pieles no

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Pieles NO

domingo, 6 de enero de 2013

Cuba

Me separé de Paco por el Juzgado el año del cometa. No me acuerdo qué año era, pero fué cuando se vió al Halley y aquellos chalados de una secta se suicidaron para irse con los extraterrestres. Fué un año nefasto para mí. Entrar en casa y encontrarme el piso vacío era como entrar en un mausoleo. Cuando entras en casa y está vacía, pero sabes que otra persona vive contigo, y va a llegar, tarde o temprano, suele gustar. A mí me gusta estar sola en casa, mientras sepa que Paco va a llegar después. Pero entonces no llegaba nadie.
El año del cometa, para distraerme de mis penas de amores, me apunté a la Universidad, en Historia, y dio la casualidad que varios del Partido tuvieron la misma idea. Estaba Maribel Almansa, con la que siempre me he llevado bien, y un par más cuyos nombres no puedo recordar. Como los profesores la mayor parte de las veces no se molestaban en aparecer para dar la clase, nos pasábamos el rato en el bar. frente a una copa de gin Xoriguer, que es una ginebra suavecita que fabrican en Menorca, creo, (Xoriguer en catalán quiere decir cernícalo)Muchas veces ni siquiera ibamos a la Uni, sino que nos ibamos de copas y estábamos de bar en bar hasta las pum. Me emborrachaba como ya he dicho, como una señora, y me quedaba callada. Era un consuelo tener amigos. Pero no era suficiente, y decidí poner el Atlántico de por medio. Me fuí a Cuba.
Si yo no hubiera tenido a mis gatas ni a mis padres, me hubiera ido a Nicaragua, que entonces estaba armado todo el follón con los sandinistas y aquel tirano de Somoza, creo que se llamaba. Mucha gente del Partido se iba a Nicaragua a echar una mano, pero yo no hubiese vuelto.Estaba desesperada. Pero no podía dar ese disgusto a mis padres, y me limité a ir a Cuba, donde se me olvidaron todos mis pesares, de bien que me lo pasé. Era antes del bloqueo y se vivía de PM. Todo el mundo tenía trabajo, había de todo porque la Unión Soviética ayudaba y aquello era precioso, el paraíso me pareció. Salí de Palma con exceso de equipaje, pues mi profe de ruso me había dado unos encargos para unas mujeres que habían estado con ella en Rusia, de los “niños de la guerra”, y no quisieron volver a España. Prefirieron establecerse en Cuba. Entonces estaba también allí en un hospital el hijo de la profe, Viviana, que estaba esquizofrénico y ella, como tenía enchufe por ser del Partido, pudo conseguirle una plaza en un sanatorio, que estaba lleno de chicos jóvenes con heridas de guerra, pues como ya he dicho, habia el follón de Nicaragua. Sergio se llamaba este chico, y murió allí, con el hígado hecho polvo de tantas medicinas que tenía que tomar para su enfermedad. Le operaron no recuerdo por qué y se quedó en la `piedra. Su madre fué y lo enterró en Cuba.
Estas mujeres, amigas de ella, se ocupaban de Sergio. Su madre, mi profe, iba cada año un par de veces a La Habana a verle, pero como aquello no está precisamente a la vuelta de la esquina, no podía ir más. Y estas mujeres, que para mí eran unas santas, todos los fines de semana le sacaban del hospital y le llevaban de paseo. ¡Esto es amistad y bondad de la buena y lo demás son cuentos!. Me parecieron admirables. Pues esto viene que cuando me fuí para allá Viviana me dió un montón de cosas para su hijo, unos enormes zapatos, ropa y no sé cuántas cosas más. Yo iba sola, claro, y llevaba tres maletas. Desde entonces odio al Aeropuerto de Madrid y sus malditas escaleras mecánicas, pues era tarea ímproba subir con tanta carga y tan pesada hasta llegara la puerta de embarque. El viaje fué muy bien. Hicimos escala en Terranova, y paramos allí una hora. Yo aproveché para hacer unas fotos y comprar unos recuerdos de aquella gélida tierra, que cuando tomábamos tierra yo veía como unas enormes placas de hielo entre líquenes, que se perdían de vista, y no se veía nada más. Menos mal que soy precavida y llevaba un anorak, porque hacía un frío que pelaba.Pero bueno, fue un sitio más que conocí sin esperarlo. Luego seguimos viaje hasta La Habana. En el aeropuerto José Martí, que es el líder “avant la lettre” de la independencia cubana, y que por cierto era de origen catalán, hacía un calor espantoso, y una humedad terrible. Yo ya llevaba el bono de la Agencia de Viajes que me había reservado plaza en el mejor hotel de la capital, el Habana Hilton, me parece que era.Hace tanto tiempo. Pues allí me dieron una enorme habitación doble para mí sola, desde donde se divisaba una estupenda vista de la ciudad y el Malecón, y me puse muy contenta.
