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Pieles NO

miércoles, 15 de febrero de 2012

El alma gemela

Almas gemelas

Platón expuso un mito que intentaba explicar la atracción entre las personas. En este se relataba que en el principio de los tiempos, los seres humanos eran andróginos y poseían una cabeza con dos rostros, cuatro brazos y cuatro piernas.

Llegó un momento en que la raza humana comenzó a volverse arrogante y vanidosa. Empezaron a plantearse que tal vez su condición les hacía aún más poderosos que los mismos dioses. Esta situación era, cómo no, preocupante para Zeus, quien decidió reunirse con el resto del Olimpo para decidir qué hacer al respecto.

La primera propuesta fue destruir a los hombres. Así el problema se solucionaría de un plumazo. Pero Zeus decidió que lo más justo y sensato sería cortarlos por la mitad, con lo que aumentarían en número pero mermarían en fuerza. Y además, en vez de pensar en robarles el poder a los dioses tendrían otra preocupación aún mayor en la que entretenerse: buscar su otra mitad.

Por su parte, Carl Gustav Jung, el gran psicoanalista suizo, elaboró otra teoría, pero esta vez basándose en la naturaleza psicológica humana. Según él, cada uno de nosotros tiene dentro de sí el aspecto femenino, al que llama Anima, y masculino, al que llama Animus. El hombre busca en la pareja un reflejo de su Anima interna, y la mujer un reflejo de su Animus interno. Cuando lo encuentran, nace la atracción o el enamoramiento. Nos enamoramos de aquella parte que nos falta.

Metafísicamente hablando, o kámicamente, el origen de la vida y la existencia se compone de dos fuerzas esenciales: la energía masculina y la energía masculina. El Ying y el Yang.

Ambas fuerzas se manifiestan a través de los seres humanos, hombres y mujeres, cuya misión es trabajar con esas fuerzas, hacerlas conscientes y a través de la búsqueda de nuestra otra mitad o alma gemela, unirla a la suya y formar una entidad completa.

Ahora bien, uno de los errores más difundidos es la creencia de que el alma gemela tiene que siempre un amor, una relación romántica y física, pero no es así.

Un miembro de la familia, un amigo, un compañero de trabajo, cualquiera de ellos puede ser nuestra alma gemela. Tampoco tiene que ser de sexo contrario. Lo que importa son las almas. Almas que, en otras vidas, estuvieron ligadas íntimamente, llegaron a entenderse a la perfección y han venido a nuestro encuentro (o nosotros al suyo) para continuar en nuestra compañía, puesto que ese lazo es eterno e indestructible.

La teoría del Karma nos dice que el alma gemela nos es designada desde lo más alto, por las instancias superiores o por Dios, si así se quiere llamar. El problema es que, muchas personas, en su afán de encontrarla, la confunden con otras almas.

Este sería el caso de los compañeros kármicos y de los compañeros del alma. Ambos pertenecen a vidas pasadas y ambos nos inspiran sentimientos de familiaridad. Un compañero kármico que haya sido marido, amante o novio en otra vida, puede despertar en nosotros los mismos sentimientos de amor y atracción, lo que nos llevaría a confusión. El compañero kármico aparece en nuestro camino porque debe enseñarnos algo valioso para nuestro crecimiento, o bien nosotros a él. Y una vez eso se haya cumplido, desaparecerá tal como ha venido.

El compañero del alma no suele inspirar sentimientos románticos, sino más bien de complicidad, de amistad. Puede ser un miembro de nuestra familia, un compañero de trabajo o alguien similar. Nos sentiremos a gusto con él y nos dará seguridad y confianza.

El alma gemela es única y su principal característica es única también. Y es que el amor que nos proporciona es el Amor Incondicional. Se pueden tener a lo largo de la vida muchos compañeros del alma y muchos compañeros kármicos que compartirán momentos importantes y cruciales de nuestra existencia. Pero habrá tan sólo un Alma Gemela. ¡Busquémosla!. Ella también nos está buscando.



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