Monseñor Mario Canciani (1928-2007), prelado, teólogo, exégeta, filósofo y biblista, autor, entre otros, del libro En el Arca de Noé: religiones y animales, afirma no solo que los animales tienen alma, sino que sus almas van al paraíso. El Papa San Juan Pablo II -como dijimos -afirmó que las Sagradas Escrituras “admiten que incluso los animales tienen un soplo o aliento vital y que lo han recibido de Dios” (Fund. Salmos 103/104 Tanaj y A.T.) lo cual debe comprenderse -a nuestro juicio -sin que los animales no humanos pierdan las propias características ontológicas, es decir, de las características de realidad de su ser. La afirmación de San Juan Pablo II también supone el reconocimiento de que como dice el Papa Francisco siguiendo al santo de Asís en Laudato sí, nro. 92 «caminamos juntos como hermanos y hermanas y un lazo nos une con tierno afecto al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la Madre Tierra». Desde esta perspectiva, todos los seres, en la medida en que son nuestros hermanos y poseen su propio nivel de sensibilidad siendo portadores de dignidad hallándose habilitados a recibir el aliento vital.
De ahí se sigue que participa de la inmortalidad del alma y la posibilidad de ser recibido en el paraíso (Papa Francisco). “No te preocupes, que volverás a encontrártelo en el cielo” le dijo Pablo VI a una niña que estaba apesadumbrada porque acababa de morir su perro.
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