o inicios del siglo XI d. C. Es por tanto de entrada
una barbaridad decir que lenguas que parcialmente pudieron hablarse en
diversos puntos de la península en épocas muy anteriores y que hacía muchos
siglos que estaban perdidas y muertas, o bien sus hablantes, influyeron
directamente en el español, cuando el español no existía y tardaría muchos
siglos en aparecer.
Las lenguas romances o latinas son un grupo de lenguas generadas por
deformación y evolución directa del latín, es decir, son todas ellas latín
modificado, de las cuales las principales vivas son italiano, rumano,
retorromance, sardo, francés, occitano en todas sus variantes, castellano o
español, catalán, gallego y portugués (además de muchas otras lenguas
minoritarias o dialectos de lenguas romances perdidas). Las lenguas
romances o latinas son un subgrupo de lenguas indoeuropeas, es decir
todas ellas son a su vez indoeuropeas. Esto es así porque son latín
modificado y el latín es una lengua indoeuropea del subgrupo itálico, lo que
quiere decir que el grueso de su léxico y las estructuras de la lengua son
indoeuropeas. De hecho la casi totalidad de las lenguas generadas en Europa
son indoeuropeas, desarrolladas por pueblos que en época prehistórica,
anterior a todo documento escrito, fueron asentándose en todos los
territorios indoeuropeos y haciendo nacer lenguas a partir de un remoto
tronco lingüístico común que llamamos indoeuropeo.
Para entender por qué esto es así, hay que entender muy bien lo que es una
lengua. Una lengua, no es como pueda creer gente que carece de formación
lingüística, sobre todo un conjunto inmenso de palabras. Las palabras, o más
bien las raíces de una lengua, son sólo una parte de ella, una parte entre
otras muchas sobre la que se forma el inmenso edificio de la lengua. Porque
una lengua es a modo de un edificio de una gran complejidad, en que lo que la
define y más cuenta son sus estructuras y las interrelaciones entre ellas.
Las estructuras de una lengua son numerosísimas e incluyen miles de factores:
cómo se forman sus plurales, si sufija o no sufija y cuales son sus
mecanismos de sufijación, cómo son las estructuras verbales y de conjugación,
los procedimientos conectivos y subordinantes, qué funciones se registran en
su sintaxis, cómo es la generación adverbial...etc., etc. (no acabaríamos
nunca de nombrar cuestiones). Y todo esto, junto al léxico, es lo que define
básicamente a una lengua para ser lo que es, como su estructura
arquitectónica es lo que define lo que es una catedral gótica. Para que se
entienda, nosotros podríamos sustituir piedras desgastadas de la catedral
gótica de Notre Dame de Paris, y meter piedras que hubiéramos traído de China:
de todos modos labraríamos esas piedras con la forma adecuada para ser
insertadas en un punto de la catedral, adquirirían nueva forma funcional, y
por muchas que metiéramos, nadie jamás podría decir que Notre Dame de París
es la mezcla de una catedral gótica y una pagoda china. Seguiría siendo una
catedral gótica y no otra cosa.
Del mismo modo toda lengua es lo que es según su estructura que se debe a su
génesis, y no es nunca "la mezcla de otras lenguas", aunque todas
las lenguas conocidas adquieren "ladrillos" o "algunas
piedras" para su edificio, procedentes de otras lenguas con las que a lo
largo de su historia han estado en contacto cultural, geográfico o político.
Estos “ladrillos” (palabras o raíces que llamamos préstamos) adquieren nueva
forma y nuevos rasgos funcionales dentro del edificio de la lengua. Es por
eso que a pesar de que las palabras del inglés (del inglés total, hablado y
literario, no del limitado inglés hablado cotidianamente en la calle) son
mayoritariamente de origen latino por adquisición (hacia un 70%), el inglés
no es una lengua romance o latina, sino del grupo indoeuropeo anglogermánico,
o germánico occidental, porque germánicas son todas las estructuras que rigen
el edificio de la lengua.
En las lenguas romances, como por ejemplo el español, todo el edificio
estructural de la lengua procede del latín y es por eso que para sus
lingüistas es imprescindible estudiar latín, porque sólo haciéndolo van a
entender hasta el fondo la estructura de cualquier lengua romance (no sólo el
español, cualquiera de ellas).
