Cuando
yo era niña, era por decir algo, estrambótica. Tenía unas salidas que a veces
horrorizaban a mis padres y abuela, con quienes viví hasta mi boda.
De vez
en cuando les decía:”-No hay derecho. Yo voy a tener que enterrar a todo el
mundo. Hasta al gato.”
Esta
reflexión, que me apesadumbraba y llevaba encima como una maldición, tenía la
virtud de encolerizar a mi madre, que me reñía y me mandaba callar. Luego el
tiempo me dio la razón, cosa nada rara, pues yo era allí la más joven.
Hay
chic@s ahora que tienen veinte años y no han visto un muerto en su vida. Yo a
esa edad había visto por lo menos media docena, entre parientes y `padres de
amigas y otros y además los animales domésticos. Como siempre he sido un
monstruo, las muertes de estos últimos eran las que más me dolían. Y es que mis
compañeros del alma eran mis perros y gatos. Sobre todo los gatos, pues los
perros eran de mis padres, y los gatos solo míos. Con ellos podía llorar sin
temor a que se chivasen, y darles todo mi amor y mi ternura.
Jerusalén desde el huerto de los olivos |
Cuando
se sufre y se está solo, el sufrimiento es mucho más grande. Y los discípulos
de Isa eran unos inútiles.
La
mayoría de los santos canonizados por la Iglesia tenían más valor y entereza,
pero Jesús estaba aterrado. Y no es para menos. No recuerdo qué escritor o
filósofo dijo que “Jesús era el Dios más grande inventado por los hombres”.Ni Zeus, ni Krihsna, ni ninguna otra deidad mostró nunca el menor
temor. Desde luego, los que divinizaron a Jesús son dignos de admiración. Pero
estas debilidades son las que lo hacen más simpático.
Yo ya
no recuerdo por qué he empezado esto. A veces, cuando estoy triste lo único que
me salva es eso, venir al ordenata y escribir.
Jesús
estaba solo, siempre lo estuvo. Se llevaba mal con su familia, que no le
entendía, y sus discípulos le querían, sí, pero a su manera. Y no le entendían
en absoluto. Es raro que ningún teólogo (al menos yo no lo conozco) no haya
hecho una tesis sobre la soledad de Isa bin Mariam.
Una
cosa que le alabo a los musulmanes y siempre lo he hecho, aún antes de ser una
de ellos, es la intolerancia hacia la representación de la figura del Profeta.
Recuerdo que en el colegio nos vendían unas estampitas horrorosas, en las que
Jesús estaba representado por un ser cursi y almibarado, de tirabuzones rubios,
labios rojos y ojos azules. Pero qué
barbaridad.Me ponía furiosa. Después se han corregido, pero aquellas imágenes
me parecían un horror y hasta incluso un pecado.
Mi
padre, que también estaba bastante solo
y además era andaluz, me cantaba cuando niña, con su bonita voz una canción que
pongo aquí en una versión modernizada pero que me parece muy aceptable. Es “Juan
Simón el Enterrador”. También otro hombre solo, al perder su corazón.
Y es
que los humanos estamos muy solos, desde que nacemos hasta que morimos.
A veces
me ha llamado la atención el eterno posesivo que pesa sobre la muerte de cada
uno. Se dice “la muerte ‘de’ mi padre”, o “la muerte ‘de’ Miguel”, o ‘mi’
muerte. Y es que es una e intransferible para cada uno de los que habitamos
esta tierra , personas y animales. Cada uno lleva a cuestas su propia muerte,
además de las de sus seres queridos, personas y animales, y este peso lo
llevaremos hasta que exhalemos nuestro último suspiro, esperando con él llegar
a alguna lejana y extraña tierra de promisión.
Ay
Dios.
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