EL VELO DE MAYA
Hace casi año y medio que murió Paco, mi amigo, mi amor, mi
compañero.
Vivo sola, pues todos mis familiares han muerto. Solo me
quedan los de Sevilla, que no viajan nunca, y yo no puedo hacerlo pues tengo
una pata chunga.
Por las mañanas me despierto siempre mal, con depre, y tardo
en espabilarme. Entonces me creo que está en la casa mi familia, o Paco, o mis
padres, o mi abuela. Me pongo a llamarlos, y gritando me despierto y me doy
cuenta de que allí no hay nadie.
Solo mi gato Ramonet me mira extrañado. Para él nada ha
cambiado. Los gatos gustan de las casas solitarias y silenciosas como la mía, y
a mí también. Pero me gustaba más cuando él estaba conmigo.
Qué bien lo pasábamos. Menos mal que fueron muchos días
buenos –también algunos malos, pero esos se olvidan- Muchos años pasamos juntos, pero a mí me
parece como si hubieran sido muy pocos.
Cuando yo era pequeña era como una Casandra en chico. Se me
hubiera dado bien el rol de profetisa pues tenía madera. Muchas veces , con cuatro o cinco años, me
ponía a gritar, enfadada: ¡No hay derecho, yo voy a tener que enterrar a todo
el mundo!. ¡Hasta a los gatos y perros!.
Mi madre se enfadaba, pues lo decía completamente en serio,
y sabía que así ocurriría.
Claro que yo era la pequeña de la familia, mi madre era hija
única y yo también.
Otra cosa curiosa que me daba por repetir a estas edades
tempranas –aunque nadie me crea- era:
-¡Yo quiero ir a la Meca, yo quiero ir a la Meca!!
-No puedes, pues eres mujer y no musulmana!-me decía mi
padre.
Pero yo seguía insistiendo.
Por fin, el año que viene, si Dios quiere, iré a La Meca.
Mi vida es tranquila, aunque algo triste, Lo que más me
gusta es que no tengo ninguna responsabilidad, excepto el cuidado de mis gat@s,
Ramonet y Chimichurri.
Soy completamente libre, no tengo que madrugar como había
hecho toda mi vida, primero para ir a la escuela, después para ir a mi trabajo.No
tengo que aguantar a profesoras estúpidas, ni a turistas pesados, ni a jefes
corruptos.
Ahora estoy jubilada
y veo que es verdad eso de que “jubilación viene de júbilo”, porque en mi caso
es verdad. A pesar de tanta soledad, cuando lo pienso me pongo contenta.
No quisiera llegar a muy vieja. Tener unos años tranquilos, sin enfermedades
que hacen sufrir, y morir y ver que hay detrás del velo de Maya, que los
hinduistas llaman ilusión. Para ellos, esta vida terrenal es ilusión, y ese
velo pintado es la vida.
Cuando muera, si no hay nada, ni me enteraré, pero si hay
algo, yo quiero reunirme con las personas queridas y con todos los animales que
han pasado por mi vida, no solo los que han sido míos. Aquel gatito gris al que habían atropellado,
aquel perro que me miraba y no me lo llevé a casa. Si las personas tenemos
alma, los animales y las plantas también. Los indios norteamericanos, antes de
talar un árbol o abatir un búfalo para comerlo les pedían perdón.
Porque toda vida es sagrada, y por tanto, inmortal.