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Pieles NO

viernes, 1 de marzo de 2013

La Alhambra vista por Washington Irving



Cuentos de la Alhambra


En la primavera de 1829 el historiador y escritor estadounidense Washington Irving viajó de Sevilla a Granada y se alojó durante unos meses en la Alhambra.
Tres años antes había aceptado la invitación de Alexander H. Everett de incorporarse a la delegación americana en España, país donde escribió Columbus (1828), seguida de The Companions of Columbus (1831). Mientras tanto, Irving había quedado fascinado con las leyendas del pasado islámico de España, y escribió The Conquest of Granada (1829) y The Alhambra (1832), subtitulada A series of Tales and Sketches of the Moors and Spaniards, obra que en español conocemos como "Cuentos de la Alhambra".
El embrujo de la Alhambra Como escritor romántico que era, Irving intentó transmitir en su libro el embrujo que impregna cada rincón de la Alhambra, y nos legó un relato que, además de describir el monumento con gran sensibilidad poética, recoge las leyendas de carácter sobrenatural asociadas a cada una de sus dependencias, que le fueron contadas por diversos interlocutores con los que tuvo ocasión de departir durante su estancia en Granada, leyendas algunas de las cuales siguen hoy coleando. Sabemos así que en las cuevas de la colina de la Alhambra todavía habitan, hechizados, Boabdil y su séquito, que de vez en cuando sale a medianoche con su ejército y sus caballos a deambular por las dependencias de su palacio. Que existen tesoros escondidos, enterrados por los moros en ciertos lugares de la Alhambra, guardados por monstruos, esperando a ser descubiertos por algún valiente que se aventure a buscarlos en sus subterráneos. Que el fantasma de la princesa Zorahayda, infanta que murió cautiva en una torre de la Alhambra, se aparece algunas noches en una fuente, tocando un laúd de plata a la luz de la luna llena. Etcétera.
No es aquí lugar para enumerar todos los relatos fantásticos recogidos en los 'Cuentos de la Alhambra', por lo que nos limitaremos a reproducir unos pocos párrafos que pueden dar una idea de cómo veía un viajero norteamericano en los años del romanticismo un país tan exótico como España.

¡Qué país, España, para un viajero, donde la posada más miserable está tan llena de aventuras como un castillo encantado y cada comida es en sí misma una hazaña!

Para el viajero imbuido por el sentido de lo histórico y poético, la Alhambra de Granada es tan objeto de veneración como lo es la Kaaba o sede sagrada de la Meca para los auténticos peregrinos musulmanes. ¡Cuántas leyendas y tradiciones, verdaderas y fabuladas, cuántas canciones y romances, españoles y árabes, de amor y guerra y caballería están asociados con esta romántica mole!

Los moros de Granada veían la Alhambra como un milagro de arte y tenían la tradición de que el rey que la fundó trataba con magia, o al menos estaba versado en alquimia, por medio de la cual se procuraba las inmensas sumas de oro invertidas en su construcción.

La gente corriente (de Granada) asocia a algo de misterio y magia todo lo morisco y tiene todo tipo de supersticiones relacionadas con esta vieja fortaleza musulmana. Indice de textos

Mientras descansaba hacia el crepúsculo en la fuente de la Alhambra, me encontré con un número de compadres reunidos en el lugar, y su conversación, como no es inhabitual a esa hora oscura, giró en torno a viejos cuentos y tradiciones de naturaleza sobrenatural. Siendo todos pobres como ratas, insistieron con peculiar afición en el tema popular de las riquezas encantadas dejadas por los moros en varias partes de la Alhambra. Sobre todo, coincidieron en la creencia de que había grandes tesoros enterrados profundamente en la tierra bajo la Torre de los Siete Suelos.

No hay una sala o torre o bóveda de la vieja fortaleza que no haya sido convertida en el escenario de alguna tradición maravillosa. (...)
Si algo en estas leyendas chocara con la fe del lector escrupuloso, debe recordar la naturaleza del lugar y tenerla en debida cuenta. No debe esperar aquí las mismas leyes de probabilidad que gobiernan los escenarios comunes y la vida cotidiana; debe recordar que pisa las salas de un palacio hechizado y todo es "terreno encantado".

