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Pieles NO

sábado, 12 de marzo de 2022

Cosas raras

Mi madre tenía una extraña carencia, que yo no he visto en nadie, unicamente en una cosa que yo también tengo.
 Mi madre era una mujer culta, era escritora y había publicado varios libros sobre Historia medieval. Como yo, odiaba cocinar y las tareas domésticas, y no soportaba a los niños. Pero lo que quiero exponer no es nada de esto.
 Mi madre tenía una carencia rarísima, que no la he encontrado ni siquiera en Internet. No podía, no sabía, manejar ningún tipo de máquina. Ni en la cocina una batidora, ni un microondas. Me exasperaba porque era incapaz de hacer una fotografía. Yo he sido siempre aficionada y he ganado algún pequeño premio. Mi padre me enseñó a hacer buenas fotos, el encuadre, la luz, etc. Lo aprendí desde muy niña, porque me gustaba. Lo que a uno le gusta, le resulta fácil de aprender.
 Pero mi madre era incapaz de tomar una foto, lo que me exasperaba porque cuando ibamos de viaje; a veces me hubiera gustado también salir yo en las fotos, pero sabía que si le daba la cámara a mi madre, sería foto perdida. Una vez le puse una cámara en las manos para que me la sostuviera un momento, y como estaba hablando con otra señora, se le cayó de las manos al suelo. Yo me enfadé mucho y no pude comprender nada. Menos mal, que por chiripa, mi cámara resistió.
 Tampoco sabía encender una linterna ni infinidad de cosas manuales. Y lo que decía al principio, que yo siempre he tenido una carencia que me ha exasperado, pero no pude hacer nada por corregirla. Se trata de conducir un coche. Yo, a los 18 años, tomé clases de conducción en una academia y luego me examiné. Hice un examen impecable, a la primera, cosa que era rara. Eso, para poder conducir el coche de la familia, un humilde Seat 600. 
Pero cuando quise salir a la calle estaba asustada, me entraba el pánico. Era el coche el que me llevaba a mí, y no yo a él. Solo conducía a gusto por carreteras solitarias, porque por la ciudad me resultaba imposible saber cuál era la dirección adecuada, todas las calles me parecían iguales. Cuando se trataba de buscar aparcamiento, yo sudaba..
.Y eso que me gustaba mucho conducir, pero los demás coches me estorbaban. Lo intenté con ahinco, pero al cabo de un par de meses lo dejé, porque no me merecía la pena pasarlo tan mal. Me dí cuenta que, o yo mataría a alguien o me mataría yo. Una vez que conducía por una calle del centro de Palma, de pronto me salió un señor mayor de esos que cruzan sin mirar, y por poco me lo llevo por delante. Vaya volantazo que tuve que dar. Yo pensé: María Dolores, esto no es lo tuyo. Me daba un poco de rabia porque tod@s mis amig@s conducían sin ningún problema. 
Salió ganando el gremio del taxi.

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