pieles no
sábado, 31 de julio de 2010
Las huelgas y yo
Desde que en este país de nuestros pecados se reconoció el derecho a la huelga, cosa que con Franco estaba penadísimo, por menos acababas delante de la tapia del cementerio, que es donde se fusilaba a la gente. Yo siempre que he pensado que era por comodidad, así los muertos podían ser enterrados cerca. Pero dejándonos de ir por los cerros de Ubeda, tan conocidos por mí por recorridos una y otra vez, el caso es que cuando ya se podía hacer huelga sin que te mataran o pasar el resto de tus días en la cárcel, yo me apuntaba a toda huelga que se convocara en la Administración, en la cual trabajaba. Como todos estos paros tenían su justificación, yo me apuntaba a un bombardeo, pues a mí la marcha sociopolítica siempre me ha ido una barbaridad. Mi médico, que sabía que estaba mal de los nervios, siempre me decía que "tenía que llevar una vida muy tranquila", pero yo no podía; pasar al lado de una de estas movidas (manifestaciones varias, huelgas más o menos salvajes...)me parecía perder algo precioso, pùes al haberme pasado lo mejor de mi juventud bajo la férula de Franco y sin poder desahogarme, hacía que metida en estas harinas me sintiese estupendamente. Pero todo tiene su precio, y gracias a mi lado tan reivindicativo me creé una serie de enemistades entre mis jefes, que me putearon a conciencia. Solo pude progresar algo con la ayuda de los compañeros de CCOO, de inestimable ayuda.
Pues una vez se convocó una huelga en la administración a la que yo pertenecía,ya independiente del poder central. Como para hacer huelga hay que avisar antes a la sección de personal (ahora se llama de Recursos Humanos, cosa que no sé por qué me da mucha risa), pues yo voy y llamo. Me sale una tipa llamada Pilar López, del PP y amargada total.
-¿Diga?
-Pues que yo soy Maria Dolores de Burgos, y llamo porque mañana pienso adherirme a la huelga.
-¿Ah, si?. Pues te pasarán cosas.
-¿Qué cosas?. Lo único que me puede pasar es que me descontéis un día de haber.
-Un momento...
La interfecta vase, y regresa al poco:
-Que me han dicho que te pasarán cosas...
-¡¿Pero qué cosas?!- dije yo, ya furiosa.
-Eso no te lo puedo decir...
Yo, ante este panorama, y además que era la UNICA en toda la autonomía de Baleares que quería hacer huelga, pues no la hice.
Lo que pasaba siempre con estas movidas es que unos pocos las hacíamos, nos poníamos en evidencia, nos puteaban, pero cuando conseguíamos algo, los cobardicas que nos habían dejado solos, los malditos esquiroles, se beneficiaban de nuestro sacrificio.
Un día hablaba con una funcionaria de estas, afeándole yo el que no se adhiriera a ningún paro.
-¿Y para qué?- me contestó cínicamente.-Si ya las hacéis vosotros (los del sindicato) y luego me beneficio yo...
Y tenía razón, pero si todo el mundo fuera tan carota y tan pasota, todavía estaríamos con las monarquías absolutas, estilo Luis XIV o los zares de Rusia.
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