pieles no

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Pieles NO

viernes, 11 de abril de 2014

Las bodas de Loles

Llevo unos días que no me encuentro muy bien. La primavera es mala para los depresivos. Y además que durante 3 días me han faltado unas pastillas de las que habitualmente tomo. Por eso estoy que no me aguanto ni a mí misma. Pero nunca miento ni exagero, al revés, callo muchas cosas que pienso no está bien poner aquí. Otras las pongo, pensando que mi madre tiene mucha parte de la culpa de que yo hasta el fin de mis días tenga que medicarme.
Cuando era soltera, vivía con mis padres y mi abuela y era dócil y obediente mi madre estaba contenta. Yo no era dócil porque fuera así, de natural, sino porque vivir con mi madre era como hacerlo con un tiran@ que si le contradecías aunque solo fuera un poquito, se ponía como una pantera y te decía aquello que más te podía doler. Mi madre tenía ese don, que yo he heredado pero que no lo practico, de clavar el cuchillo donde más duele.Nos conocíamos bien.
Pero llegó el día en que encontré al hombre que me gustaba y le dije que me quería casar. Le sentó como un tiro.
Ella decía que había sido muy feliz hasta que yo me casé, pero que después ya fue tremendamente desgraciada. Yo no la hacía caso porque sabía que lo decía para culpabilizarme .
Cuando salí del colegio a los 16 años mi madre me dijo estas palabras textuales:
-No voy a consentir que me traigas a la familia a un trabajador, porque no lo voy a admitir.
Mi madre llamaba "trabajadores" a los obreros.
Yo no le dije nada, pues no tenía trabajadores en la costa.
Pero Paco, el que ya es mi marido desde el año pum, trabajador, obrero, no lo era. Tenía un buen puesto  en una empresa de informática.Cosa que a mi madre le parecía bien.Pero Paco enseguida le cayó mal, y eso que era el mejor yerno que podría haberle tocado. No sé que hubiese hecho si le hubiese tocado uno "normal".
Como mi madre hablaba como una ametralladora y Paco no era muy charlatán, el primer encuentro entre ambos fue catastrófico. Mi madre no le dejaba meter ni una palabra ni de canto, y él se pasó todo el primer contacto diciendo que sí con la cabeza.
Resultado: Mi madre dijo: -"Este chico es tonto".
Yo entonces no me atreví a decirle que ella no le había dejado hablar.
Pero lo peor vino después, cuando ya habíamos decidido la boda. Yo antes había tenido dos ocasiones de casarme, pero no me habían gustado. Uno era el hijo de un hotelero muy rico, pero que era un feto. Había chicas compañeras mías que se casaban con el primero que se lo pedía y tenia dinero. Yo no hubiera podido. Primero, me tenía que gustar físicamente, y luego, si tenía dinero mejor, pero no podía ser un "trabajador" porque sabía que mi madre hubiera montado un cirio de todos los diablos y no hubiera servido nada que fuera la mejor persona del mundo. En mi familia por parte de madre, trabajar con las manos era un baldón, una vergüenza.
Pues he dicho que lo peor vino después, fue porque la madre de  Paco vino a nuestra casa a conocernos, ya que la cosa del bodorrio iba en serio. El padre de Paco había muerto cuando él tenía unos 14 años y estaba estudiando en el colegio del Pilar en Tetuán. Murió por salvar la vida a dos moritos, a quienes se les venía encima un enjambre de abejas. Se quitó la camisa y los tapó, y el enjambre se le clavo en el pecho y murió allí mismo.
Por eso mi suegra vino sola a nuestra casa para hacer algo parecido a una "petición de mano".
Qué horror. Qué mal rato pasé.Sudaba.
La pobre mujer era una persona sencilla, nacida en un pueblo de Mallorca a quien la guerra y las circunstancias habían llevado a Marruecos siguiendo a su marido, quien era el dueño de una finca estupenda en Marruecos, que entonces era colonia española.
Y se puso a contar su vida a mis padres y a mi abuela. Contaba que al principio ella y su marido habían trabajado en el Marruecos francés en el tendido eléctrico en el desierto. Que vivían en jaimas, que habían sido casi arrebatados por el simún, el terrible viento del desierto.(Todo esto a mí me parecía precioso, y le tenía una envidia...) Que después se habían aposentado en el Marruecos español, que el padre de Paco había construido una casa con sus propias manos y que había pasado un año en la cárcel en Alcazarquivir acusado de pasar españoles del lado español en guerra al Marruecos francés, y que Paco le iba todos los días a llevar la comida a la prisión. Por fin acabaron soltándole, pues todo el mundo lo tenía por muy buena persona, y creo que sus carceleros también, pero estuvo en un tris que los franquistas no lo fusilaran.
A mí todo esto me parecía apasionante, sobre todo lo de la casa. Pero mi madre veía las cosas desde otro punto de vista. Yo la miraba, y veía que la cara se le iba alargando de forma preocupante. Que su futuro yerno hubiera tenido un padre que hubiera usado sus manos para levantar una finca, con naranjos, animales, etc. le parecía el colmo de la plebeyez y del siervoglebismo. En cambio, mi padre y mi abuela no cambiaron de expresión. Pero mi madre estaba al borde del ataque de nervios.
Menos mal que nadie le habló entonces de Manolo, el marido de su hija, mi cuñada, que era de la edad de ella (mi madre) que era chatarrero y cuyo padre había sido domador de leones y había tenido un circo con el que recor
rría el norte de Africa. Eso nunca lo supo mi madre, porque de esta me mata, a mí.
