(De “Perros y gatos en la Historia)
EL GATO DE LAO TSÉ
El viejo Lao tenía un gato grande y gordo al que quería mucho.
-Eres el Tao con patas-le decía sonriendo, mientras pasaba la mano sobre el pelaje de su compañero.
Vivían los dos solos pobremente, el hombre comiendo hierbas y raíces y el gato cazando animalillos. Cuando Lao Tsé escribía hacía largas pausas, se acariciaba la barba gris , y mirando a su gato iba dando forma al Tao-te-king.
-He estado escuchando lo que dice ese Confucio- le dijo un día el minino, que era muy cotilla. -Y, la verdad, no os llega ni a la altura del zapato. No hace más que hablar de derechos y deberes. Es un bobo.
-No hables así de un hombre justo- le reprendió su amo.
-Y, ¿recordáis aquel día en que estuvo aquí a visitaros y estuvisteis discutiendo y charlando tanto rato? ¿Sabéis qué dijo cuando se iba?
-¿Pues qué dijo?- contestó el viejo filósofo, sonriendo con la boca y con los ojos.
-Murmuraba algo así como: “-El viejo Lao es como un dragón de fuego que se escapa tras el viento y las nubes, y no se puede alcanzar”.
El hombre no contestó.
-De lo que se deduce- prosiguió el gato-, que no entendió nada de nada.
-No hagas juicios precipitados. Además, Kung-fu-tsé es aún joven.
-Sí, y además no me tiene a mí. Pues reconoced que sin mi ayuda e inspiración, muchas de las cosas que escribís no se os hubieran ocurrido- dijo el felino sin la menor modestia.Los gatospueden decir cosas así porque nunca se ruborizan.
-¡Ah, granuja!. ¿No sabes que la primera virtud de un sabio debe ser la humildad?
-Pero aquí el sabio sois vos, no yo- contestó el otro con la mayor desvergúenza. -Yo solo soy vuestra inspiración.
Lao Tsé se echó a reír y le dió un cariñoso tirón de los bigotes.
En aquel momento apareció en la puerta de la cabaña el perro del leñador, que venía, como todas las tardes, a charlar un rato con su amigo felino. Llegaba contento, meneando el rabo, como hacen los de su especie cuando están de buen humor.
El gato no se movió, pero expresó su satisfacción inclinando sus pesados párpados sobre sus ojos color jade.
-¿No es muy vulgar ese perro para ser amigo tuyo?- dijo Lao Tsé una vez que se hubo marchado el can.
-¡Qué va, maestro!. Un poco bruto sí es, al andar hace ruido y a veces tira cosas al pasar, pero tiene un gran corazón. Defendería a su amo hasta la muerte, cosa que yo no sé si sabría hacer-dijo, zalamero, al tiempo que se frotaba contra él.
-¿Tú,gato egoísta?. Si vinieran aquí bandidos, cosa improbable porque mi tesoro no me lo pueden robar; si entraran ladrones y me cortaran el cuello, tú contemplarías la escena desde un lugar seguro y ni siquiera dirías Miau.
-¿Y qué puede hacer un pobre gatito como yo, más que calentaros las manos en el invierno y libraros de los ratones?-dijo el sinvergüenza ronroneando.
-Ya lo sé, ya. No espero de tí más de lo que me puedes dar, que es compañía y cariño, no poca cosa. Tú y yo nos parecemos.
-Claro., amo. Y además, todo eso, ¿qué importa? ¿No sois un sabio que, como decís, ha superado la dualidad y al que nada puede ya afectar?.¿No habéis logrado, como decís ,estar en armonía con el Universo?.Pues, ¿por qué no podéis compartir vuestro techo y la leche tibia con un humilde gato?
-¡Ah! ¿Conque ahora eres un gato humilde?. Lao reía a carcajadas, cosa rara en él, casi siempre impasible. -Realmente, gato, no tienes vergüenza. Pero tú y tu amigo perro hacéis buena pareja amistosa y os complementáis. Como digo siempre, todo está en orden y el Tao es Tao.
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