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Pieles NO

sábado, 28 de abril de 2012

El reloj biológico de las plantas



Utilizan este reloj para adaptarse al cambio climático. En eso, aunque nos pueda parecer increíble de creer, se parecen mucho a los humanos. Gracias a ese reloj biológico interno se pueden adaptar a los continuos cambios de luz o de temperatura a los que están sometidas en su entorno. Este mecanismo les permite además asumir y amoldarse al cambio climático.

Los científicos se han dado cuenta de esta “inteligencia” en las plantas y es objeto de estudio por parte de quienes investigan su influencia en los cambios de la biología vegetal. Lo hacen, sobre todo, para conocer y poder llegar a la influencia que el hombre puede tener sobre la mejora de las cosechas. Se han dado cuenta que las plantas, dependiendo de las condiciones de luz y de agua a las que están sometidas, regulan su ritmo de funcionamiento de tal forma que se adaptan a las situaciones mediambientales a las que están sometidas en cada momento.

Los científicos aseguran que son capaces de reaccionar ante cambios de luminiscencia en cuestión de días ( uno o dos a lo sumo), modificando sus comportamientos. También el nivel de agua del que disponen hace que su reacción sea una u otra. Las condiciones antes la sequía o los aumentos de temperatura hacen saltar en las plantas una especie de alarmas que las ponen en estado de alerta.

Evidentemente el aguante que tienen no es infinito con lo que si los niveles de carencia de agua o las altas temperaturas llegan a un punto determinado acaban muriendo. Sin embargo hasta que llega ese extremo ellas tienen una gran capacidad de adaptarse a los posibles cambios. Son descubrimientos que pueden ayudar mucho a paliar, por ejemplo, los períodos de cosechas escasas. Serviría sobre todo en aquellos lugares en los que las condiciones extremas del clima hacen muy complicado llegar a buen términos las grandes recolecciones.

Nuevos descubrimientos que nos afianzan en la idea de que las plantas tienen su pequeño corazoncito como todos los seres vivos; un corazoncito que late imperceptible, en condiciones normales, para el ojo humano pero que no por ello deja de latir, sentir y padecer cualquier agresión que le llegue del exterior que las rodea.

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