pieles no
sábado, 30 de octubre de 2010
Rudyard Kipling y mi padre
Kipling es un nombre que a los jóvenes les suena solo a marca de artículos de deporte y aventura. Pero Rudyard Kipling, escritor inglés del siglo pasado (murió en 1936), para mí fué muy importante. Mi padre me lo hizo descubrir cuando era una niña chica, muy chica, pero lo entendí enseguida. Quizás me lo dió a leer, su novela más famosa, "El Libro de las Tierras Vírgenes", en el que se incluye "El Libro de la Selva" -que nada tiene que ver con la ridícula pelicula de Disney, y que tanto me cabreó cuando salió- quizás, digo, me lo puso en las manos para que ya me empapase de una determianda filosofía, que era la suya.
Ahora Kipling es un escritor olvidado, casi maldito, por el pecado de haber sido un imperialista británico. Escribió muchos cuentos de soldados- que tanto gustaban a mi padre, que era uno de ellos- y hablaban del honor, la lealtad, la amistad, el valor y el peligro. Todos esos valores que ahora se desprecian. Mi padre creía en ellos. Parecía un personaje salido de Beau Geste, o de uno de esos cuentos de Kipling a los que me refiero.
Yo admiraba profundamente a mi padre, aunque fuera de derechas, imperialista, milico y otras cosas. Pero era bueno y valiente, las dos cualidades que más admiro.
Su libro se convirtió en una especie de Biblia o de "libro de pensar" para mí, y aunque no soy imperialista ni mucho menos de derechas, eso no es óbice para que crea en todos esos valores pasados de moda.
Mi padre creía en los hombres buenos y valientes. Recuerdo una vez, siendo yo pequeña, que en el colegio siempre nos hablaban mal de los comunistas,y yo en casa hice un comentario negativo que había escuchado a las Teresianas.Mi padre me dijo:
-Pero niña, ¿tú quienes te crees que son los comunistas? ¿diablos con cuernos y rabo?. Son personas como nosotros.
Una cosa así, dicha por un milico que había hecho la guerra con Franco, tenía su valor.
Nunca lo he olvidado.
La lectura de la obra de Kipling me convirtió en una ecologista "avant la lettre",en una enamorada del mundo animal, y me hizo despreciar a "la manada humana" antes aún de haberla conocido.
Un poco misántropa sí crecí.
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