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Pieles NO

sábado, 21 de abril de 2012

Rey accidentado

El Rey, el elefante y su nieto

CREDITO:
Manuel Ajenjo

El nieto no es del elefante, es del Rey; el Rey es don Juan Carlos de Borbón, monarca de España; del elefante luego hablamos.

El nieto: Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón, Grande de España, aunque tiene 13 años su nombre debe de ir acompañado con esta denominación: la máxima dignidad de la nobleza española por ser hijo de Elena de Borbón y Grecia, una señora de 48 años a la que se le debe de decir Infanta: título nobiliario que se ganó en automático por ser hija del Rey, el ya mentado Juan Carlos, al igual que su hermana Cristina, de 46 años, casada con Iñaki Urdangarin, un pájaro de cuenta investigado por la Fiscalía Anticorrupción de Valencia.

También son infantas Pilar, de 76 años, y Margarita, de 73, hermanas del “relleno” -manera coloquial mexicana de decirle a un rey- y sus nietas, primas de Felipe Juan Froilán, Leonor y Sofía, éstas sí infantes en razón de su edad e infantas nobiliarias por ser hijas de los príncipes de Asturias: Don Felipe y la sirena de Maná, doña Letizia que, ¿quién lo dijera?, en un descuido puede convertirse en Reina -consorte con suerte- de España. En un descuido de su suegro el Rey, quien últimamente ha sufrido accidentes y cometido torpezas. Una de estas dos actividades reales -accidentes y torpezas- puede provocar su desaparición física o su abdicación, a petición del Parlamento, en favor de su marido.

Al escribir sobre las infantas reales vino a mi memoria una canción que aprendí en mi infancia callejera sin, en ese momento, reparar en el significado de su letra, y sin que ahora recuerde quién me la enseñó o cómo la aprendí. No puedo reproducir la melodía porque El Economista no se publica en papel pautado y aunque se publicara así yo no sé música, pero he aquí la letra: La Infanta doña Isabel se lo limpiaba con un clavel. La Infanta doña Eulalia se los limpiaba con una dalia. Ah que las infantas, qué manera de arruinar las plantas.

Retorno al tema inicial. El nieto de 13 años del Rey Juan Carlos I, Felipe Juan Froilán, quinto miembro de la Familia Real en el orden de sucesión al trono español, el pasado 9 de abril se disparó, accidentalmente, una escopeta calibre 36 que le causó una herida en el pie derecho. El hecho es violatorio de la legislación española que prohíbe la tenencia y el uso de armas de fuego a los menores de 14 años aunque sean Grandes de España.

El Rey

Mientras el mayor de sus nietos se reponía en una clínica de Madrid de su herida en el pie, el abuelo viajó a Botsuana, en el continente africano, para practicar la última de sus aficiones: la cacería de piezas mayores, las más grandes del mundo: elefantes. Los otros pasatiempos reales: el esquí, el veleo y las mujeres jóvenes son muy difíciles, por no decir que imposibles, de realizar a los 74 años. Si acaso el último de éstos, gracias a la ciencia moderna, puede practicarse siempre y cuando una de las partes tenga paciencia y bajo umbral a la repulsión y la otra, dinero.

Recuerdo que su afición a la caza ya había suscitado una polémica en el 2006, cuando distintos medios de Rusia acusaron a don Juan Carlos de haber cazado a un oso drogado. (La nota periodística que consulté para escribir lo que usted lee acota que “este hecho fue desmentido por la Casa del Rey”, sin decir si fue desmentida la cacería en sí o la drogadicción del oso).

La incursión cinegética del monarca español sucedió en momentos de incertidumbre de la sociedad española. El país ibérico atraviesa por la crisis económica más aguda desde la transición a la democracia, con cinco y medio millones de desempleados. La foto del Rey cazando elefantes fue la gota que derramó el vaso que comenzó a colmarse con las implicaciones de su yerno Iñaki y de su hija la Infanta Cristina en un tema de corrupción.

Hoy hay en España una población resentida con la monarquía. Juan José Téllez, en Periodismo Humano, escribió: “Cabe preguntarse el contribuyente, ¿de dónde sale el presupuesto para el viaje del rey y de su séquito a uno de los pocos países del mundo en donde se permite la caza de elefantes, a cambio de sumas que oscilan entre 7 mil y 35 mil euros? (...)” ¿Qué queda de aquel Rey que visitaba España preocupándose de los problemas de sus habitantes o de ese otro que se reúne con empresarios que exigen el despido libre y el recorte de los salarios para frenar una crisis que aparentemente no afecte a sus safaris?
Contradictoriamente a su gusto por matar paquidermos, el monarca ibérico ostenta el cargo de Presidente de Honor de la World Wild Foundation, la organización conservacionista de la naturaleza más grande del mundo, cuyo secretario general, Juan Carlos del Olmo, ya le pidió a su tocayo real que deje el cargo.

Quiso el destino que Juan Carlos I, en su campamento de caza en el precitado país africano donde, según la fotografía publicada por la agencia Rann Safaris ya había matado un elefante, sufriera una caída que le provocó una fractura de cadera, justamente el 14 de abril del 2012, exactamente a los 81 años que su abuelo, Alfonso XIII, abdicara a la Corona Española y por elección popular se instalará la segunda república.

Corre por ahí el mal chiste de que fue el presidente venezolano, Hugo Chávez, al que el rey hispano le sugirió en Santiago de Chile en el 2007: ¿por qué no te callas?, el que ahora le devolvió la solicitud a su Alteza y le espetó: ¿por qué no te caes?

Ayer, Juan Carlos I salió del hospital, pidió una disculpa: “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Sólo eso. Por otra parte, todos los elefantes del mundo se limpiaron los colmillos para enviarle un saludo a don Juan Carlos.

Esta es la razón por la que Froilán de todos los Santos disparóse sobre un pie, dice este tuit con imagen incrustada. Así de guasonas andan las redes sociales a propósito de los últimos accidentes de la Monarquía española.

Que no tienen pinta de ser los últimos a juzgar por el historial médico del Rey: En 1980, Juan Carlos dio un aviso saliendo de un tanque de la Brunete para inmediatamente estamparse de cabeza contra el suelo. En el 81, atravesó una puerta de cristal de la piscina de su palacio y no lo hizo precisamente como el Espíritu Santo en la virginidad perpetua de María, sino que tuvo que ser rápidamente ingresado en el hospital con múltiples cortes. La cosa ya empezaba a preocupar. En el 83 se rompió la cadera esquiando con la Infanta Elena. Eso era serio. En el 90, un accidente de coche con la otra Infanta, Cristina. En el 91, pierna escayolada en Baqueira. 95, muñeca rota en Candanchú. 96, se va el Monarca se va por el barranquillo en Sierra Morena. 2011, ojo pipa al golpearse con una puerta.

Ahora, cazando elefantes, otra vez la cadera rota.

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