pieles no
viernes, 1 de abril de 2011
Las supersticiones-50.000 años antes de nuestra era
Napoleón temía a los gatos negros y Sócrates al mal de ojo. A Julio César le aterrorizaban los sueños. Enrique VIII aseguraba que la brujería le había inducido a casarse con Ana Bolena. Pedro el Grande experimentaba un terror patológico cuando tenía que cruzar puentes. Samuel Johnson siempre iniciaba la entrada o la salida de un edificio con el pie derecho.
Todavía hoy, las supersticiones referentes a la mala suerte impiden a muchas personas pasar por debajo de una escalera, abrir un paraguas en un interior, embarcarse o casarse en martes y trece. Por otra parte, estas mismas personas, en pos de la buena suerte, suelen cruzar los dedos o tocar madera.
Dada su índole irracional, las creencias supersticiosas debieran haber menguado con la extensión de la enseñanza y el advenimiento de la ciencia. Sin embargo, todavía hoy, cuando tanto se valoran las pruebas objetivas, pocas son las personas que, interrogadas a fondo, no admiten profesar una o dos supersticiones, o acasó más. En todos los países se venden cada día millares de billetes de diversas loterias, basados en los "números de la suerte", según sus compradores.
Tal vez todo esto tenga cierta lógica, ya que las supersticiones constituyen una parte muy antigua de la herencia humana.
Los arqueólogos identifican al hombre de Neanderthal, que merodeó por Asia occidental hace ciencuenta mil años, como el fundador de la primera creencia supersticiosa (y espiritual): El más allá. En tanto que el anterior Homo Sapiens abandonaba a sus muertos, los neanderthalenses enterraban a sus difuntos siguiendo un ritual, y sepultaban junto al cadáver alimentos, armas y carbón vegetal, que habían de ser utilizados en la existencia de ultratumba.
Que la superstición y el nacimiento de la espiritualidad vayan a la par no tiene nada de sorprendente.A lo largo de la historia, la superstición de unos ha sido a menudo la religión de otros. El emperador cristiano Constantino calificaba de superstición el paganismo, en tanto que el estadista pagano Tácito consideraba el cristianismo como una creencia perniciosa e irracional. Los protestantes juzgaban supersticiosa la veneración católica de santos y reliquias, mientras que los cristianos en su conjunto veían de forma similar las prácticas de los hindúes. A los musulmanes les parece un horror e idolatría pura y dura, la manía de los católicos de "adorar estatuas", y sobre todo de venerar a unas más que a otras, por ser "más milagrosas". Para un ateo, toda creencia religiosa es una superstición.
Hoy no parece tener justificación lógica que un hueso de pechuga de pollo simbolice la buena suerte, y que un espejo roto anuncie lo contrario. Sin embargo, en otros tiempos cada superstición tenía un origen bien determinado ,un trasfondo cultural y una explicación práctica.
Las supersticiones surgieron de modo muy directo y contundente. El hombre primitivo, al buscar explicaciones para fenómenos tales como el rayo, el trueno, los eclipses, el nacimiento y la muerte, y carente de conocimientos sobre las leyes de la Naturaleza, desarrolló una crencia en los espíritus invisibles. Observó que los animales tenían un sexto sentido que les advertía del peligro e imaginaron que los espíritus les alertaban secretamente. Por otra parte, el milagro de que un árbol creciera a partir de una semilla, o la aparición de una rana a partir de un renacuajo, señalaba una intervención ultraterrena. Con una existencia cotidiana llena de peligros y aventuras, llegó a la conclusión de que el mundo estaba poblado por unos espíritus vengativos que superaban en número a los benéficos.. Por eso es porque entre las creencias supersticiosas que hemos heredado tienen preponderancia los medios destinados a protegernos contra el mal.
Para protegerse enmedio de un mundo que parecía carecer de orden y concierto, el hombre primitivo desarrolló costumbres tales como llevar consigo una pata de conejo, decidir la suerte arrojando al aire una moneda o buscar un trébol de 4 hojas , en un intento de poner la voluntad humana sobre el caos. Y cuando fallaba un amuleto, probaba otro, y después otro. De este modo, millares de objetos ordinarios, de expresiones y encantamientos, asumieron un significado mágico.
