La llorona, alma en
pena.
Cuenta ésta leyenda que en la época colonial cada noche sonaban las campanas de la iglesia principal dando el toque de queda a las once. Todos los viandantes sabían que cuando tocaban las campanas era señal de marcharse a casa. Las calles se quedaban totalmente vacías y frías en la oscura noche, algunos días alumbradas únicamente por la luz de la luna llena.
Cada noche a partir de las 12, se comenzaban a oír lamentos y una voz lastimosa que parecía provenir de una mujer afligida y desconsolada. Estos gritos vagaban por toda la ciudad. Ante tales sucesos muchos quedaban desvelados y ya no podían conciliar otra vez el sueño. Se preguntaban quien sería aquella mujer que todas las noches lloraba quejándose tristemente y a nadie dejaba dormir.
Cansados de tal circunstancia, los más valientes se echaron a la calle al dar la medianoche para dar caza a la mujer o persona de aquellos sollozos. Otros se santiguaban en sus casas agarrando fuertemente algún crucifijo. Estaban convencidos que esas voces eran producto de ánimas perdidas y no de persona humana.
Iban con antorchas buscando el foco de los gemidos, que ya se escuchaban otra vez retumbando entre las calles oscuras.
Y de pronto, como si se tratase de un ángel, apareció al final de un callejón una mujer de piel blanquecina. Vestía un traje blanco vaporoso y sus cabellos eran largos y de color negro intenso. Por lo menos lo que se dejaba entre ver, pues llevaba un tupido velo que le cubría todo el rostro.
La imagen fantasmal, tras dejarse ver por los aldeanos durante unos minutos, extendió sus brazos y se dirigió hasta la plaza Mayor dónde se arrodilló. Mientras, su voz lastimosa seguía escuchándose.
- “¡Ay, mis hijos!”
Los vecinos la siguieron hasta la plaza y con asombro contemplaron como aquella mujer casi transparente se desvaneció entre las sombras de la noche…
Hay muchas teorías sobre quien fue esa mujer, y el por qué de su tristeza, pero la más difundida para la llorona es la siguiente.
Muchos afirman que era una mujer indígena, la cual estaba enamorada de un noble español. Esta mujer tuvo tres hijos de la relación, pero el caballero jamás quiso reconocerlos y menos formalizar algo con ella.
Al cabo del tiempo él se casó con otra y ella se volvió loca.
Tal fue su trastorno que ahogó a sus tres hijos en el río, y al darse cuenta del mal que había hecho, se suicido.
Ahora su alma en pena vaga por las calles lamentándose por sus hijos.
- “Ay mis hijos, ¿dónde los llevaré para que escapen de tan funesto destino?”
Dybbuk, el demonio que quiere
vivir
Un Dybbuk (que significa “aferrarse” en hebreo) es un ser místico nacido en el folclore judío, son originarios de Israel y las primeras historias conocidas sobre ellos tienen fecha en el siglo XVI. Se dice que es un demonio ancestral o el alma de un pecador que deambula entre los dos mundos para escapar del castigo que le espera por sus acciones pero también puede tratarse de la esencia de una persona muerta a la cual le han quedado cosas pendientes que hacer en vida.
Un Dybbuk es sólo energía no posee una forma corpórea y carece de género sexual, lo que hace este personaje es poseer los cuerpos humanos, en su mayoría mujeres, para vivir en ellos ya que él es un espíritu errante que no tiene cabida en el cielo, no puede o no sabe cómo llegar a él.
Este alma errante puede apoderarse de quienes no tienen el espíritu y cuerpo totalmente conectados a raíz de algún problema emocional o psicológico, esa rendija entre lo corpóreo y lo etéreo es espacio suficiente para que el Dybbuk puede ingresar y dominar la entidad de la persona. También puede ser razón de posesión que el individuo en cuestión esté atravesando una situación semejante a la que el Dybbuk experimentó en vida y éste vea la oportunidad propicia para terminar lo que le ha quedado pendiente.
La Kabbalah, texto místico del judaísmo, relata sobre los Dybbukyn (Dybbuk en plural) y especifica la forma de exorcizarlos, según estos escritos este demonio puede ser ahuyentado mediante la música ceremonial tocada con un cuerno de carnero, por otro lado alerta que cuando todo objeto que suena con el viento produce alguna melodía es señal que un Dybbuk está merodeando los alrededores.
El exorcismo judío para ahuyentar al Dybbuk debe realizarse por un rabino experto en la Kabbalah junto a 10 personas capaces de soportar la experiencia y que puedan formar un círculo santo de protección en derredor del poseído mientras repiten los textos sagrados.
Todos deben recitar el Salmo 91 tres veces mientras el rabino hace sonar el shofar (cuerno de carnero), este sonido desorientará a la entidad y será posible la comunicación en donde se le pedirá que abandone el cuerpo que no le pertenece y se le indicará el camino a seguir para su propia salvación.
El caso Cañitas, jugando con la
ouija
El caso Cañitas ha sido un caso muy sonado entre los misterios paranormales y ha traído consigo diversas opiniones y bastantes polémicas. Es una historia sobre un grupo de amigos que pasan unos días en una casa y realizan la Ouija en Cañitas, México. El caso no tendría tanta relevancia a no ser por todo lo que aconteció los días posteriores y que alguno de los componentes sufrió alguna que otra desgracia.
La historia del Caso Cañitas trata así:
Un grupo de chavales se hospedan por unos días en casa de unos amigos. Para pasar el rato no se les ocurre cosa mejor que jugar a la Ouija. A partir de ese momento empiezan a ocurrir sucesos extraños en la casa, como puertas y ventanas que se abren y cierran, voces, ruidos, etc.… Uno de ellos, Manuel, empieza a hablar con una voz ronca y diferente a la suya. Muchas de sus palabras ni tienen sentido y pronuncia alguna que otra de tono soez.
Por ello, ya algo asustados, deciden terminar la sesión de Ouija y ver qué le pasaba a Manuel.
Pero el chico no recordaba en ningún momento lo que había ocurrido. Sólo afirmaba que no podía moverse, y tampoco hablar. Su cara tenía un gesto muy raro y estaba desfigurada, parecía ser otra persona.
Por otra parte, toda la noche la pasaron desvelados por los ruidos tan extraños que no dejaban de oírse en la casa. Hasta que por fin amaneció en el lugar y, María (otra componente del grupo) se levantó muy temprano para dar de comer a su hijo que no dejaba de llorar porque estaba hambriento.
Salió al pasillo para ir a la cocina y calentar el biberón, pero algo apareció ante ella… sus ojos no daban crédito a la figura espectral que en su dirección se dirigía. Era un ente flotando, sus pies no tocaban el suelo e iba vestido con una especie de atuendo de monje. Sus dedos eran huesudos con uñas largas y sucias.
María gritó con todas sus fuerzas. Su voz resonó en toda la casa e hizo que todos se despertaran. Cuando llegaron dónde se encontraba María, parece que el ente se esfumó. Los demás no le dieron mayor importancia al suceso y lo achacaron al nerviosismo del día anterior y quizás, a una mala pasada de la imaginación de María.
Pero, ¿sería sólo eso?…
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