Állí, como no había empezado el bloqueo, se vivía muy bien, y todo el mundo tenía trabajo. Además, como no había paro, todo el mundo tenía su empleo, y sobraba gente que te atendiera por todas partes. Recuerdo que solo en el comedor había como dos docenas de camareros, o sea, que estabas pero que muy bien atendida. En todo era igual. Hice unas excursiones que la agencia ya me había programado, en un autobús cochambroso, pero que llevaba dos chóferes, pues allí había trabajo de sobras para todos. Esto era muy util, pues cuando uno estaba cansado, el otro le sustituía, y no pasaba como aquí, que los empresarios tienen solo un chófer por autocar turístico y los pobres van agotados y haciendo horas extra. Y encima llevábamos cantinera, que era gorda y jovial. A mí esto de viajar en bus con cantinera me hizo muchísima gracia. Ella se encargaba de repartir refrescos y bocadillos entre la fauna del bus, que estaba compuesta sobre todo por gente de mi edad, recién casados, una pareja de lesbianas y no recuerdo más. Visitamos toda la parte oeste de la isla, que es una maravilla. Allí los bosques, en vez de ser de pinos como aquí, son de palmeras, y resulta extraño ver los montes llenos de palmeras de arriba abajo. Visitamos un montón de ciudades, de las que no puedo recordar los nombres, pero especialmente me gustó Trinidad, que es una urbe colonial con unas casas del tiempo de la colonización española maravillosas, con unos patios estilo andaluz (aquello se parece mucho a Andalucía, las calles son casi iguales, encaladas) y dentro unos muebles de ebano y caoba impresionantes. En La Habana estuve en el Floridita, que tanto gustaba a Hemingway, y me tomé uno de sus famosos daiquiris.¡Qué rico estaba!. Tienen fama de ser los mejores del mundo, y el escritor los pedia de dos en dos. Lo comprendo, Yo me hubiera bebido unos cuantos. De vivir allí, acabo alcohólica perdida. También fuimos con el grupo a La Bodeguita del Medio, en la plaza de la Catedral de La Habana, sitio lleno de fotos y recuerdos del escritor. Comimos una comida típica de arroz, que la mitad era blanco y la otra negra, y tenía ya no recuerdo qué, ´bananas fritas en rodajas, me parece, y estaba muy rico. Alli no hay plátanos, son bananas, que son mucho más grandes y no saben a nada. No se pueden ni comparar con los plátanos de Canarias, que son tan ricos. Las bananas antillanas no saben casi, y las cortan en rodajas y las rebozan y así están buenas. Luego tomamos un mojito, que no me gustó tanto como el daiquiri, pero vaya. Cuando salimos de alli, al lado había un restaurante muy lujoso, que el guia nos dijo que era un “restaurante para capitalistas”, cosa que me hizo mucha gracia. Nos llevaron a verlos comer langosta y otras delicatessen como se lleva a un grupo de turistas a visitar un zoo, y los comensales, en su mayoría canadienses, porque Cuba estaba (no se ahora) llena de turistas canadienses, no parecían muy cómodos haciendo el papel de micos de zoo. Pero yo me lo pasé pipa.Qué mala uva tenía aquel guia nuestro. Era un tio simpático. También estuvimos en Cienfuegos, que es otra ciudad muy bonita y típica, y yo iba haciendo muchas fotos, que conservo. Por la noche estalló una tormenta como no he visto nada parecido en mi vida. Estaba la ventana cerrada y la persiana también, pero aquello era como si se hubieran abierto los cielos y cayera el agua a mares. Yo, precavida como siempre, encendí la luz, y todas las cosas que tenia en el suelo,, como los zapatos, paquetes, etc. los puse en las sillas. Luego me dormí. A la mañana siguiente me encontré que la