En cierta manera, hoy hacemos lo mismo. Un estudiante escribe un trabajo con el que aspira a un premio, sirviéndose de una determinada pluma, y si recibe el galardón, esa pluma se convierte en "la pluma de la suerte".Un jugador de carreras de caballos consigue buenos resultados en un día lluvioso, y a consecuencia de ello atribuye al tiempo el éxito de sus apuestas. Convertimos lo ordinario en extraordinario. En realidad, rara es la cosa, en nuestro entorno, a la que una cultura u otra no haya adjudicado propiedades supersticionas: El muérdago, el ajo, las manzanas, las herraduras, los paraguas, el hipo, un traspiés, cruzar los dedos, el arco iris...Y esto es tan solo el comienzo.
Aunque ahora poseamos explicaciones científicas para muchos fenómenos antaño misteriosos, la vida cotidiana todavía contiene suficientes elementos imprevisibles como para que, especialmente en tiempos de infortunio, recurramos a la superstición para explicar lo inexplicable y para imponer nuestros deseos sobre las vicisitudes de la vida.
La verdad sea dicha, yo misma nunca he sido supersticiosa. Si dicen que por romper un espejo se gana uno 7 años de mala suerte, con la cantidad de espejos que me he cargado, tendría que vivir más que Matusalén para poder cumplirlos todos. Siempre, al llegar de la calle en un día lluvioso, he abierto el paraguas en mi habitación para que se secase, y si no paso debajo de las escaleras, es porque a veces parece que se te van a caer encima, no porque piense que rompo el mágico triangulo de la Trinidad, y cosas por el estilo. Yo me casé en martes y me ha ido muy bien. Como que cuando voy de viaje me gusta comprar amuletos por lo bonitos que son, tengo una buena colección y muchas veces la gente me dice cosas como:"¡Oh, llevando este amuleto estás muy protegida!", y gilipolleces por el estilo. Yo siempre les digo que los llevo porque son bonitos,como adorno, pero que no me creo que me vayan a servir de nada, pero no me creen. La gente que es supersticiosa me saca de quicio, pues me parece cateta y medio tarada. Recuerdo que fuí a casa de una señora, y en el recibidor, encima de una mesita, tenía un enorme elefante con la trompa hacia arriba. Yo me quedé atónita cuando me dijo -y al principio pensé que bromeaba, pero no-:
-"¡Qué fastidio, con lo caro que me ha costado el elefante, y hace tres meses que está ahí, y no he recibido ningún dinero extra!"
Porque los elefantes con la trompa hacia arriba, como casi todo el mundo sabe, atraen al dinero... Y la planta del dinero, llamada así porque tiene las hojas redonditas como monedas, también se dice que atrae a la fortuna, y la gente va y se lo cree.
Lo que más rabia me da, es que haya tanto beato que crea que un Cristo, por ser ÉSE, es más milagroso que otro que no tiene ninguna fama. O que la Virgen TAL, concede todo lo que se le pide, pero una estatua de una Virgen anónima no sirve para nada. Esto me parece idolatría sin más, pues el rezar a las estatuas me parece aberrante, sean famosas o no. Antes de convertirme al Islam, ya lo creía así. Yo siempre rezaba a Dios, al Jefe, y nunca a Santa Rita de Casia (patrona de los imposibles) o a San José de Cupertino, por poner dos ejemplos.Cuando iba a misa con mi abuela, siendo niña, me parecía ridícula la costumbre de las beatas de acariciar los pies del Cristo de tamaño natural que había en la iglesia a la que íbamos, y los pies estaban brillantes y negros de tanto sobeo. Además,eso de adorar a una persona en un instrumento de tortura me horrorizaba. Mi hermana-amiga Leila dice que yo ya iba para musulmana, pero la verdad es que las costumbres católicas de usar escapularios, agua bendita, adorar estatuas y rezar a los santos me producían bastante repelús, y hasta tenía pesadillas después de ver de cerca aquellos cristos llagados y sangrantes. No me parece la mejor manera de educar a una niña.
Con todo esto no pretendo ofender a nadie, solamente explicar las cosas desde mi óptica.
En Palma tienen mucha devoción a un Cristo llamado de la Sangre, que es una talla renegrida y muy antigua, con un faldón bordado en oro. La gente le tiene devoción a ése, precisamente, porque "es muy milagroso", en cambio, los otros, repartidos en las numerosas iglesias de la isla de Mallorca, por lo visto sirven para poco, pues nadie les hace mucho caso. Hace unos años, a un chiflado le dió por emprenderla a bastonazos con la talla de dicho Cristo, rompiéndole las piernas. Lo restauraron, pero el hombre, fiel devoto de la estatua, dijo que nunca más volvería a rezarle ni pedirle favor alguno, pues ya había dejado de ser milagroso.(¡!). Desde luego, la estupidez humana no tiene límites.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Y sin embargo, se mueve.
Publicar un comentario