Después todo fue muy mal. Mi madre estaba siempre amargada y furiosa.
Si hubiera querido que me casase "bien", que me hubiera llevado a Barcelona donde vivían sus parientes (mi madre era hija única), y me hubiera concertado una boda con algún hijo de sus primas. Mi abuela quería esto, pero mi madre no, no quería que me casase ni que me fuese de su vera.
 Pues las cosas le salieron torcidas. Mi madre siempre pensó que yo era tonta, y que nunca me sublevaría, pues me tenía muy asustada. Era verdad, pero la Naturaleza es más fuerte que todas las madres dominantes y yo no estaba dispuesta a pasarme la vida a su lado, haciendo un viaje al año y riéndole las gracias. Yo quería un hombre que me gustase y me trartase bien y eso ella no lo podía entender.
El día de mi boda lo recuerdo con tristeza. Ella estaba hecha un basilisco. Habian venido amigas suyas de Gerona y Barcelona. Me despertó por la mañana a gritos. Yo ya me había hecho a la idea de que aquel día sería de los de olvidar , y fui a mi bola. Mientras mi madre atendía a sus amigas, las llevaba de aquí para allá, yo me preparaba porque a las 6 de la tarde me casaba en la capilla castrense de Son San Juan, la misma donde había hecho la primera comunión.
Una hora antes vino mi peluquera, que me ayudó a vestirme, ponerme las joyas de la familia y el traje, y cuando pensé que ya era hora, hice entrada en el despacho, que era una habitación muy grande que conservaba los muebles que había encargado para su propia boda mi abuelo materno, y todo el mundo se puso de pie, amigas maternas y más gente. Mi tía Francisca, hermana de mi padre, había venido de Sevilla.
Entonces llegó Paco en su 600 con su madre, y fue a casarse en su cochecito lleno de suegras, como decía mi padre: Mi madre, mi abuela y mi suegra. Paco estaba muy contento. Claro, su familia también lo estaba y le apoyaba.
Mi padre y yo y mi profesora de ruso nos fuimos hacia la Base Aérea de Son San Juan.
Yo estaba bastante contenta a pesar de todo.
Cuando llegué con mi padre a la capilla, no había aún nadie.El coche de Paco con suegras no había llegado todavía, y yo al meterme dentro del templito mi pisé el vestido y me caí de narices. Menos mal que solo estábamos mi padre y yo, ventajas de llegar los primeros. Nunca ninguna boda empezó con peor pie.
Luego fueron llegando los demás, que llenaban todo, y mi madre traía una cara entre furiosa, mártir y agonizante, que yo que la conocía tan bien me dio hasta miedo. Decidí no mirar más hacia atrás.
Aquello acabó pronto, porque le habíamos pedido al capellán castrense, que se llamaba Don Ramiro, que emplease la fórmula más rápida.
Cuando aquello terminó fuimos a los salones del pabellón de oficiales de la Base donde el restaurante Pequeño Mundo, que estaba allí cerca, nos trajo unos canapés, bebidas y esas cosas. Había un fotógrafo para inmortalizar aquello que estaba furioso.
-¡¡Pero es que no cooperan!!!...- gritaba desesperado
 Y era verdad. Yo no tenía ganas más que de marcharme, la gente me tiraba de las mangas, no podía comer nada. Encima todo el mundo creyó que el cóctel aquel nos había salido gratis porque lo sirvieron en el Pabellón. y mi padre era milico.Y yo veía que aquello se  parecía a los momentos anteriores a una batalla: Los invitados míos estaban juntos charlando, y los de Paco, en el lado opuesto haciendo lo mismo,  mirándose. Horrible
Por fin terminó aquella tortura, nos despedimos de todo el mundo y nos marchamos. ¡Uf, qué día!
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Hicimos el viaje de novios a Canterbury(originales que somos...) también estuvimos en Londres, sur de GB y pasamos el canal hasta Boulogne sur Mer, donde llegamos de noche, nos alojamos en una casa de putas del puerto y donde comí la mejor trucha con jamón que he probado nunca.
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Luego siguió la vida cotidiana. Mi abuela decía que yo siempre estaría allí con ellos, pero se equivocó. Tal vez si hubieran estado solos mi padre y mi abuela hubiera ido a menudo, pero estaba mi madre, lo que hacía que cada excursión a mi ex hogar se convirtiese en una tortura. Mi madre me encerraba en el cuarto de baño, echaba el pestillo para que nadie oyese nada ni pudiese entrar, y allí me empezaba a decir barbaridades. Que quién creía que era yo, que no era nadie, que si por haberme casado creía que ya era alguien, que era una mierda. etc. etc. Yo estaba desesperada y quería marcharme. Aquello era inaguantable, no le contaba nada a Paco porque me daba vergüenza ni a mi padre y abuela porque no me creían.
Entonces empecé a tener cosas que no me habían pasado nunca, ni sabía que existían. Una vez en una excursión campestre, me quedé como sembrada en el suelo. No podía moverme ni dar un paso. Acabé sentándome en el suelo y echándome a llorar.
Me daban ataques de pánico, que me asustaban porque no sabía lo que era lo que me estaba sucediendo. No decía nada a nadie.
Mi madre, cuando salía con ella, me hacía poner gafas oscuras porque decía que tenía muchas ojeras y la gente de las tiendas donde entrábamos, todos conocidos suyos, se darían cuenta de que "me  estaba tirando unas juergas de espanto". Y era verdad, era la única alegría que tenía con aquella torturadora madrastra que me había tocado en suerte.  Luego me veía mala cara y lo achacaba a que Paco me maltrataba. ¡Pero si la maltratadora eres tú!-me entraban ganas de gritarle. Pero le tenía mucho miedo y callaba.


