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lunes, 30 de mayo de 2011
Las garrapatas y el cambio climático en la Antártida
En las colonias de aves marinas de la Antártida, aunque nos parezca mentira, existe vida más allá de los bellos pingüinos. Las garrapatas Ixodes uriae, un ectoparásito que infecta a más de 50 especies, es un vecino habitual de las aves marinas de las regiones que rodean a la zonas polares.
Este minúsculo artrópodo se concentra en gran número debajo de las rocas en las colonias de los pingüinos. Este supone un riesgo y un problema ya que estas garrapatas actúan como transmisoras de virus, bacterias y protozoos patógenos para los pingüinos y otras aves marinas de los ambientes antárticos.
Entre las múltiples enfermedades que pueden transmitir está la borreliosis o la enfermedad de Lyme que afecta a los humanos y puede llegar a provocar artritis, trastornos cardíacos o neurológicos.
Es muy curioso observar la relación entre estas garrapatas y la supervivencia de los pingüinos: la interacción entre ambas tiene importantes implicaciones ya que las garrapatas se alimentan de la sangre de su hospedador (en este caso los pingüinos) y afectan de forma muy distinta a las aves que parasitan, ya sea provocando un retraso en el desarrollo de los polluelos o su muerte, incluso pueden llegar a producir la muerte de los adultos.
Hasta ahora se pensaba que en la Antártida estas garrapatas estaban situadas en lugares muy concretos pero ahora, gracias a una investigación llevada a cabo por un grupo de científicos capitaneados por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales, han llegado a la conclusión que su reparto geográfico es muy amplio y con gran abundancia en la región norte de la península Antártica, mientras que probablemente estén ausentes en el sur.
Este patrón de expansión se puede explicar fácilmente por viaje de los huevos de las garrapatas entre las patas de los pingüinos, y de ahí su expansión por toda la región norte. Hasta ahora los pingüinos no han sentido el efecto de estos parásitos, sin embargo los científicos aseguran que posibles cambios climáticos pueden producir también modificaciones en este proceso con lo que la vida de los pingüinos podría ponerse en serio peligro.
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