Tengo ganas de escribir un cuento, pero no sé qué poner. ¿Un cuento oriental?¿un cuento cursi?¿Un cuento trascendente?¿un cuento fantástico? ¡¡¡AAHHH!!!. Nadie lo sabe.
NADIE LO SABE,NADIE.
Y menos que nadie, yo.
Seguramente será una mamarrachada, pero si me sale de los ovarios escribir un cuento, ¿por qué no voy a hacerlo?. Soy libre. ¿Soy libre?. No creo en la libertad. Mi cerebro está con una olla de grillos y mi corteza cerebral como un queso Emmental. ¡Qué bien!. Me ha salido en verso, sin proponérmelo, lo juro. Como a Lope de Vega (perdon por la comparación) que todo le salía en rima, y eso a su madre le daba mucha grima, y cuando el niño en verso le contestaba, caponazo que se ganaba. Esto es cierto como me llamo Maria Dolores-Aisha.
Pues este será un cuento cruel y sanguinario, de una pobre esposa que aguantaba a diario las palizas del marido.¡Qué vulgaridad!. Apalear a la mujer está mal, pero es vulgar. Es mejor hacerle luz de gas.
Pues resulta que el marido, que era funcionario del Estado, cada día volvía a casa cabreado, porque tenía un jefe que le hacía la vida imposible. Todavía no se habían inventado los ordenadores, y el jefe era un maníaco depresivo. Una de sus manías es que en las cartas y oficios que escribia el pobre funcionario (que nadie piense que esto me ha pasado a mí, ¿eh?. Cuidadito.Todo es ficción salida de mi caletre) pues que los oficios no podían tener ni una sola corrección, y aunque su máquina tenía una de aquellas cintitas correctoras, cuando se miraba al trasluz el papel se notaba que allí había habido un error, y eso enfurecía al jefe.
-¡¡¡Pelayo!!!- gritaba que se enteraban hasta en la calle , y en la oficina no veas. -¡¡Rehaz ahora mismo este oficio, pues tiene una falta!
-S-s-s-sí, señor- contestaba Pelayo, que sabía muy bien que era cierto,pèro que nadie más que su jefe hubiera dado con ella. Y Pelayo rehacía cada día docenas de veces oficios, cartas, instancias, guías de remesa, saludas, y todas estas tonterías que se hacen en las oficinas. Esto le crispaba, y cuando llegaba a su casa daba cada día una paliza a su mujer.
La pobre estaba llena de moratones, y contaba a las vecinas que se había caído y dado contra el canto de la mesa, en fin, esas cosas que siempre dicen las mujeres apaleadas.
Hasta que un día se cansó.
Ella sabía muy bien cúando llegaba Pelayo, por el ruido del ascensor. Y la hora. Porque Pelayo era exacto como un reloj japonés- (Los suizos ahora sólo son bonitos. Para exactitud, un nipón). Pelayo llegaba a las tres menos diecisiete minutos.
Ese día abrió una de los armarios de la cocina, donde se guardaban el black and decker, el martillo, los clavos, y todas esas cosas que se tienen en todas las casas cuando hay que bricolear. Allí había un hacha de más que modestas proporciones.
Cogióla y miróla.
-Hacha mía, hacha mía- .-Tú serás mi vengadora.-le decía.
Pero la mujer de la limpieza le estorbaba, pues andaba trasteando por allí.
-Señora, que se ha estropeado la fregona, tiene que comprar otra.
-Sí, Virtudes.
Pero ni la escuchaba. Lo que quería es que Virtudes pusiese los pies en polvorosa para ella poner en práctica su macabra y sangrienta venganza.
-Virtudes, me duele la cabeza.-Márchate y me tomaré un Gelocatil. Me acostaré en el sofá del comedor y trataré de relajarme.
-¿Tan pronto?. Yo quería sacar brillo al lebrillo que está un poco asquerosillo...
Y es que Virtudes, como muchas féminas, tenía la manía de la limpieza, y lo tenía todo como los chorros del oro.Se pasaba el día limpiando sobre limpio.
-Olvídate del lebrillo, que mañana ya le darás brillo. leñe-dijo la pobre ama de casa apaleada con una mezcla de rabia y excitación por el plan que se le había ocurrido. Veía a Virtudes tan ajena a todo, que pensaba:
º -Ya verás mañana cuando vengas a las nueve, lo que te vas a encontrar...
Virtudes largóse, y la apaleada, que respondía al nombre de María,empezó a sacar brillo al hacha, que estaba bastante roñosa.
-¿Pero qué hago yo, imbécil de mí, quitándole la roña?¿Dejársela limpia y desinfectada para que no coja ninguna infección?. No señor. Que esté bien oxidada, y así además de los hachazos, se morirá del tétanos.A él que le gustan tanto las revistas de tetas, no tendrá ninguna antitetánica.
Se apostó detrás de la puerta.
Al poco oyó el ascensor, y era Pelayo que subía, ajeno a todo, con el cabreo correspondiente.Iba bufando, y los bufidos se oían a pesar del ascensor.
-¡Habrá tenido un día fino hoy, ese malandrín!¡Pues el final será más fino aún, aunque el filo del hacha esté mellado. Y que mi trabajo no sea un trabajo fino.
Llegó Pelayo al rellano, y María le miraba por la mirilla. Dejó que abriese con su llave, y
¡¡¡PUMBA!!!
