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Pieles NO

martes, 10 de agosto de 2010

Anécdotas de Alejandro Magno



Nació en Pella el 356 a.C. y se dice que cuando su madre Olimpia quedó encinta de él, un rayo cayó sobre ella sin causarle el menor daño, y la misma noche en que vino al mundo fué incendiado el famoso templo de Diana de Éfeso , que era una de las 7 maravillas del mundo antiguo.
Cuando era todavía un niño, le dijeron que su padre Filipo II había vencido en una batalla y el pequeño exclamó:
-Si mi padre gana todas las batallas, ¿qué me quedará a mí por hacer?
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Cuando Filipo se lamentaba de una herida que había recibido en la guerra y que le había dejado una llaga a causa de la cual cojeaba dolorosamente, Alejandro le dijo:
-Padre, No has de lamentarte de una herida que a cada paso te hace recordar tu gloria y tu valentia.
Caray con el nene.
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Filipo había encargado a Aristóteles la educación de su hijo y éste resultó un excelente discípulo que le consultaba con frecuencia, aunque no siempre hacía caso de sus consejos, como, por ejemplo, sucedió cuando tuvo la idea de salir de Grecia para conquistar Asia. Aristóteles le dijo que esperase a lanzarse a la lucha hasta que tuviese más madurez, pero Alejandro respondió:
-Tendré más madurez, pero entretanto perderé la fuerza de la juventud.
Tenía las ideas claras el chaval.
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Cuando Filipo vió que su hijo había vencido a los griegos y sólo tenóa veinte años, no pudo contenerse y le dijo:
-Hijo mío, búscate otro reino porque el de Macedonia no es suficiente para tí.
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Cuando todo estaba dispuesto para la expedición a Asia fué a Delfos a consultar el oráculo, pero la sacerdotisa no quería entrar en el templo alegando que no era la hora. Alejandro, que no tenía ganas de perder el tiempo, cogió a la sacerdotisa por los pelos y la arrastró. Ésta entonces exclamó:
-Hijo mío, no se te puede resistir.
-Basta, ya has pronunciado el oráculo que quería. No necesito nada más.
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En el momento de partir hacia su expedición asiática, Alejandro repartió todas sus riquezas entre sus generales. Su amigo Perdicas le preguntó:
-¿Y a tí, qué te queda?
-La esperanza.
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(seguirá. Este Alejandro daba mucho juego)

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