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Pieles NO

viernes, 21 de octubre de 2011

La armonía musical


Fue el célebre filósofo Pitágoras quien encontró la proporción numérica que es responsable de las armonías musicales. Investigó una cuerda de una lira y descubrió que pulsada al aire emite un sonido (una nota), y que si se divide a la mitad su longitud la nota es exactamente la misma, pero una octava más alta (más aguda). Y si se divide en tres o en cuatro o en cinco la armonía se mantiene.
Paralelamente, pudo observar que si la cuerda se divide en fracciones que no son simples el sonido que produce es disonante con los anteriores (se rompe la armonía). Fue un hallazgo revolucionario: había aparecido un método científico para afinar instrumentos de cuerda, el mismo que se utiliza actualmente.
La música para la escuela pitagórica fue fundamental, en especial porque le permitió enlazar la matemática con el arte, y desde allí extender sus teorías hasta los límites últimos del universo. Los pitagóricos aseguraban que los números están detrás de todas las cosas, desde las más pequeñas hasta en las órbitas de los planetas (de hecho fueron los primeros en sostener que los planetas son esferas y que la tierra gira alrededor del “fuego que produce la noche y el día”). Proclamaron abiertamente que “todo es número” y se abocaron a explicar el universo en términos matemáticos. Lo increíble es que lo hicieron en clave musical; según Pitágoras, el movimiento de las esferas es armónico, y genera un melodía constante, llamada Música de las esferas.
El sonido de cada esfera corresponde a una nota de la escala musical que depende del radio de su órbita, igual que las cuerdas dependen de su longitud. La vida en la tierra, sostenían, está condicionada por esta sinfonía: regula las estaciones, los ciclos biológicos y todos los ritmos de la naturaleza.
Lo más notable es que esta teoría -tan bella y exacta- ha surgido de la simple observación. En aquellos años, 500 a.c., no había tecnología apta para revisar el movimiento de las estrellas, ni siquiera para grabar música. La única forma que había de escuchar el sonido de una lira era en conciertos en vivo y no cualquiera tenía acceso. Aún así, los pitagóricos palparon de inmediato la fortaleza de este arte y la relación matemática que regula sus secretos.

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