Mucha gente, al leer esto que voy a escribir, pensará que qué chorrada, que no puede ser, que me lo invento o que estoy loca de atar.
Yo, que toda la vida he tenido perros y gatos, (yo en la cuna de chiquita dormía con uno), y que a mí los los michis me viven mucho -18 años o más- porque los cuido muy bien, los vacuno, si veo algo raro los llevo al veterinario y todas esas cosas que las buenas madres hacen, los conozco muy bien. Sus costumbres, sus manías, y no necesito que hablen para comunicarme con ellos.
Pues he llegado a la conclusión, después de tanta observación (caray, me ha salido un ripio), que cada generación de gatos -unos 20 años- es distinta a la anterior, como cuando la gente habla de los jóvenes, diciendo cosas como "los jóvenes de mi tiempo eran más respetuosos"...o estudiosos, o listos, o tontos....esto lo habréis oído cientos de veces. Bueno, pues yo digo lo mismo de los gatos.
Además, no hay dos gatos iguales.
Todos tienen su personalidad propia.
Los de cuando era pequeña eran por lo general resabiados, temerosos y procuraban alejarse de los niños. En esta época, maltratar a un gato era cosa corriente y los padres pasaban de corregirlos. Mi padre, que era andaluz, decía que en su tierra los gatos iban por los tejados, lejos de la gente y huían si se les acercaba alguien.
Luego vino otra tanda gatuna, que éstos ya eran mejor tratados -sin pasarse...- y frecuentaban las aceras y los barrios tranquilos con pocos coches, y los vecinos les daban de comer y ponían un cacharrito de agua. Yo tuve entonces dos gatas, Tila y Manzanilla se llamaban, que las recogi de la calle, y eran muy buenas chicas. Prudentes y cariñosas. En casa, que es un ático, jamás se les ocurrió subirse al poyete, y hacía su vida tan ricamente dentro y fuera de casa, en la terraza. Estaban operadas y además no podían salir a la calle y que les atropellase un coche. Nunca pasó nada.
Luego vino la generación siguiente, con Loli, Chenta y Benjamina, y aquí la cosa cambió. Las dos primeras tienen ahora 16 años, y a la Benja hace seis que la recogimos de la calle, pues cada vez que yo salía o entraba del portal, ella me seguía hasta la verja con grandes y desgarradores maullidos. Para mí que aquella gata me estaba diciendo lo más claro posible: "¡Llévame contigo"!
Lo hablamos con Paco (ya se sabe aquello que donde comen dos comen tres) y enseguida bajé a ver si la veía para cogerla. No solo estaba visible, sino que me esperaba al lado de la verja, como si supiese que en esos minutos se había decidido su futuro. Yo me agaché y saltó en mis brazos, ronroneando como una Harley.
Lo que decía antes de la generación actual, se refiere a que si Tila y Manzanilla nunca hacían cosas peligrosas, estas tres gatas locas modernas de ahora, en cuando salieron a la terraza, debieron pensar que aquello era como un parque temático, con tanta maceta, enredaderas, arbolitos y demás.
La Loli sin pensárselo nada saltó al poyete a tumba abierta mirando hacia abajo y andando por el filito . Poco después la Chenta la imitaba. La Benjamina aún tenía que nacer, las veteranas le llevan 10 años.
Pues cuando yo vi que aquellas gatas locas y modernas se iban a matar el día menos pensado haciendo aquellas piruetas desde la baranda de un ático, tuvimos que poner una tela metálica para evitar desastres.
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Gato moderno y limpio |
Eso de que los gatos cuando caen no se matan es mentira. Incluso es mejor para ellos caer de un cuarto piso, por ejemplo, que de un segundo, pues en el primer caso tienen más tiempo de ponerse derechos y caer sobre las cuatro patas, coa que si es de menos alturas muchas veces no pueden hacer el giro y se matan como cualquiera.
Por todo esto -y más cosas- puedo atestiguar que los animales van cambiando, no son los de una generación iguales a la siguiente y viceversa. Como la juventud. Yo también creo que todos los animales hacen eso, pero no lo he podido estudiar. No me puedo ir al Ngorongoro para pasarme allí algunos años comprobando las variaciones en conducta y carácter de los leones, elefantes, etc.
Los etólogos sí podrían.
No creo que esto lo lea ningún etólogo (especialista en comportamiento animal), pero tal vez algún día alguien se fije en esto y lo estudie.
Los animales se lo merecen, y, sobre todo, que la gente entienda que sufren como los humanos, tanto física como psicológicamente.
Como el cretino del alcalde de ese pueblo donde cada año matan a lanzazos a un toro (y cuyo nombre prefiero olvidar), que dice esta frase lapidaria y surrealista: :"El toro siente dolor, pero no sufre".
Pues me gustaría que a él le hicieran lo del toro, a ver qué opina.