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Pieles NO

viernes, 5 de febrero de 2010

Historia de Manzanilla

Manzanilla, mi vieja gata, llegó a alcanzar los 17 años.
Un día entraba en el portal de mi casa y algo peludo se frotó contra mí. Era un felino tricolor, de unos dos meses, flaco y sucio. Me miraba suplicante. No podía decirme más claro que quería venirse conmigo. Yo la recogí, pensando que al día siguiente la llevaría a un Refugio de animales. En mi casa le di leche tibia con pan, y carne de mi gata Tila, que se la miraba con estupor. . La más tarde llamada Manzanilla comía sin parar, tanto, que tuve que quitarle los restos para que no le diese un patatús. Con la barriga ya de considerables dimensiones, el cansancio y las emociones, le entró sueño. Y en vez de acostarse en la alfombra, en uno de los muchos cojines de mi otra gata, en un sillón… no tuvo otra ocurrencia que hacerse una rosca en un sitio que a mí me llegó al corazón.¡En la pala de la basura!. Como diciendo, eso ya es bastante para una gata sucia y callejera como yo.
Manzanilla nunca fue al refugio. Se quedó en casa. Hizo buenas migas con Tila, dos años mayor, y cuando ésta, a los 18 años, murió, tuvo una depresión que casi se va detrás. No comía, y se arrancaba el pelo maullando tristemente. Hubo que darle tranquilizantes y me la llevé a dormir a mi lado. Así salió adelante, y fue una gata vieja, feliz y que sabía más que Lepe. Hacía lo que quería de nosotros, como las dos que tenemos ahora. Nos tenía en un puño. Mejor dicho, en una pata.


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