'Está escrito en el libro del destino que cuando un encantamiento sea roto, Boabdil descenderá de la montaña a la cabeza de su ejército, recuperará su trono en la Alhambra y su dominio sobre Granada, y reuniéndose los guerreros encantados de todas las partes de España, reconquistarán la Península y restaurarán la ley musulmana.'

"Verás la Alhambra como era en sus días de gloria, ya que posees un talismán mágico que revela todos los encantamientos." (...)
La luz de la luna iluminó todas las salas y patios y jardines casi tan intensamente como si fuera de día, pero reveló un escenario muy diferente al que estaba acostumbrada. Los muros de los apartamentos ya no estaban manchados y resquebrajados por el tiempo. En vez de telarañas, colgaban ahora de ellos ricas sedas de Damasco, y los dorados y pinturas de arabescos estaban restaurados con su frescura y brillo originales. Las salas, en vez de estar desnudas y desamuebladas, estaban adornadas con divanes y otomanas de los materiales más raros, bordados con perlas y tachonados de gemas preciosas, y todas las fuentes de los patios y jardines estaban funcionando. (...)
El Patio de los Leones estaba atestado de guardias y cortesanos y alfaquíes, como en los viejos tiempos de los moros, y en el extremo superior del salón de justicia estaba Boabdil sentado en su trono, rodeado por su corte y blandiendo un oscuro cetro por la noche.

"Estas discretas estatuas dirigen la mirada hacia un enorme tesoro escondido en los viejos tiempos por un rey morisco. Di a tu padre que busque el punto en donde tienen fijos sus ojos y encontrará lo que le hará más rico que cualquier hombre de Granada. Solo tus manos inocentes, sin embargo, dotada también como estás con el talismán, pueden llevarse el tesoro."

A veces he salido a medianoche, cuando todo estaba silencioso, y me he paseado por todo el edificio. ¡Quién puede hacer justicia a una noche a la luz de la luna en tal clima y tal lugar! La temperatura de una medianoche andaluza en verano es perfectamente etérea. Nos sentimos elevados en una atmósfera más pura; hay serenidad en el alma, optimismo en el espíritu, una elasticidad de ánimo que hace de la mera existencia un placer. El efecto de la luz de la luna, también, en la Alhambra, tiene algo de encantamiento. Cada hendidura y agujero del tiempo, cada tinte descolorido y mancha de intemperie desaparece, el mármol recupera su blancura original, las largas columnatas se aclaran con los rayos de luna, las salas son iluminadas con una suave radiación, hasta que el edificio entero recuerda al palacio encantado de un cuento árabe.

Y además déjame decirte, amigo, que toda España es un país bajo el poder del encantamiento. No hay cueva de montaña, ni atalaya solitaria en las llanuras ni castillo arruinado en las colinas que no tenga algunos guerreros hechizados durmiendo a través de las eras dentro de sus bóvedas.

(Washington Irving, Cuentos de la Alhambra)

2 comentarios:

María Belén Puertas Única dijo...

Loles gracias por esta historia ya que al ser granadina me toca el alma.Saludos y buen finde

Mª Dolores de Burgos dijo...

Me alegro que te haya gustado. Granada me enamora y espero no haber puesto ninguna tontería. Junto con Córdoba y Toledo, me parece una de las ciudades más bonitas de España. Y del mundo. He estado tres veces y cada vez me he hartado de hacer fotos. Una sobrina mía, hija de una prima de Sevilla, ha estudiado árabe en un sitio que hay en el Albaicín y que no recuerdo el nombre, pero es una especie de universidad arábiga en chiquito. Ya me gustaría estar allí. Yo aprendo el árabe aquí, en Mallorca, donde tengo muchas amigas musulmanas. Un abrazo. Salam.