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Pieles NO

viernes, 16 de noviembre de 2012

Otra historia de Adán (cuento mío)


                                                         
                Andaba Adán por el Paraíso cogiendo una fruta de aquí, ahora una brizna de hierba de allá, y mordisqueándola proseguía su camino viendo el cielo, el sol y los pájaros . Era feliz porque era lo natural.

                Llegó ante el árbol de la Ciencia del Bien y del Mal y allí, enroscada en su tronco, estaba la serpiente. Larga, gorda y brillante. Cuando le vió levantó la cabeza y sus anillos se desplazaron levemente con un ruido de escamas.
 

                -Quiero algo más que lo que tengo- dijo Adán, expresándose toscamente, pues no sabía que era feliz.  –Quiero algo más que comer, correr, bañarme , dormir y follar. Quiero algo que no sé lo que es.

                Como siempre había sido feliz ignoraba muchas cosas. No apreciaba el tumbarse cansado a dormir viendo millones de estrellas sobre su cabeza, ni el rumor del agua  del arroyo, ni el frescor de la hierba mojada de rocío bajo sus pies.

                La serpiente era astuta y existía hacía millones de años.

                -Tú lo que deseas y lo ignoras es la Sabiduría. Para eso debes comer del fruto de este árbol, que es el único de su especie en el Paraíso. Es el Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal.

                Adán no entendió nada, pero comió la fruta, y no le pareció ni mejor ni peor que las otras.

                Luego se olvidó de lo que había hecho, del árbol y de la serpiente, y continuó viviendo como siempre.

                Pasó el tiempo y se convirtió en jefe de una familia. Tenía hijos, nueras, nietos y la Humanidad empezaba a caminar.

                Hacía ya tiempo que notaba algo raro. El día que le hicieron La Gran Injusticia se asustó.

                -¡Esto es terrible! ¿Qué me pasa?. Antes, cuando me hacían mal, me enfurecía y hacia prevalecer mis derechos. Ahora, mi brazo se ha vuelto débil y débil es también mi voluntad. Y no son los años, pues la vejez no existe aún para mí.

                En efecto, no existían la Vejez ni la Muerte. Pero ahora Adán vió con horror que no podía odiar ni vengarse de quien le perjudicaba, porque se ponía en su lugar. Lo veía todo del lado de su enemigo, y sus razones le parecían tan válidas como las suyas. A veces también le parecían las suyas absurdas, y automáticamente igual se le antojaban las de su contrincante.

-¿Cómo puedo vengarme de alguien que tiene razón? Solo una parte de la razón, porque la otra la tengo yo. Pero la suya es tan válida como la mía. …

Esto le ocurrió varias veces, y en su tribu dudaban de su buen juicio y decían que algo raro le debía ocurrir.

Otra vez tuvo que juzgar en un litigio. Las dos partes expusieron sus razones pero le volvió a ocurrir lo mismo. Todo estaba equilibrado. Lo que decía el uno contra el otro era cierto, pero si en algo había faltado uno de ellos era por un motivo justificado, o así le parecía al desconcertado Adán. Los miraba y leía en sus corazones , y en ambos veía lo mismo: Amor, odio, bondad, maldad, soledad, mezquindad, generosidad…

                -¿Con qué derecho los puedo juzgar si son iguales a mí  , iguales a mi mujer, a mis hijos, a quienes tan bien conozco, iguales a todo el mundo?

                Y se desesperaba, y los suyos se reían de él.

                Una vez tuvo que convencer a su gente de hacer unas mejoras en el poblado, pero a la vez que hablaba con gran elocuencia, por dentro iba riéndose de sí mismo y diciéndose que todo aquello era verdad, pero que lo contrario también. Siguió su discurso sobre lo que era conveniente y lo que no, pero todo le parecía que tenía dos facetas . Lo bueno tenía cosas malas, y lo malo buenas, y tanto pesaba en su ánimo lo uno como lo otro.

                Llegó a verlo todo. Veía las razones internas de las personas, sus pensamientos, el por qué hacían esto o evitaban lo otro. Los motivos ocultos de sus malos actos , que ellos mismos se hubieran sorprendido e indignado si alguien se lo hubiera dicho.

                -Esto es horrible- se dijo un día Adán desesperado.-¡No puedo más!

                Y volvió adonde estaba la serpiente.

                La encontró enroscada en el tronco del Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal, en la misma postura en que la dejó años atrás., como si solo hubieran pasado unos minutos.

                -¡Quiero volver a ser ciego y feliz!¡No quiero verlo todo!

                -¡Ah! ¿Conque ya sabes  lo que es ser feliz? ¿No decías que te faltaba algo?. Ahora lo tienes todo. Y el cielo, el agua del arroyo y la hierba fresca bajo tus pies son las mismas de siempre.

                -¡No para mí!. Ahora oigo el agua correr y antes no me daba cuenta. La oía sin enterarme. Ahora la oigo pero no puedo disfrutar de ella. Antes las estrellas del cielo me daban lo mismo y estaban allí porque no podían estar en otra parte. Ahora me maravillan pero me angustian. Y la hierba fresca la siento bajo mis pies por vez primera pero es como si pisara brasas. Miro con envidia al leopardo retozar sobre ella y ya no puedo hacer lo mismo. Yo antes era como el leopardo.

                -Pero has comido de la fruta del Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal y a partir de entonces fuiste un Hombre, no un Leopardo. Esta es tu desgracia.

                Y la serpiente movió imperceptiblemente sus anillos con un ligero rumor de escamas. Cerró los ojos y posó su pesada cabeza sobre una rama de su Arbol, dispuesta a dormir durante millones de años.

 

                                                                                              F  I  N   

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