Madame Du Barry fue la última de las amantes y favoritas que tuvieron los reyes de Francia, antes de perder la cabeza en la guillotina.
El rey de la Du Barry era Luis XV, -antecesor del apático Luis XVI- un señor libidinoso y putero donde los hubo, que como rey y señor bastante guapo, conseguía lo que quería.
Los franceses -que, como todo el mundo sabe, son unos sinvergüenzas- gustaban de que sus reyes exhibieran a sus amantes y estuvieran en la Corte como una más, a diferencia de los reyes españoles, ellos siempre muy católicos e hipocritones, que las ocultaban.
Tenían un estatus peculiar, el de "Maîtresse en titre" , o "Amante titular", lo que les daba derecho a tener su palacete, sus sirvientes y los hijos que tuviera con su real amante, todo pagado por éste.
Estas amantes solían ser preferentemente mujeres casadas, para que al rey no le diera la ventolera de abandonar a la Reina y matrimoniarse con ellas.
La Du Barry era hija del pueblo, pero poseedora de unos enormes y preciosos ojos azules, y un rostro todo él armonía.
Nació en Vaucouleurs (Lorraine), hija de una costurera y un fraile. Este asunto causó mucho escándalo, teniendo que trasladarse la costurera con la niña a París, lo que fue un acierto, pues en la capital encontró un marido y un padre para su hija. Esta fue internada en un colegio pero era demasiado guapa para no llamar la atención y a los 15 años dejó los estudios, para ocupar el puesto de lectora de una tal Mme. Lagardère, que tenía una nuera lesbiana que escandalizaba mucho a la gente. Ésta intentó seducir a Jeanne, que así se llamaba la hija del monje, pero ésta, como mujer decente, prefirió caer en brazos del marido de la nuera de su señora.
Fue despedida y se encontró en la calle, pues el escandalazo fue tal que hasta su madre la repudió.por lo que tuvo que buscarse la vida en distintos oficios. Fue bordadora, modista y sombrerera entre otras cosas, pero su verdadera vocación era seducir hombres, no cualquiera: Militares, banqueros y cortesanos.
Cuando era dependiente en casa de una modista conoció a Jean-Baptiste Du Barry, que como noble con poco dinero, se dedicaba a hacer de celestino entre chicas guapas y miembros de la corte.
El enseñó a Jeanne las normas esenciales del protocolo, el saber estar, y la chica, que no era tonta y además tenía un aspecto refinado, en poco tiempo se le fue el pelo de la dehesa y estaba preparada para que cualquier hombre de alta cuna cayera rendido a sus pies. La presentó en sociedad, y entonces Du Barry empezó a ganar dinero a espuertas.
La oportunidad de su vida se le presentó cuando murió Mme. de Pompadour, la última amante oficial de Luis XV. Éste quedó absolutamente desolado y Du Barry se fue a la Corte con Jeanne pensando hacer buenos negocios.
El rey quedó hechizado por Madame Du Barry. Pronto corrió por la corte la noticia de que el rey tenía una nueva amante, y muchas cortesanas envidiosas empezaron a hacerle la vida imposible. Se enteraron de su pasado escandaloso y lo propalaron a los cuatro vientos. Entonces ella se casó con el hermano de Du Barry y recuperó algo de decencia en una corte licenciosa donde las hubiere. El hermano de marras cobró un buen dinerito por prestarse a ello, y todos contentos. Como el nuevo señor Du Barry no tenía ganas de ser nombrado Cornudo Mayor, se fue de París y se retiró a sus dominios de Toulouse.
Y Mme. Du Barry se instaló en Versalles.
Para ser presentada en la Corte se necesitaba una madrina, y para ello se recurrió a una viuda aristócrata y arruinada, que por una golosa cantidad de dinero ejerció de tal.
Mme. Du Barry cuando iba sencillita |
En la primavera de 1774 Luis XV cayo enfermo de varicela. La Du Barry corrió a la cabecera de su lecho, pero le negaron el paso.
Lo que había sucedido era que, el rey, viendo que se moría, se confesó y arrepintió de su vida licenciosa, dando orden de no permitir acceder a su amante a su habitación. La dejó en ridículo y le dio un golpe fuerte a esta mujer que le había querido y amenizado los últimos años de su vida.Fue un golpe bajo.
Jeanne, el mismo día de los funerales, fue conducida por la Guardia Real a la Abadía de Pont-aux-Dames, en las afueras de París, donde estuvo once meses recluída sin ninguna comodidad. Luego se le permitió, con expresa prohibición de volver a la Corte, salir de su encierro. Se instaló en Louveciennes, donde tuvo su último amante, el Duque de Brissac, gobernador de París.
Pero empezó la Revolución Francesa y los revolucionarios, como iba mucho a Londres, la acusaron de evasión de capitales y de ayudar a los contrarrevolucionarios y la condenaron a morir en la guillotina.-
Sus últimas palabras fueron para esta vida ten amada:
- Un momento aún, señor verdugo ....
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