Probablemente las historias eran demasiado fuertes, pero los cambios, a decir verdad, fueron aplicados por la necesidad de ganar mercado. Los chicos con el tiempo se acostumbraron a cuentos de hadas y finales felices. En gran parte la empresa Disney es responsable: los guionistas hicieron adaptaciones para llevar historias clásicas al cine. La fama hizo el resto. La Cenicienta que todo occidente conoce no es la verdadera. Los Hermanos Grimm -autores, allá por el siglo XIX- propusieron un cuento mucho más áspero y oscuro.
Todos saben que La Cenicienta tenía un vestido y una carroza que a la medianoche se convertiría en calabaza, que fue a la fiesta del príncipe, que se olvidó un zapato de cristal y que luego le entraría a la perfección. Entonces vivió feliz en el palacio y comió perdices con su enamorado. El cuento original no dice nada de eso.
La Cenicienta fue escrito en 1857, en Alemania: el relato que circulaba oralmente por la aldeas de trabajadores rurales, los Hermanos Grimm lo escucharon de boca de La pastora, una conocida narradora de la época. Al parecer, la protagonista era una niña muy pobre, su madre había muerto y la tumba estaba en el patio trasero de la casa. Allí iba a rezar y a pedir que se cumplan sus deseos. El día de la fiesta en el palacio, la niña pide un vestido, y entonces, por arte de magia, aparece desde la tierra, como si fuera una planta que crece. Le quedaba muy bonito, al punto que logró llamar la atención del príncipe. Y sí, efectivamente se olvidó un zapato, pero cuando los vasallos del rey llegaron a la casa de la niña, el zapato no le entraba. Tenía los pies tan hinchados de trabajar que le era imposible calzarse. En la desesperación, tomó la decisión de cortarse un pedazo de talón con un cuchillo.
Su madrastra y sus hermanastras, morían de la envidia. Siempre la habían tratado muy mal, la mandaban a ocuparse de las tareas cotidianas más indignas. Igualmente fueron invitadas al casamiento de Cenicienta. Y allí mismo, delante de todos, sufrieron el ataque de una bandada de palomas que le sacó los ojos y las dejó ciegas para siempre. Era una venganza que la madre de Cenicienta había pergeñado desde su tumba. Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
Los textos originales todavía se consiguen, pero son muy pocos quienes les prestan verdadera atención. Y es entendible. Hay historias más agradables.
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