Creo que todos los seres vivos participamos de la esencia de Dios, somos parte de él.
Esto en el caso de que Dios exista, ojalá si.
La planta, el animal, el hombre, tienen en común eso tan misterioso e intangible que llamamos
vida. que tal vez sea un trocito del Eterno que éste nos presta por algún tiempo, para devolvérsela más tarde en no sabemos qué forma. Algunos llaman alma a esta llama que un día termina por extinguirse. Creo que todos vamos en el mismo barco, vegetales, animales y personas.
A mí se me parte el corazón cuando veo a un leñador cortando un enorme y centenario árbol, y éste cae rendido en el suelo, ya sin vida.
Las personas son muy soberbias y dicen: "Sólo nosotros tenemos alma, y sólo nosotras veremos a Dios".
¿Qué saben ellos?. O "¿que sabe nadie", como dicen los andaluces.
Los indios de las praderas de Norteamérica, cuando mataban un bisonte para comérselo, le pedían perdón, conscientes que en él habitaba un alma inmortal.
El Eclesiastés de la Biblia dice; (cito de memoria) que "Es mismo el espíritu que anima a hombres y bestias". O en la India, los jainistas, que van llevando una escoba para barrer donde van a pisar para no chafar a ningún bichito.
Yo siempre intuí esto. Cuando era niña procuraba no pisar a las hormigas (que ahora ya casi se han extinguido, con tantos insecticidas), salvaba a insectos en los estanques, que se debatían para salvar su vida y me dolía y me duele el incomprensible sufrimiento de los animales por parte del hombre, que en muchos sitios, como España, los considera cosas en la legislación y en la vida corriente.
Cuando mis gatos me miran con paz y serenidad, sin leerse en ellos la sombra de una duda, ni el odio ni el engaño, sólo inteligencia y sabiduría y a veces una pizca de ironía cuando me miran de soslayo; o esos ojos de los perros sin amo, y los de cualquier animal ,como el cerdo, que vive en condiciones muy malas, y que muere sin haber recibido ni una caricia en su vida, ninguna muestra de cariño, sólo el que les dió por poco tiempo su madre, me gustaría abrir el corazón duro de los hombres ciegos para que vieran, y por tanto respetaran esa vida común , ese participar de la esencia divina y por qué no, de ese alma que, o todos o nadie, poseemos.