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Pieles NO

jueves, 9 de agosto de 2012

El biberón




El ser humano, como el resto de los mamíferos, alimenta a sus crías a través de las mamas de la madre. Sin embargo, a día de hoy, por unas razones o por otras, hay mujeres que dan el pecho a su hijo mientras otras prefieren (o no les queda más remedio) que recurrir al biberón.

Muchas veces hemos visto en los medios de comunicación imágenes de mujeres pertenecientes a culturas indígenas con los pechos descubiertos. ¿Por qué? Pues bien, esto responde a un motivo cultural: estos pueblos tienen la creencia de que así se libera el mal de ojo de la leche del lactante. Porque, si la leche no sirve, ¿cómo alimentar al crío? Hoy en día tenemos un amplio abanico de modelos de biberones para elegir pero nuestros antepasados no lo tuvieron tan fácil.

Los biberones primitivos eran una especie de pequeño odres con los que se humedecían los labios del recién nacido. En el Museo Arqueológico de Madrid pueden contemplarse sacaleches griegos que datan del siglo V a. C: son piezas de cerámica que imitan la forma del pecho materno y que presentan dos orificios (uno para el pecho de la madre y otro para la boca del bebé). Ya en la Roma clásica empleaban pequeños recipientes similares al descrito anteriormente en los que se depositaba la cantidad de leche suficiente para alimentar al niño durante un día.

Los biberones de la Edad Media eran en realidad pequeños recipientes de arcilla que pendían del cuello del lactante. Dentro de estos vasitos se vertía la leche junto con licor de azúcar. En el siglo XVI, Enrique II de Francia fundó la fábrica de Saint Porchaire, donde se elaboraban biberones que por su calidad bien podían ser considerados obras de arte. Estamos hablando de útiles de porcelana fina decorados con todo tipo de filigranas. En el Museo del Louvre de París puede verse una de estas piezas.

En los siglos XVI y XVIII se empleaban biberones de esponja o de cuero, aunque el más popular de todos era el de ubre de vaca. Con el modelo Darbet pasamos a hablar ya de biberones más sofisticados, pues estos eran botellas de cristal con tetinas de goma. El uso de los biberones de goma (junto con los chupetes) se extendió en el siglo XIX.

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