Con estas apreciaciones, y dado que el español es latín modificado,
remotamente la historia del español se puede llevar como mucho al momento en
que penetra en Hispania la lengua madre del español, o sea, cuando los
romanos, procedentes de Italia como todos sabemos, penetran en Hispania como
parte de una ofensiva contra los cartagineses, lo que sucede a finales del
siglo III a.C. En ese momento en Hispania se hablaban muy diversas
lenguas por los diversos pueblos que la habitaban, como el ibérico (lengua no
indoeuropea hablada en toda la orla costera mediterránea), el celtibérico en
la meseta central que era un mosaico de dialectos (variante peninsular del
celta, lengua indoeuropea que entonces se hablaba también en todo lo que es
la actual Francia y Bélgica, en Irlanda y en Inglaterra), el cántabro y el
astur (lenguas de cuya naturaleza apenas sabemos nada), el vasco (otra lengua
no indoeuropea, muy minoritaria, hablada en las montañas de Vasconia en el
nordeste del litoral cantábrico, y cuya zona mayor de habla no pertenecía a
Hispania, sino se situaba más bien en el sudoeste de la actual Francia).
Los romanos incorporaron en breve Hispania a sus territorios y se produjo
entonces en estas tierras (como en otras del Imperio Romano) el fenómeno de
aculturación más potente que se conoce en toda la antigüedad y que llamamos
romanización. Consistió este en la traída de una tecnología, formas de vida,
organizaciones políticas, estructuras del poblamiento y urbanas,
instituciones sociales, escuelas, etc. infinitamente más desarrolladas
y avanzadas que las de las poblaciones locales, que poco a poco no sólo
abandonaron sus formas de vida en un rápido proceso para sumarse a las
nuevas, sino también olvidaron todas sus lenguas en un periodo comprendido
entre el siglo III a.C. y el siglo I d.C. De este modo desde el
siglo I d.C., ya habían desaparecido todas las lenguas prerromanas de
la península Ibérica, excepto una pequeña comunidad de hablantes del vasco o
euskera refugiados en los montes de Vasconia que siguieron con sus formas de
vida, montes y bosques donde nunca penetraron romanos ni gente romanizada,
pues la zona carecía de todo interés económico para ellos. Puede decirse que
salvo ellos, todos los hablantes de Hispania hablaban latín, normalmente a
nivel popular, lo que se llama latín vulgar, al igual que se hacía en toda la
mitad occidental del Imperio Romano (los actuales países del Mediterráneo
central y occidental).
Así las cosas, los hablantes de Hispania siguieron hablando latín durante
varios siglos, pero a fines del siglo V d.C. en medio de una tremenda
crisis política, se derrumba el Imperio Romano Occidental y con su estructura
política desaparecen las instituciones, ejército, administración, red de
escuelas públicas, comercio lejano, etc. Sus territorios quedan sumidos en un
aislamiento muy considerable en que empieza a surgir un mosaico de reinos
regidos por élites bárbaras (en su mayoría de origen germánico). Es entonces
cuando en todos estos territorios las diversas masas de población campesina aisladas
y sin la normalización que proporcionan escuelas, servicios municipales y del
ejército, comercio continuo, influencia del latín culto, etc., van a empezar
a intensificar fuertemente una deformación según tendencias locales del latín
vulgar, generando, en un proceso de tres o cuatro siglos, las llamadas
lenguas romances (del latín romanice, es decir, habla "a la manera
romana"). El español, que entonces sí que sólo podría llamarse
"romance castellano", se generó en una región muy concreta
comprendida entre el sur de Cantabria, norte de Burgos y parte de la Rioja
(lo que sería después el primitivo condado de Castilla que dio lugar al reino
de Castilla) y fue expandiéndose por la península en la Edad Media sobre todo
hacia el sur al ritmo de la Reconquista de territorios a los musulmanes que
habían invadido buena parte de Hispania desde inicios del siglo VIII.
La larga historia posterior de esta lengua, conocida internacionalmente como
español de manera general al menos desde el siglo XIV, es bastante
sabida, así como su exportación a América y su enorme número de hablantes.
Por la génesis y la vida de esta lengua, en lo que se refiere a su léxico
tenemos la siguiente situación:
- La
lengua se formó a partir del latín y su léxico, luego, aparte de todas las
estructuras lingüísticas, las palabras patrimoniales son básicamente
latinas. Por el hecho de ser latinas son a la vez indoeuropeas, pues las
raíces latinas en su conjunto tienen un origen indoeuropeo. Pero en ese
léxico latino vulgar, por ser el latín una lengua viva que también tenía
su contacto con otras lenguas, había ya algunos préstamos de otras
lenguas que conservamos, como:
- Acequia
-
-
-
-
-
- Palabras de origen griego que constituyen el
principal grupo de préstamos en el latín. El griego, lengua que alcanzó
su esplendor cultural varios siglos antes que el latín, siempre fue una
lengua de contacto (de adstrato) para el latín, dada su pujanza y grado
de uso en la zona oriental del Mediterráneo. Y así incluso en el
Imperio romano, en la zona Oriental se hablaba corrientemente griego.