habitación estaba inundada, y de qué manera, andabas y hacias olas. Habia un palmo de agua. Y el pasillo del hotel igual. Si aquella noche no se apagaron los Cienfuegos, ya no se apagarán nunca. Allí, por las mañanas hacía muy buen tiempo, y por la tarde llovía . Yo aprovechaba para ir a ver cosas por la mañana, y las tardes me quedaba en el hotel, pues volvía el diluvio.Leia el Granma, el periodico de la Revolución, y escuchaba Radio Rebelde, que era la emisora oficial. Además, me había llevado libros,.y una radio. LaHabana vieja es una preciosidad. La catedral, aquellas casas coloniales, los palacios del Malecón, en estado semirruinoso, todo recordaba a un pasado colonial. También fuimos una noche al cabaret ese tan famoso, que no puedo recordar como se llama, pero que no tiene nada que envidiar al Lido ni al Moulin Rouge de París. El espectáculo es magnífico, y luego todo el mundo se puso a bailar salsa, y yo también, pues la salsa se me da, y disfruté de lo lindo.Estaba lleno de chicos rumanos, y también había muchos turistas rusos, que estaban muy serios porque tanta juerga caribeña no iba con su carácter eslavo. En fin, que se me quedan muchas cosas en el tintero pero durante aquellas dos semanas que pasé en Cuba me olvidé de todo, de que tenía padres, casa, trabajo y de todo. Yo no soy nada añoradiza. Una cosa que no tiene importancia, pero que me llamó la atención, es que cuando había parado de llover, las carreteras se llenaban de miles de cangrejos rojos que corrían como locos. Pájaros ví pocos, solo esos que siempre menciona García Márquez en sus novelas, los gallinazos, que son como unos cuervos raros. Pero no había aves cantoras, cosa que me llamó la atención. En Kenia, ya lo conté, allí sí que era una maravilla la de pájaros cantores que había, de todos los colores y tamaños. Además, estaban los que cantaban de día y los que cantaban de noche., Era otro paraíso, muy distinto a Cuba, pero paraíso al fin y al cabo. Un dia estuve paseando en coche con esas admirables mujeres que sacaban a Sergio a pasear todos los domingos, y les di la ropa y los zapatones. Ellas me dieron ¡HORROR!!! las obras completas de Marx, que la rusa les había pedido, y que aquí en España no se encontraban. En Cuba los libros , no valian casi nada, pero pesar, vaya si pesaban. La vuelta fué aún más terrorífica que la ida, pues volví otra vez con exceso de equipaje, y si no fuera porque soy una buena marxista, me hubiera acordado de la familia del camarada Carlos y de todos sus ascendientes. Volví a pasarlas canutas en el maldito aeropuerto de Madrid, pero llegué a casa sana y salva. Con los veinte tomos de Marx, que se debió quedar muy descansado. También estuvimos un día en la playa de Varadero, que es larguísima, y con bungalows,pero muy pocos, El agua el preciosa,pero lo que no me pareció tan precioso fué un tiburón del que vi una aleta enorme cuando ya había salido del agua. No me volví a meter. Al llegar, empecé a sentirme triste otra vez, pero nos reconciliamos pronto y aquel horror y la soledad, las juergas de vino tinto y ginebra se acabaron, y mandé a la Universidad a tomar viento. Todos mis compañeros también, pues no estaban por la labor de estudiar tanto. Bien está lo que bien acaba.

2 comentarios:

mef dijo...

Qué relato tan hermoso y completo, Loles, que me parece como que hubiera estado ahí ! Gracias ! Lo tomo como un genial regalo de Reyes. Tendrías que escribir un libro... Las andanzas de una chica Loles ♥

Mª Dolores de Burgos dijo...

El libro al que te refieres, ya lo he escrito. Porque han sido tantas las cosas que me han pasado, tantas y variadas, que a mí que no me cuesta escribir las he ido relatando todas en una especie de memorias, pero abultan tanto, que si un dia llegasen a publicarse ocuparian más que la Enciclopedia británica. Y es que he tenido una vida muy entretenida. Como dice Pablo Castellano, quien ama el peligro tendrá una vida entretenida. Un poco arriesgado, pues me he visto a veces metida en unos líos tremendos. Ahora ya es hora de sentar de una vez la cabeza, pero es que la vida no me deja...