Yo tuve la desgracia de nacer y ser niña y adolescente durante la tiranía en España del dictador Francisco Franco, que como era un beato convirtió el país en una especie de convento de ursulinas. Para las mujeres, sobre todo.
Mi madre era de Gerona y su padre, mi abuelo, era un magistrado que ejercía en la ciudad de Gerona, en Cataluña, donde había nacido mi madre. Tener este abuelo cuando niña me hubiera resultado muy útil, pero por desgracia murió una mañana que se afeitaba de un infarto fulminante.. No padecía del corazón y mi madre y mi abuela, que aún estaban en la cama, se llevaron un susto horrible, porque mi abuelo era muy alto y de fuerte complexión y al caer por lo visto hizo un ruido tremendo.
Fue una desgracia para mi madre –y de paso para mí- porque su padre no la hubiese dejado ser tan malcriada y además yo hubiera podido contar con él.
Yo nací en Zaragoza, porque mi padre era militar y estaba destinado allí. Luego, tres años más tarde, le destinaron a Mallorca, Islas Baleares, donde nos quedamos para siempre.
Yo de pequeña aprendí a leer y escribir en casa con una profesora particular, pero no pude ir al colegio hasta los 6 años, pues desde que llegamos a Mallorca, yo, que era una niña muy sana en Zaragoza, en Palma enfermé gravemente de escarlatina y acto seguido tuve una enfermedad de las llamadas raras, una corea reumática o de Sydeneham, por la que estuve a punto de morir y los médicos dijeron a mis padres que eran jóvenes y podían tener más hijos. O sea, que ya me daban por muerta, pero no me morí, y recuerdo una noche horrible con pesadillas, que pasé en que la fiebre me subía y bajaba como un ascensor y todos los médicos decían que mi corazón no resistiría, pero resistió.
A la mañana siguiente me desperté como en el Paraíso, sintiéndome muy bien y muy contenta. Fue una enfermedad larga y me quedaron algunas secuelas de movimientos con la cabeza, por los cuales las Teresianas y mis compañeras de clase se reían mucho.
Yo a las Teresianas las odiaba, primero porque con las otras niñas se reían de mis tics, que poco a poco fueron desapareciendo, pero ellas no tenían que haber permitido que mis compañeras me hiciesen este bullying.
Pero lo peor era , por lo menos para mí, la desastrosa educación que nos dieron en religión y el sexo, que parecía el único pecado que existía.
Mi madre era muy beata, por la educación de Mn. Rovira y el ambiente en que vivían todos los españoles en el régimen de Franco, que era muy serio, y sólo sonreía cuando veía a un cura...pues mi madre me obligaba a ir a confesar y comulgar todos los domingos, cosa que yo detestaba, porque lo pasaba francamente mal. Las Teresianas siempre nos insistían en que teníamos que ser muy puras, y mi madre decía que no tenía que caer en el nefando pecado de los tocamientos -o sea, la masturbación- Las Teresianas nos decían que para comulgar teníamos que estar libres de pecado, sobre todo de la impureza, y todas ya sabíamos a qué se referían.
Las confesiones me hacían sudar de angustia, porque aquellos curas nos preguntaban que "cuántas veces nos habíamos tocado"y cómo, y yo me ponía muy nerviosa porque no quería entrar en detalles. Luego le decía a todo que sí, me daba la absolución.
Pero aquí no terminaba la tortura, y empezaba lo peor. Yo me creía todo lo que me decían, que el comulgar en pecado mortal era un sacrilegio, y cuando estaba en la fila del comulgatorio yo me hacía caca en las bragas de terror, pensando que iría al infierno.
A mí, entre mi madre y las Teresianas, me amargaron la infancia, que fue bastante triste.
Me refugié en la lectura, y me leía todos los libros de aventuras que mis padres me compraban, y también leía los libros de Historia de la biblioteca de mis padres.
Estudiaba mucho, porque entonces no se podía hacer como ahora, que se pasa de curso teniendo pendiente el pasado. Antes había que repetir todo el curso -cosa que me parece bien- y a mí el tener que estar más de un año en el colegio con las Teresianas me horrorizaba, para mí era mi presidio y contaba los años que me faltaban para salir y nunca suspendí nada, XD.
Salí a los 16 años habiendo hecho el Bachiller Superior, y como aquí no había universidad, mi madre no quiso que me fuera a Barcelona, porque entonces no podía controlarme, y yo tampoco quería seguir estudiando, que nunca me gustó nada.
Yo estaba feliz sin tener que ir al colegio, y luego empezó mi vida laboral, pues trabajé en un laboratorio de explosivos del Ejército del Aire, donde mi padre era el jefe y me enseñó a disparar con pistola, fusil y metralleta. Yo hacía pruebas de la pólvora de los diferentes lotes de cartuchería, y cobraba un plus de peligrosidad.
Este ambiente me gustaba mucho. Pero me destinaron a Canarias y yo siendo soltera no pude ir, y me quedé en Palma estudiando idiomas, que eso sí me gustaba.En el cole siempre sacaba sobresalientes en latín y griego, así que estudié inglés, alemán, ruso, italiano y el francés ya lo sabía de pequeña.
Con este bagaje hice oposiciones a funcionaria, que aprobé con muy buena nota, y pasé a trabajar en la Oficina de Turismo del Aeropuerto, donde acabé siendo la jefa.
Entretanto conocí a varios chicos, entre ellos al que fué mi marido y fuí muy feliz con él , a pesar de las insidias de mi madre, quien hizo todo lo posible para que nos peleáramos, sin conseguirlo. Soy viuda hace 6 años.
Ahora vivo sola, rodeada de gatos, que son mi familia.
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