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Pieles NO

domingo, 5 de diciembre de 2010

Un cura poco corriente





Jaume Santandreu es un cura de 74 años que ahora ha presentado en el obispado de Mallorca su "dimisión", si esto es posible. Porque segun la Iglesia Catolica, el sacerdocio es un sacramento que imprime carácter, o sea, que una vez ordenado, se es cura para toda la vida. Pero lo que él quiere es dejar de ejercer como tal, o sea, de celebrar misa, matrimonios -que siempre ha estado solicitadísimo, hay gente en la isla que no quiere que les case o que bautice a sus hijos otro cura que no sea él, tantas pasiones levanta-.
A Santandreu le metieron ¿o se metió? en el seminario a los 8 años. En su pueblo natal de Manacor (el mismo que Rafa Nadal)a tan tierna edad le violó un cura de La Salle, del que en su libro "Encís de Minyonía" (literalmente: Embrujo de niñez), traducido al castellano como "Nacido hombre", da su nombre, y cuenta como quedó hechizado por ese cura. La pobre criatura no sabía nada de nada,y quedó embrujado como un pajarito delante de una serpiente. La serpiente, claro, hizo lo que quiso con él.
Con semejante bagaje estudió en el seminario y allí fué ordenado y cantó su primera misa a los 24 años.Ahora tiene muchos más, pero de joven era realmente atractivo. El episodio con el hermano (¡) le dejó profunda huella y un gran sentimiento de culpabilidad.
Estuvo unos años de misionero en un pueblecito indio de los Andes peruanos, y luego ejerció como cura obrero en el complejo turístico de El Arenal, playa con cientos de hoteles cerca de Palma, que entonces estaba en ebullición por el boom turístico, que empezaba en la isla. Durante este tiempo renunció al sueldo como cura del Estado, y recibía el de trabajador de hostelería. Tuvo problemas (todas estas peripecias las cuenta en sus libros)y entonces se dedicó a su verdadera vocación, los marginados.
Los obispos de Mallorca, desesperados, ninguno sabía qué hacer con él,le suspendían a divinis, le excomulgaban, pero él ni caso, porque pasaba olímpicamente de su autoridad, diciendo que solo admitía la de Jesús y el Evangelio, y que él solo era servidor de los pobres. Fue muy criticado, pero también muy querido. Abría albergues para desgraciados de todo tipo, los que no eran queridos en otros albergues más "políticamente correctos", y recogía la escoria de la escoria. Los albergues le duraban poco, pues los vecinos, todos ellos buenas gentes bienpensantes, cuando veían la tropa que iban a tener por vecinos, se ponían hechos una furia, y le tiraban dentro del refugio cócteles Molotov y toda clase de porquerías, haciéndole a él y sus pupilos la vida imposible, con lo que se tenía que ir a otra parte. Esto sucedió bastantes veces, hasta que una buena señora, rica y compasiva, al morir le dejó en herencia Ca'n Gazá, que es una finca grande y con una casa también enorme en buen estado. Santandreu vio el cielo abierto, y allí se llevó a todos sus desharrapados, estableciendo una vida al más puro estilo comunista, donde nadie es jefe de nadie, y donde cultivan un poco de todo, tienen árboles frutales, animales, cabras, ovejas, gallinas, etc. Y son casi autosuficientes. Para las cosas que no pueden conseguir por ellos mismos, siempre hay un alma buena, sobre todo cerca de Navidad, que les regala todo lo que han de menester.
Da gusto visitar Can Gazá. Está limpio relimpio, y allí solo hay hombres. Y ves gente que son enfermos terminales, pero que no están solos, porque siempre hay un peor. Juegan a las cartas, ríen, discuten y están como en un asilo pero sin gente que les dé mala vida. Todos son conscientes de que son responsables del mantenimiento y la tranquilidad que les brinda Ca'n Gazá.
Santandreu vive allí, en las afueras de Palma,su finca convertida en una isla dentro de la isla, en donde han ido a parar muchos yanquis, enfermos crónicos, alcohólicos y drogadictos que buscan liberarse de las drogas y el alcohol. La mayoría de ellos tiene más de 50 años, algunos en estado terminal, y su adicción les ha llevado a perderlo todo: familia, trabajo, dinero y amigos. Allí se encuentran con un ex cura-obrero dedicado exclusivamente a recoger la escoria de una Mallorca de lujo. Él encauza a estos enfermos de sida, drogadictos y enfermos crónicos, en la última estación hacia una nueva vida.
Jaume Santandreu se levanta cada mañana a las cinco treinta, tras haber dormido cinco horas, y lo primero que hace es meterse en la cocina. Desde ella le encanta dar gusto a los alimentos, prepararlos y condimentarlos como paterfamilias en una residencia que alberga a una treintena de hombres que lo perdieron todo excepto la esperanza de vivir con un mínimo de dignidad humana.
A las 10 de la mañana, tras descansar durante una hora, Jaume Santandreu se dedica a alternar con ellos. Atiende a las llamadas telefónicas, hace de relaciones públicas para volver al mediodía a la cocina, en donde acabará de preparar el menú. Una hora más tarde, el comedor se llenará de una treintena de comensales hambrientos a los que se añadirán otros treinta que llegan a pie de la ciudad para cubrir el hambre en un silencio casi monástico. Luego, se recogen los platos por turnos y se escurren las vasijas a mano. Pese a haber aceptado la casona de dos pisos y la finca con ovejas y otros animales, Santandreu nunca aceptó lavavajillas ni inventos domésticos modernos. En “Can Gazà” no hay trabajadores sociales, ni médicos, ni monitores, ni siquiera cocineros o cuidadores y las ovejas y otros animales que pastan en el pequeño huerto les permite autogestionarse sin apenas recibir ayudas de instituciones.
Por la tarde, Santandreu, el cura gay de los pobres, sale de casa para acercarse a Palma o a algún pueblo en donde da conferencias, se entrevista con algunos, visita a su familia y, por la noche, tras la cena, juega a las cartas o al ajedrez con Miguel Ángel, el único trabajador a sueldo con el que suele perder. Antes de acostarse, se conecta una hora con el mundo a través de Internet.
En épocas de gran actividad intelectual, Santandreu se aísla para poder confeccionar algún libro de poesía, novela o ensayo. De la treintena que lleva escritos, son especialmente conocidos “El nom del pare” (“El nombre del padre”), “Encís de Minyonía” (“Nacido hombre”) o “Catedral amb armaris” (“Armarios en la Catedral”), que consiguió el Premio Terenci Moix de Narrativa gai y lesbica. Asegura que los peores años de su vida los pasó en el Seminario de Palma en donde le violaron. Anteriormente, a los seis años, ya sufrió abusos sexuales por parte de un cura, en la Salle de Manacor. No oculta su homosexualidad y por eso escandaliza a toda la clericalla. ¡Fariseos!

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