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Pieles NO

martes, 15 de noviembre de 2011

Historia de la mantilla española



Aunque típicas del sur de España, mantillas y peinetas despiertan la curiosidad de turistas y viajeros extranjeros. En España, se usan con frecuencia en ferias (acompañando a trajes regionales), acontecimientos oficiales, grandes tardes de toros, etc. Las mujeres de la Casa Real Española echan mano de este elegante complemento en ocasiones muy especiales, como bodas, recepciones o reuniones con altos cargos. Pero, ¿desde cuándo se usan estos peculiares artículos?
La mantilla no es más que una evolución del velo, una variante que ha sobrevivido en el tiempo y que ha llegado a convertirse en un complemento de moda más en el armario de muchas españolas.
Durante la Edad Media, las mujeres acostumbraban a llevar tocados para adornar su cabeza o darle un toque de distinción a su indumentaria. Así, a finales del siglo XVI se popularizó en toda España el uso del manto, ya por entonces denominado “mantilla de aletas”, manteniendo las características propias de cada región. Por ello, era frecuente que estos mantos fueses gruesos en el norte y se usasen más como pieza de abrigo que como adorno, mientras que en el sur se consideraban casi elementos de lujo y tenían fines únicamente estéticos.
Si nos fijamos en los retratos y pinturas de Velázquez, podemos ver mantillas de encaje, que se empezaron a utilizar en el siglo XVII. Eran empleadas en un principio por doncellas o pueblerinas y hubo que esperar hasta el siglo XVIII para verlas en las cabezas de las damas más influyentes y poderosas.
En el siglo XIX, la reina Isabel II, que tenía una manifiesta debilidad por los encajes, popularizó el uso de la mantilla en toda la sociedad española. A pesar de que a partir de 1868 la moda de la mantilla y la peineta se perdió en casi toda España, siguió siendo utilizada por las mujeres de Andalucía y Madrid. Estas últimas las emplearon para manifestar su descontento ante el reinado de María Victoria y Amadeo de Saboya. Frente a una monarquía foránea, llenaron las calles de uno de los complementos que consideraban más representativos de la cultura española.
Progresivamente, a lo largo del siglo XX fue menguando la costumbre de utilizar la mantilla en la vida cotidiana, quedando relegada a procesiones, conmemoraciones y actos de cierta trascendencia social.

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