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Pieles NO

sábado, 22 de septiembre de 2012

Los hombres no ven tres en un burro

Desde tiempos inmemoriales, los hombres han acusado a las mujeres de esconder sus cosas. Objetos tan valiosos como los calcetines, las corbatas, los calzoncillos, la cartera, la cinta adhesiva, la mantequilla y el destornillador. La pregunta del millón es por qué, estando esos objetos allí donde están, que están ahí, en su sitio, el sexo masculino es incapaz de verlos, aun cuando los tiene delante de sus narices. Gracias a estudios científicos (y digo “gracias” porque hasta en eso tienen suerte), se ha demostrado que esto se debe a la llamada “visión de túnel masculina”. Me explico: Hombres y mujeres, en esencia, son iguales psicológicamente hablando, pero debido a que durante su evolución se vieron condicionados a enfrentarse a problemas diferentes, la adaptación para cada sexo fue distinta. Ello condujo a diferencias sustanciales, no sólo a nivel psicológico sino también anatómico. En el caso de la mujer, al ser la que gestaba y paría, tenía que dedicar la mayor parte de su tiempo al cuidado de los hijos. Y aquí es dónde está la raíz de todo: Al ser la responsable de su prole, la mujer desarrolla un complejo sistema cerebral que le proporciona un amplio arco de visión periférica de unos 45 grados. O sea, que puede ver, sin tener que girar la cabeza, hacia ambos lados y por arriba y por abajo de la nariz. Toda un ave de presa. Esta maravilla de la evolución le servía para proteger a sus hijos y estar a al tanto de posibles depredadores. Por su parte, la misión fundamental del hombre en esos tiempos tan terribles, era el de sustentar a la familia. El iba de caza y lo que su cerebro desarrolla para ayudarle a sobrevivir, fue la capacidad de visión de larga distancia, con la que pudiera distinguir sus presas con total claridad y precisión: la visión de túnel. O, para ser más correctos se llamaría “visión de tipo túnel”, porque el primer término indica una patología ocular. En resumen, el cerebro masculino adaptó la vista para la caza (largas distancias), pues era el sustentador del núcleo familiar, y el cerebro femenino (distancias cortas ) la adaptó para cuidar y velar por su prole. Ahora ya sabemos por qué una mujer puede distinguir a simple vista diferentes objetos en un cajón, y después incluso recordarlos. Al igual que ha dejado de ser un enigma por qué un hombre es incapaz de localizar la cinta adhesiva si la pones entre las llaves del coche y el paquete de tabaco. ¿Hay soluciones?… Pues será cosa de echarle imaginación. Si un vestigio residual como la muela del juicio, que fue útil a nuestros antepasados para comer carne a bocados, aún no nos ha abandonado, me imagino que la visión tipo túnel estará mucho tiempo entre nosotros. ¿Un GPS, tal vez?, ¿clases de Control Aéreo para dirigir a su esposo en la búsqueda del objeto en cuestión?. Será cuestión de seguir investigando. Y ahora, si me disculpa, tengo que irme. Mi marido no encuentra la camisa a cuadros…

2 comentarios:

María Belén Puertas Única dijo...

Loles, qué bueno;es veridico que tienen las cosas delante y no las ven.Si no fuera por nosotras ...jajajaj Gracias por tus entradas tan originales y que sacan una sonrisa. Saludos

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María Belén Puertas Única dijo...

Hola Loles,que cierto que és no ven lo que tienen delante si no fuera por nosotras jajajj.Gracias por tus entradas tan divertidas que me sacan una sonrisa .Saludos

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