Una vez que se me retrasó la regla y pensaba que estaba embarazada y se lo dije, se puso como un basilisco. Puso una cara que daba miedo, los labios se le pusieron como una línea recta y los ojos también, y, mirándome con odio, me dijo: "Te felicito". Y me tiró la puerta por las narices.
Lo pasé tan mal que no comía, no dormía, tenía ataques de angustia diariamente, y empecé con algo que no conocía tampoco: Las depresiones.
Mi madre todo lo achacaba a que Paco era un maltratador y que me hacía hacer actos sexuales aberrantes. Mi madre tenía mucha imaginación.
Acabé yendo a un psiquiatra. A mi madre no le gustaban nada porque decía que "siempre ponen al enfermo en contra de su familia". Y no se equivocó. El psi, con quien fui sincera porque no tenía miedo, me ayudó mucho, pero para volver a ser la de antes tuve que medicarme. Hace 40 años de esto y me tendré que medicar toda la vida, pues sin pastillas me pongo fatal.
Una vez mi madre, con la que me llevaba peor imposible, , me preguntó si creía que era ella la culpable de que estuviera enferma, yo le contesté con un SÍ rotundo.
Una vez fue a hablar con el psi, quien la puso a caldo, y entonces iba por ahí diciendo a la gente que yo estaba liada con mi médico, y también se lo contó a mis compañeros de oficina, quienes me empezaron a putear a base de bien y me puse peor, me parece que esto ya lo dije con anterioridad.
Mi madre fue mi verdugo. Cuando ella estaba embarazada no salía de casa porque le daba vergüenza por la tripa, y como era bastante cobarde y entonces no había anestesia epidural, el parto fue para ella algo tan horrible que se negó a tener más hijos.
A mí me hubiera gustado mucho tener un herman@, aunque nos hubiésemos llevado mal. Pero hubiera podido desahogarme con él, o tener un cómplice, y mi madre tampoco hubiese sido de esa manera.
Pero, como dice Paco, ahora estamos en el Purgatorio.

 

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