Esto hacía que además todos los romanos con estudios superiores
estudiaran también griego, y aunque en Hispania no se habló jamás
griego al menos por parte de la gente corriente y modesta, una serie de
palabras griegas habían pasado a formar parte del latín, y así desde el
origen, tenemos toda una serie de palabras del vocabulario corriente
que son remotamente de origen griego, como por ejemplo pena,
bodega, perejil,
ampolla o teatro.
-
- Unas pocas palabras de origen celta, como por ejemplo
canto (con el sentido de borde) o salmón, lengua hablada en toda la
Galia y en su variante celtibérica en buena parte de Hispania cuando
los romanos llegaron. Del celtíbero parece proceder por ejemplo la
palabra perro.
- Algunas palabras de origen germánico introducidas en
el latín vulgar, no sólo porque los germanos eran los vecinos del
norte, sino porque de hecho penetraron en el Imperio Romano. Además,
por ejemplo en Hispania, a la caída del Imperio Romano se formó un
reino visigodo, regido por unas élites guerreras visigodas que, aunque
hablaban latín, tenían una lengua germánica como lengua materna. Así
por una vía o por otra, llegaron al latín vulgar tardío palabras
germánicas, como por ejemplo guerra,
guardar, esclavo o rico.
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- Algunas escasísimas palabras de las que se sospecha
un origen peninsular prerromano, procedentes de las lenguas hispanas
extintas, pero que pudieron quedar en el fondo léxico de los hablantes
hispanos del latín, como la palabra balsa o algunos topónimos, así como
alguna escasísima palabra de origen vasco, lengua vecina de la
comunidad que gestó el castellano, como por ejemplo izquierda o cencerro.
- Por último en el latín también había raros términos
de distintas lenguas orientales, como por ejemplo la palabra tiro y el
verbo tirar, que parecen proceder del persa.
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- Una
vez formado ese castellano que sería después llamado español (ver más en
la entrada de castellano), empezó a adquirir nuevos
aportes léxicos debidos en parte a sus avatares históricos, de los cuales
importa destacar:
- Principalmente
un nuevo y gigantesco aporte de palabras del latín sin alteraciones, y
este aporte constituye el grupo mayoritario del léxico del español: son
los conocidos cultismos latinos que invaden toda el habla, pues hasta
palabras tan corrientes como nocturno y amor son cultismos. Este proceso
se debe sencillamente a un hecho: el castellano gestado, como todas las
lenguas romances, era en principio una lengua de campesinos analfabetos
y gentes muy modestas con un vocabulario limitado referido a las cosas
concretas de la vida. Las élites cultas de la sociedad seguían hablando
y escribiendo latín, y sólo en esta lengua podían comunicarse entre
ellos y expresar sin problemas toda la riqueza posible de ideas. En
cuanto el castellano o español tuvo que ser utilizado para legislar,
para escribir para el pueblo, etc. de la mano de formas estatales más
complejas, desde los estratos cultos de la sociedad se produjo un
traslado directo de infinitos términos del latín que la lengua romance
había olvidado. Fue muy sencillo, pues fue insertar de nuevo latín
dentro del latín. Este proceso de culturización y ampliación léxica se
produjo en todas las lenguas romances (francés, italiano, ...etc.) y
hasta en algunas no romances como el inglés, en que lo hicieron copiando
del francés. En el caso del español este proceso tuvo su mayor
intensidad en el siglo XII y se prolongó con fuerza hasta el XV,
aunque más levemente nunca cesó y continúa hasta la actualidad con la
configuración de nuevos términos a partir de raíces latinas (piénsese en
vocablos como ferrocarril, frigorífico, avión
o astronave).
-
- Un
importante grupo de arabismos. Los musulmanes y con ellos la lengua
árabe penetraron a principios del siglo VIII en la península y
acabaron con el debilitado estado visigodo, una parte de cuyas últimas
élites huyó al norte de España. Los musulmanes que pasaron no fueron
tantos: unas escasas élites de origen árabe y un contingente de tropas
de origen bereber norteafricano, pero impusieron su poder político en
parte del territorio y allá donde lo hicieron buena parte de la población
hispanorromana se arabizó en lo religioso y cultural y poco a poco
también en lo lingüístico. Los musulmanes estuvieron presentes en la
península (sobre todo en el Sur) hasta fines del siglo XV,
ocupando más o menos territorios según las épocas, ya que la Reconquista
de los estados cristianos del norte los fue reduciendo territorialmente
a lo largo de la Edad Media y al final sólo tenían un reino en Granada.
