Urdangarin en septiembre de 2011 y el fin de semana pasado (I.C)
Iñaki Urdangarin no es el que era. El escándalo del caso Noos
saltó a la palestra hace justo un año, en noviembre de 2011, y cambió
su vida para siempre. Desde entonces, el duque de Palma ha pasado de
vivir en Washington a Barcelona, de ser uno de los fijos de la Familia
Real a ser eliminado de un plumazo de los actos oficiales, de ser una
especie de ‘yerno ideal’ del rey a una persona a la que se trata de
‘esconder’ de forma poco sutil. Sin embargo, el cambio no solo ha sido institucional. Los cambios que se han producido en él también son físicos.
La
visita de Urdangarin el pasado fin de semana a la clínica Quirón donde
se encuentra hospitalizado el Rey despertó alguna que otra alarma por su
aspecto demacrado, debido a una importante pérdida de peso.
Si se comparan las dos imágenes superiores del duque, entre las que
solo ha transcurrido un año, el cambio en su rostro es notorio.
A pesar de ese característico mechón de pelo blanco, que ya tenía en 2011, Urdangarin parece otra persona.
La primera fotografía, perteneciente al verano de 2011, cuando Iñaki
Urdangarin pasó las vacaciones con la familia real en el palacio de
Marivent, no tiene nada que ver con la segunda, realizada durante el
pasado fin de semana. A sus 44 años, su aspecto demacrado y la pérdida
de peso hacen que parezca una persona mucho más mayor.
En el verano de 2011, Urdangarin no había sido salpicado por el caso Palma Arena, el precedente de Nóos, y presentaba un aspecto saludable. Iñaki Urdangarin estaba perfectamente integrado como uno más
en todas y cada una de las fotografías oficiales de la familia. Por
aquel entonces, no había sido apartado de los actos oficiales.
Spottorno, jefe de la Casa Real, anunciaría posteriormente el
alejamiento de esos actos se había decidido de “mutuo acuerdo” entre el
duque y el resto de la familia.
Fue
poco después de que el juez Castro lo imputase por el caso Noos en
diciembre del mismo año. 2012 no empezó mucho mejor. A pesar de las
recomendaciones de Zarzuela para que no saliese de España, Urdangarin
visitó Vitoria para ver a su padre, que se encontraba enfermo y que acabaría muriendo en el mes de mayo. Un golpe vital que seguramente también le ha pasado factura.
A
pesar de los sinsabores y de la excedencia en Telefónica que ha hecho
que tanto él como la infanta y sus tres hijos volviesen a Barcelona este
otoño, ella no se ha separado de él en ningún momento. Los rumores de
separación han sido constantes y la infanta ha sabido capearlos
apareciendo a su lado y haciendo con ello frente a todo tipo de
críticas. A pesar de no haber sufrido un proceso de desgaste tan grande
como el de su marido, Cristina también ha sufrido una notoria pérdida de
peso. En su caso, se ha llegado a publicar que, en apenas unos meses, había perdido nada menos que ocho kilos.
Si la cara es el espejo del alma la de Urdangarin refleja el desgaste de un año marcado por dificultades que aún parecen tener cuerda para rato.
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