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Pieles NO

jueves, 8 de octubre de 2009

¡Caray con San Alejo!


Como ya dije en mi anterior post (abajo, que esto va al revés), yo estaba decidida a cambiar mi vida crapulosa y mis posts verdes y mis chistes malos e irreverentes. Pero después de leer las loas a San Alejo que figuran debajo, mostrándolo como camino de perfección, me parece que voy a pensármelo dos veces. Caray con el payo. O sea, que, estando casado, deja plantada a la mujer, la familia y los criados (que le denuestan (¿se dice así?), porque deberían tener más sentido del deber que él, y a lo peor también había entonces mucho paro y se quedaban sin trabajo)y después de dar a sus padres un disgusto de muerte, se larga por esos mundos de Dios en plan vago y haciendo tonterías sin cuento, ayudado encima por la Virgen. Como hijo pródigo, cuando pintan bastos vuelve al hogar, y allí encima no le dan una paliza como se merecería, sino que le reciben con los brazos abiertos. Y es que todos los granujas tienen suerte. Seguramente los criados que tanto le denostaron en su día no salieron a recibirle.

ORACIÓN A SAN ALEJO

¡Oh gloria de la nobleza romana y verdadero amador de la pobreza e ignominia de Cristo! ¡Oh Alejo bendito! que en la flor de tu juventud, por obedecer a la inspiración del Señor, dejaste a tu esposa y saliste como otro Abraham de la casa de tus padres, y habiendo repartido lo que llevabas con los pobres, viviste como pobre y mendigo tantos años desconocido y menospreciado entre los hombres. Tú fuiste muy regalado y favorecido de la Virgen María nuestra Reina y señora, y huyendo de las alabanzas de los hombres, volviste por instinto de Dios a la casa de tus padres que por su voluntad habías dejado, para darnos ejemplo de humildad, de paciencia, de sufrimiento y constancia, y para triunfar de tí y del mundo con un género de victoria tan nuevo y tan glorioso.

Pues, ¡oh santo bienaventurado! rico y pobre, noble y humilde, casado y puro, llorado de tus padres, denostado de tus criados, desestimado de los hombres y honrado de los ángeles, abatido en el suelo y sublimado en el cielo, yo te suplico, Alejo dulcísimo, que por tus merecimientos y oraciones yo alcance del Señor la virtud de la perfecta castidad, de obediencia, de menosprecio de todas las cosas transitorias, y gracia para vivir como hombre peregrino de su patria, y desconocido y muerto al mundo. Amén.

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