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Pieles NO

jueves, 17 de febrero de 2011

Historia del abanico


El abanico, tal y como lo conocemos actualmente, fue diseñado por un artesano japonés. Éste se inspiró en el mecanismo de las alas de los murciélagos para crear esta herramienta tan útil como estética que ha sabido perdurar a lo largo de la Historia.
Pero sus orígenes datan de más antiguo, del Antiguo Egipto, en donde se utilizaban los precursores del abanico moderno. Los esclavos del Faraón, por ejemplo, los agitaban para refrescarle y espantar a los insectos que osaban acercarse.
Por otra parte, en la China imperial de antes de Cristo se podía encontrar unos pequeños objeto bastante parecidos a los abanicos, los cuales eran fabricados con materiales de gran calidad como seda, el marfil, las plumas, el papel pintado y la caña de bambú.
En el siglo séptimo de nuestra era el abanico moderno irrumpe en la sociedad japonesa para convertirse en un objeto popular casi de inmediato. Durante los siglos posteriores se fue extendiendo la fama del abanico hasta el punto de que llegó a ser un objeto ritual imprescindible en diversas ceremonias de la vida diaria de los nipones. Ya en el siglo XVI alcanza su máximo esplendor con las piezas que se hicieran especialmente para el Teatro Noh, teatro clásico japonés en el que se combinaban la danza y el canto. El utilizarlos en estas representaciones artísticas generalizó su uso en Japón.
También en el siglo XVI llegaría a Europa el abanico plegable, que es el que se utiliza hoy por hoy. A lo largo de los siguientes cien años se consolidaría una industria alrededor del abanico portátil y, en siglos posteriores, llegó a cosechar un éxito sin precedentes en todo el continente europeo. Especialmente en los países mediterráneos y las colonias americanas, ya que el clima hacía muy útil su uso.
En un principio el abanico era solo utilizado por mujeres, pero con el tiempo los hombres también le dieron uso, aunque preferían modelos más pequeños que pudieran introducirse en los bolsillos de su chaqueta.
La cultura hispana de la época colonial incluso ideó un lenguaje, el conocido como “lenguaje del abanico“, muy especial en el que el abanico era el protagonista indiscutible. Se utilizaba entre enamorados que gustaban de decirse cosas en lugares tan inadecuados como una misa, un paseo familiar e incluso algún entierro. Uno de los gestos que informaba a los caballeros del interés de una dama era cuando esta colocaba el abanico justo bajo sus ojos y pestañeaba graciosa y repetidamente mirando a su amado.
Este objeto llegó a la vida de los humanos para quedarse y ayudarle no solo a refrescarse sino también, como hemos visto, a comunicarse por medio del lenguaje secreto que nació en América y que luego se extendió a otros rincones del mundo.

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