En los territorios ocupados por los árabes en principio también se
hablaban lenguas romances (se conocen como mozárabes, por la presencia
de vocablos árabes en ellas), pero se fueron perdiendo ante la presión
del árabe. Cuando las élites árabes fueron definitivamente expulsadas,
los procesos de repoblación y otras medidas erradicaron el árabe. Sin embargo
quedó un importante grupo de vocablos de origen árabe en el español,
como algarabía, alcalde,
acequia, etc.
Tomates mallorquines de ramellet
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Como curiosidad, así como los
tomates en Europa tuvieron rápida aceptación, las patatas no. Los españoles
que las trajeron de América no se atrevían a comerlas, pues pensaban que
eran venenosas. Pero después se extendieron por todos los países y
sirvieron de gran alimento para gente de todas las clases sociales.
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- Un
importante bloque de palabras de origen griego, algunas trasladadas del
griego clásico, pero en su mayoría neologismos de nueva acuñación para
las diversas ciencias. En efecto, desde fines del siglo XV, en
parte por el traslado de muchos eruditos y textos de Constantinopla
tomada por los turcos, y en buena medida por el fenómeno cultural
llamado Renacimiento y Humanismo, que supone una intensa recuperación
cultural del mundo clásico griego y romano, no sólo intensifica la
recuperación de más términos latinos, sino que inaugura un despegue de
la ciencia que es creciente y un recurso cada vez más intenso que se
prolonga hasta nuestros días a las raíces griegas para la creación de
innumerables términos, sobre todo científicos, como telescopio, bacteria,
hematuria, cardiología y todos los que podamos
evocar. Este fenómeno no es exclusivo del español, sino que se da en
general en las lenguas europeas y occidentales.
- Toda
una serie de palabras procedentes de lenguas americanas (mapuche, maya,
quechua...etc.). En efecto, desde la llegada de Colón a América a fines
del siglo XV y la incorporación de muchos de sus territorios a la
Corona de Castilla, el español será exportado a América y constituirá
lengua usual y oficial de la mayoría de países latinoamericanos. Allí
entra en contacto con nuevos productos que denominar y en general con
muchas lenguas previas, de las que tomará toda una serie de vocablos,
como por ejemplo tomate, maíz,
cacique, etc.
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- Algunas
palabras procedentes de lenguas de la península ibérica, como el
catalán, gallego o portugués. En general son palabras que se insertan
muy bien en la lengua, pues suelen ser palabras latinas, sólo que
evolucionadas en otra comunidad romance.
- Algunos
italianismos, introducidos sobre todo desde el Renacimiento y
relacionados sobre todo con el campo de las artes y la literatura, como
por ejemplo, novela, piano
o esdrújula.
- Una
serie de galicismos o palabras del francés, lengua que tiene una
preeminencia política y cultural grande en los siglos XVIII y XIX y que
hasta bien entrado el siglo XX fue considerada la lengua
internacional de la diplomacia, que son palabras como por ejemplo jefe,
garaje,
chófer o mermelada.
Del francés y el italiano cabe decir lo mismo que de las lenguas
peninsulares: sus préstamos son mayoritariamente de origen latino, sólo
que evolucionados en otra comunidad romance, por lo que en general se
adaptan fácilmente a la lengua.
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- Una
serie de anglicismos o palabras procedentes del inglés, lengua cuya
preeminencia internacional se da hoy en día con mucha fuerza. Estos
préstamos, si realmente son de palabras de raíz anglogermánica, son de
más difícil adaptación y siempre hay dudas en su variación morfológica
hasta lograr una adaptación completa. Son palabras como fútbol,
cóctel, esnob,
etc. Pero a veces el inglés lo que nos reenvía son puros cultismos
latinos en nada ajenos, que esa lengua había adquirido del latín a
través de otras lenguas romances, como video o informática.
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- Por
último también el español, lengua viva y en contacto general con el
mundo, como todas las lenguas, puede tener esporádicamente algunas
palabras aisladas tomada en distintos momentos de su historia pasada o
presente de muy diversas lenguas, como africanas o asiáticas.
Es
importante señalar que desde el Renacimiento el español se regula, se fijan
sus normas y su gramática (es notoria la Gramática de Antonio Nebrija,
compuesta en 1492, por ser autor pionero en esta labor) y que a principios
del siglo XVIII se crea la Real Academia Española, organismo fundamental
hasta hoy en la ardua labor de recoger las voces, regular los usos y velar
por la corrección de la lengua.
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