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Pieles NO

sábado, 25 de agosto de 2012

Tifones y otras gracietas





Muchas veces hemos oído en las televisiones y radios, y leído en los periódicos que en tal o cual país se ha producido un huracán, un tifón o un ciclón. ¿Nos hemos preguntado si estos tres términos distintos corresponden realmente a un sólo acontecimiento?.

Un ciclón es sencillamente un centro de bajas presiones, es justo lo contrario que un anticiclón. Cuando nos hablan de ciclón tropical nos alertan sobre un ciclón cuyo origen se encuentra en un lugar cuyas latitudes corresponden a una zona de los trópicos.

Dependiendo de la velocidad que alcancen los vientos estaremos frente a un depresión tropical, si los vientos no superan los 63 km/h, o hablaremos de tormenta tropical si sobrepasan esa velocidad. Pero si la superan en más de 118 km/h., estaremos ante un huracán. Por tanto ya podemos afirmar que un huracán es un ciclón pero con vientos que superan los 118 kilómetros por hora.

Este mismo fenómeno tiene distinto nombre si se produce en el Océano Índico. Allí se denomina tifón. Por tanto podemos concluir que tanto el huracán como el ciclón como el tifón, en esencia, corresponden al mismo fenómeno. Se diferencian en la velocidad de los vientos y en si se producen en la zona del océano índico o si se producen en las costas americanas o en los trópicos.

Pongamos un ejemplo, por ser una excepción, de tifón, o más bien diríamos supertifón: hablamos del supertifón Megi. Es considerado el octavo ciclón tropical más intenso de la historia. Durante su momento de mayor apogeo, el 18 de octubre de 2010, se llegaron a registrar presiones atmosféricas que no superaron, en ningún momento, los 885 milíbares, originando vientos superiores a los 300 kilómetros por hora, provocando un saldo de 69 muertos en Taiwán y Filipinas, así como unos daños materiales que superaron la cifra de los 700 millones de dólares.

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