PUMBAPUMBAPUMBAPUMBAPUMBA y así hasta cuarenta y cuatro hachazos que le pegó a su esposo.
Después de este recibimiento, más que un esposo parecía una cantidad enorme de comida enlatada para perros.
La sangre chorreaba por los escalones, corría escaleras abajo.
Pelayo no tuvo tiempo de decir esta boca es mía.
Se empezaron a abrir puertas.
Los vecinos empezaron a lanzar alaridos de espanto.
-¡¡¡¡AAAAAAAAAHHHHHH!!!!!
-¡¡¡¡¡¡¡HHHHHHIIIIIIIIIIII!
-¿Que pasa?
-¿Qué sucede?
-¿Qué acontece?
-¡¡¡Guauuuuuu, guauuuu,,,,,- aullaba el perro del segundo. Los perros tienen mucha sensibilidad para estos avatares.
María apareció el el descansillo delante de su puerta enarbolando el hacha como si fuera la estatua de la Libertad con la antoncha. Era el hacha de su libertad.
-Ahora soy LIBRE, LIBRE... ¡¡¡¡aunque me pase el resto de mi vida entre rejas- decía.-¡¡¡¡Podrán poner cadenas a mi cuerpo, pero las cadenas de mi espíritu las acabo de cortar yo!!!!ª!- gritaba enajenada.
Pronto se oyó una sirena. Luego otra. Y un poco más tarde, otra. La Polícía subía por el ascensor, mientras que los camilleros les maldecían porque tenían que subir por la escalera y la camilla no cabía. Pero no la hubiesen traido su hubiesen sabido que con unos cuantas bolsas de basura o algún container de mediano tamaño se hubiesen podido llevar aquellos noventa kilos de carne picada.
-¡¡¡Qué espanto!!!- dijeron los maderos, aunque avezados a espectáculos así.
-¡¡¡Qué horror!!!- dijeron los camilleros, que subían trabajosamente sudando a mares , aunque también avezados a espectáculos así. ,pero no tanto.
Entonces los camilleros y los policías se pusieron en dos filas .Los camilleros detrás, porque habían llegado más tarde y más sudorosos y se dejaron pisar la primera línea. La primera fila era la de los policías.
Entonces todos se pusieron a cantar, con la música de Los Bateleros del Volga:
“Qué espanto, qué espanto,
nunca nos habíamos asustado tanto“
Los vecinos tenían que ser asistidos por crisis nerviosas pero hasta que los camilleros no terminaron su salmodia, , no les atendieron.Lo primero es lo primero.
Luego la poli se llevó como pudo toda aquella marranada, y a la pobre esposa esposada.
La condenaron a treinta años y un día por asesinato premeditado, pues ella, que había sido juzgada por un jurado, contó con todos los pormenores cómo había preparado el asesinato-ejecución- decía ella, de su maltratador.
-Pues sí, señores del Jurado, les decía- No quise limpiar el hacha por si sobrevivía a pesar de todo y yo quería que muriera a toda hacha, y no que solo cogiese alguna tontería que se la curasen con antibióticos.
El jurado horrorizado estaba atribulado, pasmado y desconcertado.
Nunca hab´ian visto tanta saña en su vida.
-Es que ustedes no han tenido que aguantar lo que yo, palizas a diario, y todo por culpa de las faltas de ortografía.- La pobre no distinguía muy bien, en su desasosiego profundo, entre una falta de ortografía y un error mecanográfico. Aunque nunca se había interesado por la diferencia, pues cuando su marido se lo explicaba, por una oreja le salía y por otra le entraba.
¡¡¡Soy libre,soy libre!!!- gritaba entusiasmada al oír la sentencia.
-Ha enloquecido la pobre-decía un señor de media edad votante del PSOE.
-¿Enloquecido?. Esa tía de loca nada, habría que despedazarla a ella también, como hizo con Don Pelayo.-contestaba la vecina del atico, que era del PP y no estaba nada concienciada sobre la violencia doméstica.
Total: Que María fué a la cárcel, donde pasó el resto de su existencia haciendo jerseys de punto para los nenes de las otras presas. Ella que nunca pudo hacerlos para los suyos,pues no tuvieron hijos. Allí hizo cientos, miles de jerseycitos, para los niños de las presas, para los nietos de las presas, y hasta para los niños de las nueras de las presas, que ninguna estaba casada.
Se hizo popular en la trena, donde era conocida c0omo “María la de los Jerseys”, y hasta de un periódico local fueron un día a hacerle una entrevista.
Ella entonces dijo:
-Les he contado mi historia, que ustedes ya sabían., No me arrepiento de nada, pero me ha quedado un trauma.
-¿¿¿CUAL???- dijeron los periodistas, interesadísimos por una exclusiva bomba.
-Nada, que cuando en la comida nos dan hamburguesas, yo sólo me como el pan y el postre.-contestó ella meneando la cabeza.
Y esta es la triste pero ejemplar historia de una mujer que no quiso ser sumisa, per o que no podía soportar la vista de una hamburguesa en la mesa. (Otra vez me ha salido un ripio)
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Y que nadie se lo tome a mal, porque, pensad, hijos míos, que esta vida no es seria, es una pura miseria, que esta vida no es nada más que una broma pesada.
Maria Dolores de Burgos