pieles no

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Pieles NO

domingo, 1 de marzo de 2009

GATOS MÁGICOS


Para mí, ir a dormir no ha sido nunca solo irme a descansar; ha sido ir de excursión. Me lo paso tan bien por la noche, que para mí es tiempo ganado. Hay mucha gente que dice que es tiempo perdido a la vida, pero yo no pienso así. Mi padre dice que no sueña nunca, pero no es verdad. Es que duerme muy pesado. Para mi madre eran unas horas perdidas. Para mí son mágicas. Sueño mucho, y leyendo a Carlos Castaneda me enteré de que uno puede controlar su sueño si en éste, puede verse uno las manos. Yo lo he intentado y conseguido varias veces. Sé que estoy durmiendo, y entonces hago lo que me pasa por la cabeza, las cosas más absurdas. Lástima que cuando se trata de algo demasiado agradable y placentero, siempre me despierto. ¡No hay derecho!. Pero me conformo. Esta mañana estaba soñando algo desagradable y me he hecho despertar. Me he dicho:No quiero seguir con este sueño- Y me he despertado. Esto no quiere decir que controle todos mis procersos nocturnos, pero hay cosas que me encantan. Paco y yo dormimos separados, no porque no nos llevemos bien, pues cuando queremos un encontronazo amoroso ya sabemos buscarnos, pero a la hora de dormir es que somos incompatibles. Yo tardo mucho en dormirme, y pienso en las cosas agradables del día.,dando vueltas en la cama. El se duerme enseguida como una piedra. Yo tengo un sueño agitado, me muevo mucho, lo que hacía que, cuando dormíamos juntos, le despertase a cada momento. Nos poníamos nerviosos los dos. Hasta que decidimos que cada uno tendría sus aposentos, como los reyes.Cierra la puerta de su dormitorio, para que no entren las gatas, que le molestan, pero yo la dejo abierta para que vengan. Es divertido dormir con gatos. Se apelotonan contra tí, me las meto dentro y se están un ratito ronroneando y se duermen, y cuando se han dormido se despiertan sobresaltadas, pensando que están en alguna trampa; como yo lo sé, enseguido abro el embozo y sale la interfecta como una bala. Me gusta a medianoche notar el suave tacto que hace un gato al saltar encima de mi lecho, y acurrucarse a mis pies. Hacen mucha compañía. A veces de madrugada me despiertan haciéndome cosquillas con los bigotes porque tienen hambre (pero en esto no se exceden;las tengo muy bien educadas), y entonces me pongo la bata, les abro a ellas una latita y yo me tomo un vaso de leche con muchísimo Nesquik o Cola Cao. Luego nos volvemos a dormir. Con la tripa llena.
Pero lo que me sorprende y esto no es cosa nueva, son las visitas de los gatos fantasmas. Yo conozco perfectamente el sentir de un animal que se sube a mi cama. Pero a veces esta sensación es más tenue, y entonces enciendo la luz. No hay nadie ni nada. Yo les llamo “mis fantasmas de gatos precedentes”, que pasaron a mejor vida, que vienen a estar conmigo. . Cuando el Titus murió, vino a despedirme de mí. Yo estaba profundamente dormida, y me despertó el tacto de un gato que esta vez, a las claras, pasaba por encima mío. , y pesaba. Encendí la luz y no había nada. Además, entonces no teníamos gato, teníamos a la perra Bimba, que era muy grandota y dormía en la cocina.
Los fantasmas y yo nos hemos llevado casi siempre bien. Cuando era pequeña, como cuando lo de la lucecita, me daban miedo, pero ahora no. Pienso que son almas errantes que necesitan compañía, y yo se la doy. Cuando murió mi gata Tila, y esto ya lo he contado antes, vino mi abuela a medianoche con ella en brazos y pude tenerla y abrazarla y me consoló muchísimo.
Los gatos han sido considerado siempre como animales de brujas porque son mágicos, ven a los espíritus. Por eso quemaron tantos durante la Inquisición, sobre todo si eran negros. En Francia se mataba a todo gato negro que nacía, y si tenía alguna manchita blanca en la cara se le indultaba, porque la llamaban “la tâche de Dieu” (la mancha de Dios), y entonces no era un ser maligno. Pero ¿quién, habiendo tenido gatos, no los ha visto de pronto fijando la vista en un punto del espacio con los ojos muy abiertos y miras hacia allí y no hay nada, no hay nada para tí, que no puedes verlo. Pero ellos sí lo ven. Los perros no pueden hacer eso.
Ahora que no tengo que madrugar me paso toda la mañana durmiendo. Y es que las madrugadas no me han gustado nunca. Cuando estoy mal, con depresión y crisis de angustia, a veces me despierto gritando, siempre de madrugada. El alba maldita. Al alba se fusila a los condenados. Como en la canción de Aute. Una cosa es el alba y otra el amanecer. Hay quien los confunde. El amanecer es cuando salen los primeros rayos del sol, pero el alba es cuando se rompe el negro de la noche con una luz blanquecina monstruosa, preñada de malos mengues. De todas maneras, no me gusta ver salir el sol. Soy más de los ocasos. Los ocasos tropicales, bruscos, que si estás en el campo tienes que volver deprisa porque te quedan sin luz en diez minutos, o los ocasos del norte, lentos y rojizos, con sus bandadas de pájaros que buscan el árbol donde pasarán la noche. Esto me gusta mucho, sobre todo en verano. Disfruto porque es cuando se ponen a oler fuerte los jazmines, que al sol se asustan, y se abre la dama de noche con su olor que me transporta a aquella casa en la que nací cuando aún no había nacido, y que estaba en Damasco. Las noches de verano las alargo lo más que puedo, si me encuentro bien, leyendo en la terraza rodeada de mis plantas, con mis gatas jugando alrededor y el olor de los jazmines que me caen encima de las páginas. Estos son los buenos momentos de la vida. Por suerte, he tenido muchos, y espero tener muchos aún. Y son gratis.

FOTO: Mi gata Chenta.(Vicenta)

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