Yo era joven, hacía poco que me había casado y era feliz.
Un día pensé que debería hacer algo por los demás.
No recuerdo adónde fuí...han pasado tantos años. Si fuí a la parroquia , al Ayuntamiento o a alguna ONG. El caso es que yo quería ayudar.
A ese sitio al que fuí me dijeron que había un asilo de ancianos que agradecían mucho que se les fuera a visitar, pues se encontraban muy solos. Yo dije que sí.
Fuí a ese sitio, y ví a aquellos viejecitos, encogidos, juntos los unos con los otros.
Me puse a darles conversación. Cuando yo quiero soy muy simpática..
Estuvimos de charla un rato y yo les dije que iría por allí de tanto en cuanto...Esa era mi idea.
Uno de aquellos viejos dijo:
-"Sí, eso dice ahora. Pero no la volveremos a ver."
Una de las ancianitas se escandalizó y salió en mi defensa:
-¡No digas eso!. Esta volverá... volverá porque es buena...
Yo no veía que se acabase aquella hora hablando con los viejitos. Cuando hubo pasado bastante tiempo, me despedí y me fuí, me fuí corriendo, pensando que jamás volvería a tener la idea de ayudar a viejos.Que aquello no era para mí. Que era deprimente...
Y no volví.
Ya deben de estar todos muertos.
Yo ahora tengo la edad de muchos de ellos. Y estoy sola.
Pido perdón a mis lectores por lo mal que me ha salido el post anterior.Yo no suelo hacer estos churros, pero no tengo ganas de estar tiempo arreglando estas cosas.
De todos modos, lo que quería ser expresado, expresado sido lo ha.
Casi todos los niños andaluces saben quién es Rodrigo de Triana. Los del resto de España, poco.
Pues cuando Colón buscaba alguna corte europea que le respaldara económica y moralmente en su proyecto de llegar a las Indias Orientales (China y alrededores), pues él había estudiado los más avanzados mapas de la época, y había sacado la consecuencia quee navegando sin pausa hacia el oeste, como él era de los que creía que la tierra erra redonda, impepinablemente llegaría a Catay y alrededores solo con un poco de paciencia y arrojo.
La única persona que le hizo un poco de caso fué la reina de Castilla Isabel la Católica, quien le prometió darle los medios para su aventura. El marido de la reina, Fernando de Aragón, como tenía otros intereses, no hizo muchos comentarios a estas locuras que de vez en cuendo se le ocurrían a su mujer. Menos mal. Lo malo que tenía esta señora era que estaba dominada por la clericalla, cosa que como se verá después influyó de mala manera en la conquista de los territorios hallados.
En Huelva, que es puerto de mar desde hace siglos y es muy bonito, y donde se come un pescaíto frito que debe ser pecado mortal, había unos hermanos, tres, llamados Los Pinzones, que eran armadores de barcos. Se los recomendaron a Colón y llegaron a un acuerdo. Tendrían para su travesía tres carabelas, llamadas La Pinta, La Niña y la Marigalante. Como la reina una una beata chupacirios dijo que ese nombre había que cambiarlo, pues si no el Señor no sería de ninguna ayuda en este expedición. Pues para que la reina estuviese contenta, ya que era la pagana, la pusieron el casto de Santa María.
El puerto de Palos fue el antiguo puerto fluvial de Palos de la Frontera (Huelva - España) del que partió, el 3 de agosto de 1492, la expedición que, posteriormente, supuso el descubrimiento de América. Dirigida por Cristóbal Colón y los hermanos Pinzón, al mando de las carabelas Pinta, Niña y la Nao La Santa María.
Después de todos comulgados y puestos a bien con Dios, salieron a mar abierta.La tripulación era toda de marineros de Huelva y cercanías. El primero en ver tierra, Rodrigo de Triana, era de este bonito barrio de Sevilla, que yo conózco tan bien.
"Tierra!”, grita a las 2 de la mañana del 12 de octubre Rodrigo de Triana, vigía de la carabela Niña, lleno de alivio y alegría. Alivio, porque Rodrigo y los otros 90 marineros están hartos de este interminable viaje que, según el odioso almirante Cristóbal Colón, ya hace tiempo que les debería haber conducido a la costa oriental de las Indias. Alegría, porque esa luz que acaba de ver en la lejanía le garantiza la jugosa recompensa de 10.000 maravedís, ¡nada menos!, ofrecida por los Reyes Católicos para el primer navegante que viese tierra, y de añadido el jubón de seda que Colón prometió hace pocos días, como una de sus formas de aplacar a una tripulación al borde del amotinamiento.
Rodrigo, en su condición de sencillo marinero, al fin ve la luz al final de esa travesía que parecía un túnel oscuro y no repara en la catástrofe que supondrá su buena vista para los taínos, pobladores de la isla de Guanahaní (en las actuales Bahamas), y las decenas de millones de habitantes de lo que pocos años después los europeos al fin entenderían que era un continente hasta entonces desconocido para ellos.
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Tierra!”, grita a las 2 de la mañana del 12 de octubre Rodrigo de Triana, vigía de la carabela Niña, lleno de alivio y alegría. Alivio, porque Rodrigo y los otros 90 marineros están hartos de este interminable viaje que, según el odioso almirante Cristóbal Colón, ya hace tiempo que les debería haber conducido a la costa oriental de las Indias. Alegría, porque esa luz que acaba de ver en la lejanía le garantiza la jugosa recompensa de 10.000 maravedís, ¡nada menos!, ofrecida por los Reyes Católicos para el primer navegante que viese tierra, y de añadido el jubón de seda que Colón prometió hace pocos días, como una de sus formas de aplacar a una tripulación al borde del amotinamiento.
Rodrigo, en su condición de sencillo marinero, al fin ve la luz al final de esa travesía que parecía un túnel oscuro y no repara en la catástrofe que supondrá su buena vista para los taínos, pobladores de la isla de Guanahaní (en las actuales Bahamas), y las decenas de millones de habitantes de lo que pocos años después los europeos al fin entenderían que era un continente hasta entonces desconocido para ellos.