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domingo, 19 de junio de 2011
El experimento de Milgram:Estudios sobre la obediencia
A finales de la década de 1960, Stanley Milgram, un psicologo de la universidad de Yale, realizó una serie de estremecedores esperimentos sobre la obediencia. Demostró así como una situación puede imponerse a la conciencia individual de una persona. Sus hallazgos han servido para explicar las grandes atrocidades de nuestra época: El holocausto, la matanza de My Lai, y el genocidio de Ruanda.
Milgram extrajo a los sujetos de su experimento de todos los estratos sociales: Abogados, bomberos, obreros...Todos aceptaron cobrar 4,5 dolares por hora a cambio de participar en un estudio sobre aprendizaje y castigo. Un médico con bata blanca les conminó a actuar como "profesores"; debían leer una lista de palabras que un "alumno" debía asociar con otras desde otra habitación, en la que no se lo podía ver pero sí escuchar. Si el alumno se equivocaba, el profesor debía castigarlo con una descarga eléctrica, cuya intensidad iría incrementando con cada respuesta incorrecta. El primer nivel estaba catalogado como "descarga leve de 15 voltios". El último, como "peligro, descarga fuerte de 450 voltios".
El verdadero experimento consistía, por supuesto, en ver qué nivel de castigo estarían dispuestos a administrar. A los 180 voltios, el alumno (en realidad, un actor)gritaría para decir que no podía soportar más el dolor. A los 300, se negaría a seguir con el experimento.A los 330, sólo habría silencio. Para sorpresa de Milgram, el 65% de los sujetos llegó hasta el final,los 450 voltios, aunque se les dijera que el alumno tenía problemas de corazón. Muchos parecían muy alterados (sudaban mucho, se mordían los labios), pero instigados por el experimentador de bata blanca continuaban pese a sus escrúpulos morales.
El hallazgo de Milgram horrorizó a la comunidad científica de los años sesenta,tanto por sus cuestionables métodos éticos como por sus terribles resultados. Pero su investigación demostro a las claras cómo gente normal puede ser inducida a cometer actos inhumanos simplemente por la presencia de una figura de autoridad. Milgram descubrió también que cuanto mayor fuera la distancia psicológica del sujeto respecto de su víctima, más probable era que siguiera las órdenes hasta un final fatal. Si el profesor solo leía las preguntas pero no administraba las descargas, el 90% concluía el experimiento, pero si tenía que tocar al alumno para castigarlo, solo el 30% llegaba hasta los 450 voltios.
El experimento de Milgram se ha vuelto a hacer en Australia, Alemania, Jordania y otros países, siempre con resultados similares. Milgram obtuvo niveles idénticos de obediencia en hombres y mujeres.
El experimento planteó preguntas sobre la ética de la experimentación científica en sí misma debido a la tensión emocional extrema sufrida por los participantes (aunque se podría decir que dicha tensión fue provocada por sus propias y libres acciones). La mayoría de los científicos modernos considerarían el experimento hoy inmoral, aunque dio lugar a valiosos estudios sobre la psicología humana.
En defensa de Milgram hay que señalar que el 84% de participantes dijeron a posteriori que estaban "contentos" o "muy contentos" de haber participado en el estudio y un 15% les era indiferente (respondieron un 92% de todos los participantes). Muchos le expresaron su gratitud más adelante y Milgram recibió en varias ocasiones ofrecimientos y peticiones de ayuda de los antiguos participantes.
Hay un colofón poco conocido del experimento Milgram, reportado por Philip Zimbardo: Ninguno de los participantes que se negaron a administrar las descargas eléctricas finales solicitaron que terminara el experimento (que se dejaran de realizar ese tipo de sesiones) ni acudieron al otro cuarto a revisar el estado de salud de la víctima sin antes solicitar permiso para ello.
Esto refuerza la idea de que la mente humana es un pozo sin fondo, y que somos capaces de las mayores barbaridades.
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