Hoy voy al entierro de Cati Vich Mercant, la señora que cuidó de mi padre en sus últimos años. Era una de las mejores personas que he conocido, demasiado, pues a veces yo la reñía, diciéndole que "de la bondad a la tontería no hay más que un paso, y muy corto". La pobre ha muerto víctima de un miembro de su misma familia, enfermo también, que no ha sabido cuidar a su cuidadora.
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