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sábado, 19 de marzo de 2011
La vida y entorno del enfermo dependiente
Cuando sobreviene una situación de dependencia, lo mejor, en principio y en la medida de lo posible, es mantener al afectado en el entorno que conoce, en su propia casa. Para que la persona dependiente disponga de un entorno seguro y adaptado a su estado, será preciso hacer en la casa algunas reformas orientadas a facilitar la autonomía del enfermo y a evitar los potenciales peligros, sobre todo las caídas
Para aumentar la autonomía de las personas dependientes, son indispensables, a veces, algunas ayudas técnicas. En el mercado existen dispositivos para ayudar a caminar, accesorios para el aseo diario, y otros muchos apenas conocidos.
La dependencia impone volver a pensar los actos más elementales y adaptarlos a la pérdida de ciertas capacidades. Además de recurrir a algunos trucos, podemos contar con la ayuda de numerosos objetos destinados a simplificar la vida cotidiana, concebidos especialmente para personas que sufren una pérdida de autonomía. Recurrir a estas ayudas técnicas, como se las denomina, no constituye una regresión, sino, al contrario, una forma de vivir mejor.
Alguna de estas ayudas,como el bastón o la silla de ruedas, son tradicionales, pero la mayor parte de ellas son novedosas y, con frecuencia, poco o mal conocidas. Su aparición en el mercado es el resultado de una combinación de diversos factores: primero, la generalización de la idea de que hay que ayudar a las personas dependientes a aumentar su autonomía en lugar de dejar que otros hagan las cosas por ellas; en segundo lugar, el progreso tecnológico logrado en los últimos años; por último, la iniciativa empresarial, consciente de la existencia de un mercado asociado al aumento del número de personas de edad avanzada. El resultado es una oferta verdaderamente variada, que cubre casi todas las necesidades.
Lo primero: un buen calzado
Caminar es una magnífica terapia, tanto para el cuerpo como para el espíritu, pero es preciso utilizar un calzado con el que uno se sienta cómodo. Con la edad, los pies se hacen más sensibles. Para compensar la pérdida de la capa de grasa que recubre la planta de los pies –que disminuye y acaba por desaparecer con el paso de los años–, se recomienda utilizar suelas gruesas y flexibles. La goma es preferible al cuero, por ser este último demasiado fino y rígido. En su defecto, es recomendable elegir zapatos un número mayor al necesario, y colocar en su interior unas plantillas almohadilladas. También hay que procurar que el zapato sea suave y flexible, con la suela antideslizante. El sistema de cierre debe adaptarse a las capacidades físicas de la persona que lo va a llevar: cada vez hay en el mercado más modelos de apertura total, en los que es suficiente colocar el pie sobre la suela y plegar las diferentes partes del zapato sobre el empeine, sujetándolas con un sistema de cierres de corredera o tipo velcro, mucho más práctico que los cordones.
Se deben evitar las costuras interiores, que restan comodidad. Por último, es preciso recordar que existen tiendas especializadas en calzado para anchos especiales y pies sensibles, así como marcas dedicadas a facilitar calzado adaptado y cómodo a personas cuyos pies sufren algún tipo de deformación.
El teléfono es indispensable. En estos momentos, la oferta de modelos es muy variada, desde los más sencillos y prácticos, a los equipos especialmente diseñados para las personas con alguna limitación.
Los nuevos aparatos tienen funciones que son de gran ayuda siempre que se sepan utilizar: volumen regulable, memoria con los números más frecuentes para no tener que marcarlos en cada ocasión, función de manos libres para hablar sin descolgar el aparato... Además, las tiendas especializadas ofrecen modelos con teclas grandes para las personas que tienen dificultades de visión, así como otros provistos de reguladores de sonido para los casos de problemas auditivos. Existen también teléfonos para ciegos.
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